—Esta es una magnífica noticia, pero deben hacerlo público —demandó la abuela mientras se ponía de pie y acortaba la distancia hasta ellos. Tomó las manos de Chiara y la miró a los ojos con amor.
—No debes temer, somos personas de mente abierta, no esa típica familia que se opone al amor por las clases sociales. A nosotros lo único que nos importa es ver a nuestro Dan feliz —la castaña sonrió, fingiendo, y a la vez sintió algo extraño cuando la escuchó llamarlo “Dan”; así era como ella recordaba a su amigo de la infancia.
—Es lo más importante: la felicidad y no imponer —la última palabra la dijo con algo de enojo, mirando a su jefe, que sonreía como jamás lo había visto. «Ahora se ríe como un payaso», pensó Chiara.
—Bueno, yo ahora debo irme. Pero antes deben prometer que pronto vendrán a casa juntos —siguió Rita con sus exigencias.
—Por supuesto que sí, abuela, puedes contar con eso. Cuando ella se sienta preparada, iremos; muero por presumirla —la tomó de la cintura y sintió la resistencia en ella. Pero él disfrutó aquello; el aroma de su perfume era una mezcla de chocolate y naranja.
Rita salió de la oficina en compañía de su nieto, el cual dejó a una furiosa Chiara en su oficina. No era consciente del infierno que había despertado.
La joven secretaria se cruzó de brazos y dio leves golpecitos en el piso con su pie; quería ahorcarlo, pero si lo hacía, iría a la cárcel, perdería su trabajo y su madre quedaría en manos de personas sin corazón. Por lo que respiró profundo, cerró los ojos y los abrió cuando lo escuchó ingresar.
—¿Usted quién se cree que es? —le gritó y golpeó el firme pecho masculino con la palma de su mano. —Mentir de esa manera, usarme sin siquiera preguntar si yo estaba de acuerdo con esto —siguió levantando la voz, sin dejar de propinarle leves golpes.
—Podríamos llegar a un acuerdo, uno que usted tenga beneficios y yo también —Chiara frunció el ceño y en ese momento recordó lo que había dicho cuando la abuela pidió un bisnieto.
—Dijo que estábamos trabajando en su estúpida reproducción —le gritó como venía haciendo desde hace unos minutos y esta vez sí le dio un golpe en la mejilla. —¿Por quién me toma? No soy una interesada, no miento y ahhhh —pataleó al darse cuenta de que lo había golpeado. —Córrame si quiere, no me interesa, buscaré otro trabajo, pero sus sucias reglas no las voy a cumplir —pasó por un lado de Danzel, que había quedado congelado luego del golpe que le había propinado, pero reaccionó cuando escuchó el resonar de los tacos de su asistente. Dio largos pasos y la alcanzó antes de que saliera; la tomó del brazo y la miró fijamente a los ojos.
—Usted no se irá de esta empresa; si se va, me encargaré de que nunca consiga un puesto laboral. Le daré el día libre, le pido disculpas por lo que hice, pero le ruego que piense en mi propuesta —Chiara sonrió con burla; la amenazaba y luego se disculpaba, era un patán.
—Váyase al infierno —le dijo antes de salir de la oficina, caminar hasta su escritorio, tomar sus pertenencias y salir de aquel lugar. Se sentía furiosa, con ganas de golpear a Wagner sin parar. No comprendía cómo podían existir personas así; podría pensar que jamás recibió amor, pero la actitud de su abuela demostraba que no era así; entonces él simplemente era un patán porque se le daba la gana.
Se alejó del edificio bajo la atenta mirada de una mente sabia, a la cual no se le pasaba ni un detalle.
—Mira, Victorio, ella no sabía del movimiento de mi nieto y ellos no saben que yo sé todo —Rita había investigado; sabía la historia de Chiara y conocía demasiado a su nieto. La ventaja que ella tenía era que Danzel no sabía quién era su hermosa asistente.
(•••)
Narra Chiara:
Había caminado desde la empresa hasta el hospital. No estaba muy lejos y decidí ahorrarme el taxi. Lo único bueno de todo este lío era que pude salir temprano y así venir a solucionar la maldad que Federica quiere hacer. No voy a permitir que me siga dañando, así deba dejar de lado mis principios y golpear a una mujer adulta.
Ingresé por el sector de urgencias y subí por el elevador directamente a hablar con los directivos. Habíamos llegado a un acuerdo; no voy a aceptar que lo incumplan, tengo el dinero que habían solicitado en la última reunión que habíamos tenido.
—Buenos días, necesito hablar con el director del hospital —la morena que ya conoce mi rostro de memoria me sonríe con mucha amabilidad.
—Él la estaba esperando —menciona luego de tomar el teléfono y anunciarme con su jefe.
Ingreso cuando ella me lo permite y veo al hombre mayor de pie, esperando por mí. No es un hombre malo y sé que él simplemente sigue órdenes de más arriba, pero un trato es un trato.
—Buenos días, señor, vengo a tratar el tema de mi madre —le extiendo mi mano para saludarlo y él la toma de inmediato, invitándome luego a tomar asiento.
Respiro profundo, intentando no descargar mi rabia con alguien inocente; él no tiene la culpa del patán de jefe que me ha tocado.
—Señorita Jones, su madrastra habló con nosotros y dijo que ya no podrían seguir pagando el tratamiento de su madre. Por lo que esto es una complicación… —lo detengo elevando mi mano; no quiero seguir escuchando la fingida preocupación de Federica, vil mentirosa.
—Yo le expliqué que sería quien se haría cargo de cada boleta; yo pagaré el tratamiento de mi madre —le recuerdo lo que habíamos hablado días atrás.
—Lo recuerdo, pero el doctor habló tanto conmigo como con su madrastra y ya no ve esperanzas, por lo que sería bueno que recapacite. Son muchos años y aún ella no ha dado signos de mejoría —muerdo mi mejilla interna; no voy a permitir que lo hagan. Sé que mamá va a abrir sus ojos, ella no me va a dejar. Sin ella, quedaría completamente sola.
—Me niego y mañana mismo se reflejará el pago de su tratamiento. Exijo que se continúe y, como eso no suceda, voy a demandar al hospital y a quien sea necesario —me pongo de pie y salgo de aquel lugar, sin querer escuchar una sola palabra más; no me la van a arrebatar, Federica no seguirá lastimándome, ella no tiene derecho sobre mi madre y mucho menos sobre mí.
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Editado: 04.02.2025