Nuestro amor sabe a chocolate

∞ Capítulo 9

Danzel seguía balbuceando incoherencias en el bar y discutiendo con quienes no le querían dar las llaves de su auto. Sus ojos oscuros se fijaron en la entrada del local y cerró con fuerza sus ojos para volver a abrirlos, sin poder creer quién cruzaba por esa puerta.

—¿Qué sucede aquí?—dijo con voz firme y su ceño fruncido. Dan no sabía si temerle o burlarse, ya que su porte no combinaba con su forma agresiva de hablarles a todos los que estaban allí.

—Pregunte algo, ¿alguno de ustedes va a responder?— Danzel soltó una carcajada y se puso de pie mientras se sujetaba de las mesas.

—Diles que te den las llaves de mi auto.— Su habla era enredosa y su cuerpo se mecía de un lugar a otro por culpa del alcohol que llevaba en su sistema.

—Tú, hombre calvo, dame las llaves de mi jefe.— le dijo Chiara al dueño del bar.

—¿Necesita ayuda con el señor? No creo que pueda con el peso de este hombre.— le extendió la llave mientras mandaba a dos de sus empleados a sujetar al CEO.

—Muchas gracias por no dejarlo ir en este estado. Si se muere, no podré seguir cobrando mi sueldo doble.— La joven sonrió con aquella sonrisa que deslumbraba a todos y se giró al escuchar al perro de su jefe ladrar.

—Usted, se deja ayudar o terminará su noche en un calabozo.— Lo señaló con su dedo índice, hablándole con firmeza.

Danzel se dejó ayudar; no iba a seguir con aquella actitud, estaba cansado y su cabeza comenzaba a doler.

—Obedeceré solo por hoy, señorita Jones.— Con pasos desequilibrados y hablando puras boberías, salieron del bar. Chiara caminó delante de ellos, llamando la atención de los tres hombres que la miraban detenidamente.

—Si siguen mirándola, les sacaré los ojos.— le dijo a los hombres que miraban sin discreción alguna. Los dos hicieron lo que el empresario les ordenó, ya que sabían la clase de persona que era Wagner.

Cuando llegaron al auto, lo sentaron en el asiento del copiloto, como la joven les pidió. Ella se subió del lado del chofer y se marchó de inmediato a la dirección que su jefe le indicó.

Al llegar, pidió ayuda a los hombres de seguridad y lo subieron hasta el último piso. Danzel colaboró con ella hasta ingresar al lugar; con algo de dificultad, lo recostó sobre el sofá, le quitó los zapatos y lo cubrió con una manta.

—No puedo dejarlo solo.— pensó en voz alta mientras lo observaba detenidamente. Su nariz perfilada tenía abundantes pestañas y la barba bien recortada, haciendo una combinación demasiado atractiva para los ojos de la joven. Recordó lo que su amiga le había dicho y no podía negar que tenía razón; él era demasiado atractivo, pero también era un bulldog.

Se sentó en uno de los sillones que estaban a un lado de Danzel y cerró sus ojos, dejándose llevar por el sueño.

(•••)

Con la luz del día, Chiara se despertó sintiéndose algo desorientada, hasta que a su mente vino todo lo que sucedió la noche anterior. Se puso de pie de inmediato y miró en dirección a su jefe; lo encontró en el mismo lugar donde lo había dejado la noche anterior, solo que ahora podía notar algunos golpes en su rostro. Lo contempló unos segundos más y se fue hasta la cocina. Iba a prepararle el desayuno y luego curarle esas heridas que tenía.

Con la charola ya lista, caminó una vez más hasta Danzel, dejó todo sobre la pequeña mesita del living y bajó hasta la altura del atractivo hombre. Elevó su mano y apartó el cabello oscuro de su frente; sus ojos recorrieron cada centímetro de su rostro, fijándose en los labios firmes de Dan. Sus pensamientos eran un revuelo, mezclándose con una emoción que jamás había sentido por nadie, una atracción que no podía explicar.

—¿Qué hace usted en mi casa?— le preguntó el CEO, haciendo que diera un salto en su lugar y cayera al piso.

—Señor…— su voz salía algo agitada ante el susto que se había llevado. —Anoche me llamó y exigió que fuese a buscarlo al bar.— comenzó a explicarle mientras se ponía de pie.

—No recuerdo nada.— Se sujetó la cabeza mientras se sentaba lentamente en el sofá.

—Le preparé el desayuno y le traje un analgésico.— Dan la observó y quiso sonreír al verla con su cabello algo alborotado y con su ropa de casa. —Y como se le ocurra tirarme el chocolate, le prometo que nunca más lo hago salvarse de alguna cita.— Lo amenazó al recordar cómo había despreciado sus muffins, solo que ahora no iba a sentarse a sentirse mal.

Dan quiso reír ante el atrevimiento de su secretaria y decidió no hacer ningún desplante; ella hacía que su corazón se sintiera confundido. Tomó la taza y cerró sus ojos al sentir el aroma del chocolate; había algo en ese líquido que lo llevaba a su niñez. Bebió un sorbo y sus ojos se fijaron en los brillantes de ella, que lo observaba con intriga esperando alguna reacción de su jefe.

—Está deliciosa, señorita Jones.— Ella sonrió con entusiasmo al escucharlo y, tomando el botiquín, se sentó junto a él.

—Me alegra saber que lo ha disfrutado; ahora déjeme limpiar esas heridas. Ya veo que le gusta la borrachera y el boxeo, señor.— Dan no respondió, recorrió con sus ojos el delicado rostro de Chiara; algo en su interior lo impulsaba a saber más de ella, pero el parecido con su amiga de la infancia lo torturaba.

—Debería ir a prepararse para el trabajo; ya puedo cuidarme solo.— Cortó aquel momento de cercanía gracias a su idiotez y la mujer se dio cuenta, por lo que se puso de pie, tomó sus cosas y salió del departamento después de despedirse.

Dan quedó confundido y bebió lo que quedaba de chocolate; recordó las palabras de su abuela, decidiendo que aquel mismo día hablaría con la mujer que pretendían casarlo.

(•••)

Cuando Danzel llegó a la oficina, su humor no era de los mejores; aún no podía superar el idiota trauma que lo perturbaba. Bajó del elevador y podía escuchar el parloteo de su asistente; por el tono de voz de ella, pudo percibir la preocupación y el enojo. Caminó lentamente para no ser escuchado, algo nuevo en él, era saber todo lo que más podía de su asistente.




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