Nuestro Anochecer.

2.

EL PARQUE DEL ANOCHECER

Doy vueltas en mi silla giratoria mirando el techo pintado de mi habitación. Cierro los ojos recordando un poco de mi madre. Ella era pintora, mi padre me contó que cuando se enteró que llegaba al mundo, se alocó por pintar mi habitación.

Las paredes son de un color morado claro. Habían unos dibujos de animalitos, otros de una niña que iba creciendo hasta quedar en una adolescente. Lo más que me gustaba era el dibujo que había hecho en el techo. Todo representaba su amor maternal que me tenía. Ahí, había un compartimiento de mi niñez que pase junto a ella. Desde que era una bebé, hasta mis seis años.

En mis seis años, ella murió dejándonos con su mismo recuerdo.

—¿Cómo me veo?—la voz de Mela me saca de mis pensamientos. Abro los ojos poniendo mi atención en ella.

Llevaba puesto un vestido de dos piezas de color celeste. Si supieran que me despertó toda alterada a las seis de la mañana, sólo para decirme que en la madrugada, Matías le invitó a salir.

—Enserio que son tontos—digo volviendo a dar vueltas.

—No ayudas. 

Melanie se mira al espejo una vez más, viendo que todo quede bien.

—No puedo creer que se haya dignado en pedirte una cita—susurro. 

—Yo tampoco lo creo, pero es fantástico—chilla.

Cuando estaba por seguir hablando, la puerta de mi habitación se abre y una Adi con el cabello enmarañado y los ojos hinchados hace una gloriosa aparición con pasos arrastrados. Entra tan lentamente que hasta mi mejor amiga casi se cae por como se ve.

Con curiosidad, la seguimos con la mirada hasta que ella cae sobre mi cama y finalmente cruza sus piernas.

—Y a esta ¿Qué le pasa?—Melanie me mira y yo sólo me encojo de hombros.

Entonces sucede lo peor en una mañana. Adi grita. En esos momentos mi padre se avecina alarmado con pasos torpes a mi habitación, Melanie la mira asustada y yo aburrida.

—¿Qué pasa?—pregunta papá acercándose a mí. 

—Parece que le dio un mañanero emocional. 

Mi padre empieza a acercarse sigilosamente a mi hermana. —Princesa ¿estas bien?—pregunta y Adi por fin se calla.

Respira fuerte y mira a papá antes de lanzarse a sus brazos. —Eres el mejor papá, papá. Teeee amooo —canturrea. 

Lo besa en la mejilla y sale tarareando de mi habitación dejándonos con una notable confusión. 

Así de loca es mi familia. 

—Vaya—papá se soba la cabeza y me mira. Yo me levanto y sonrio hacia él. 

Lo abrazo rodeando su cuello. —Yo también te amo, papá.

Un sonrisa llena de locura se extiende por sus labios. —Tengo dos hijas locas, pero estupenda y perfectas para mí.

—¡Hey, yo también lo amo!—grita Melanie uniéndose al abrazo. 

Agrega: —Y una extraña que también me ama. ¡No puedo pedir más!

Nos separamos y él se fue con una sonrisa satisfecha. Ya era hora del trabajo así que nos apresuramos en vestirnos con el uniforme. Melanie guarda el vestido en una mochila e inspecciona mis zapatos, por lo que toma unos tacos negros preciosos.

Bajamos al comedor y ahí estaba la rata momia comiendo gustosa una tostada llena de mermelada. La miramos raro mientras nos sentamos y esperamos a papá. 

Cuando todos estamos juntos, siento una felicidad en mi interior. Son todo lo que necesito.

—Sr. Collin, enserio ¿con cuántas estuvo cuando tenía nuestra edad?—le pregunta Melanie mirándolo con atención.

—¡Melanie!—gritamos mi hermana y yo al unísono. Mi padre ríe. 

—¿Qué? Porque no aceptan que su padre era un rompecorazones. 

Como siempre, Mel habla como si estuviera sola. Suelto un suspiro mental. 

—No, mi padre solo tenía ojos para mi mamá ¿verdad?—Adi mira a papá seria. Éste asiente. 

Miro la hora por mi celular y casi soy un grito mucho más peor que Adi por lo tarde que ya era. 

—Vámonos—anuncio poniéndome de pie. Doy un beso a papá en la mejilla y alboroto el cabello de Adi, quien se queja. 

—Adiós, Sr. Collin, soy su fan—mira a Adi—Chau pequeña pericote. 

Salimos corriendo y doy un grito al aire cuando el bus aparece en ese instante. Hoy, la suerte cae en nuestras manos. 

Miro por la ventanilla del bus las casas sin saber que más hacer, mientras que Melanie habla por teléfono con su madre.

Ya falta poco para llegar a la esquina donde nos deja el bus, después teníamos que caminar una cuadra más hasta llegar a la cafetería que abre a las nueve.

—Tu padre es mi crush—comenta mi mejor amiga.

—Oh, estás  hablando de mi padre ilusa, así que más respeto—amenazo.  

—Podría ser tu madrastra si me arreglo más—dice burlona y bajamos del bus para comenzar a caminar. 

Mi mirada viaja de un lado a otro recorriendo cada lugar, me gusta la ciudad, es público y no es silencioso. Incluso hay un parque que es demasiado hermoso. 

Antes de llegar a la cafetería, había un parque que se extendía por media cuadra. Lo llamaban "El parque del anochecer" y eso es porque todas las noches, las luces que adornaban los árboles hasta los bancos, iluminaban la noche con su luz prepotente. De la pileta que quedaba justo en el medio salía el agua cambiando a cada rato de colores adornándolo aún más. 

Me encantaba demasiado. 

Mi mirada cae justo en ese parque cuando pasamos. Melanie seguía soltando comentarios acerca de mi padre. Pero como todos los días por la mañana, algo llama mi atención. En uno de los bancos, que queda en el medio del parque, aquel chico estaba ahí. Su mirada se mantiene concentrado en ese libro que ocupa en su regazo. Pequeños mechones rebeldes de cabello caen en su frente. Esta mañana, estaba vestido con unos pantalones negros y una camisa blanca con las mangas arremangadas hasta sus codos. De nuevo, o mejor dicho, como siempre, estaba silencioso sin mirar a nadie.

Lo sigo mirando pensando que no podía tener su atención. O es lo que pienso por esos segundos, ya que alza la mirada en mi dirección y antes de que sus ojos choquen con los míos, la aparto rápido.



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En el texto hay: humor, romance, desastre

Editado: 20.09.2019

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