Nuestro Anochecer.

3.

TÚ.

La preparatoria se alzaba frente a mí. El tiempo de mis vacaciones se había ido tan rápido, pero no puedo quejarme a las cosas que hice en ese tiempo. Gracias a mi trabajo y al sueldo que ganaba, me daba mis gustos pequeños hasta más grandes.

Camino para adentrarme al interior, donde me topo con muchos cambios. Habían nuevos carteles pegados en las paredes y uno en especial que colgaba grande en el techo. <<BIENVENIDOS>> estaba escrito en el. Debo aplaudir por el ingenio de la presidenta—sólo es sarcasmo.

Me dirijo a secretaría para recibir mis nuevos libros y mis horarios. Abro la puerta con paciencia, pero ahora que lo pienso, la paciencia no es algo que corre por mis venas, ya que, justo cuando abro la bendita puerta, choco contra alguien haciendo que caiga al suelo.

Mi pobre trasero.

No miro al "violento", pero cuando escucho su risa, podría ser capaz hasta matar a ese bastardo por una acción tan pequeña como esta.

—Bien Ailee—lo miro directamente con una furia notable en mi rostro—, te ves bien.

Extiende su mano para que me ayude a levantarme, pero no la recibo, así que me levanto sola.

—Ten más cuidado—gruño mentalmente.

Levanta sus manos en son de paz. —Tranquila nena, lo menos que quería es que pasará esto.

Guiña un ojo y se va. —Li qui minis quiría is qui pisiri isti—remedo sus palabras siendo infantil—¡Idiota!

De todas las personas que tenía que toparme, tenía que ser con el estúpido de Cristian. Y aunque no me afecta su cercanía como antes, siento cólera de mi misma por haber confiado en él.

Entro a secretaría tratando de cambiar mi humor. Sonrío a penas cuando veo a Amanda Welle, la secretaria de la preparatoria.

—Que gusto verte Ailee—dice tecleando algo en la computadora.

—Lo mismo digo.

—¿Qué tal las vacaciones?—pregunta, esta vez me mira. Amanda Welle, es la hija del director. Cualquiera podía ser capaz de trabajar en su lugar, incluso yo. Cuando estudiaba en la preparatoria, éramos muy cercanas. Ella me llevaba por dos años.

—No puedo quejarme.

—Ya me imagino—mira a otro lado pensando—, oye me preguntaba si saliendo, podríamos salir.

No era una mala idea. Sería bueno volver a sentir el pasado cuando éramos cercanas.

—Claro, te espero afuera.

Asiente y me da mis horarios, dos libros de inglés y uno de matemáticas. Estoy a punto de salir pero me vuelvo a ella cuando me llama.

—¿Podrías venir en la hora de recreo?—ella parece notar la confusión en mi rostro. —Es necesario.

Me encojo de hombros. —Está bien, nos vemos.

Ahora si salgo del lugar y miro mi horario. Suspiro rodando los ojos cuando veo matemáticas. No es mi mejor curso fuerte, pero allá vamos.

Desde mi distancia, me doy cuenta de la cabellera rubia de Mela. Muevo mis cejas de arriba - abajo cuando la veo tomada de la mano de Matías. Ambos se veían tan bien juntos.

—Pero que es lo que ven mis ojos—vacilo—, Matías y Melanie juntos. Eso es imposible.

—No es imposible, querida—señala con un dedo Mela.

—Espero que sepas ser hombre—miro a Mati.

—Soy hombre—pellizca mi cachete y le doy un golpe alejando su mano.

—Nos toca matemáticas, así que empiecen a mover el trasero.

Entre risas vamos a ese "gran" curso.

Vemos al profesor Forsh parado en la puerta recibiendo a los alumnos. El profesor Forsh no era más que un hombre bajito con el pelo canoso y un bigote que me parece asqueroso. Cuando llegamos, lo saludamos y entramos al aula.

Sólo cinco meses para soportar, sobretodo al grupo de Cristian que estaban sentados en las mesas de al fondo. Todos nos miraban y luego se reían.

El profesor entra al aula y así empieza la clase. En las primeras horas, sus explicaciones eran confusas, pero gracias a Matías, el gran fortachón de este curso, pude entender. Así funcionamos los tres, nos apoyamos mutuamente.

Resuelvo los ejercicios sin parar y antes de poder terminar con el último, el timbre suena. Me sorprendo de mi misma, había avanzado lo suficiente.

Recuerdo lo que me dijo Amanda y torpemente recojo mis cosas.

—Tengo que ir a secretaría, ya vuelvo.

Mela hace un ademán con la mano para que me fuera. Claro que en su rostro estaba esa expresión de picardía.

A pasos apresurados me dirijo de nuevo al campo de secretaría. Amanda estaba parada fuera de su lugar, como si hubiera estado esperándome.

—Aquí estas.

Toma de mi mano y me lleva a su oficina. Me confundo. ¿Qué es lo que quiere? Entonces señala a un chico que se encuentra de espaldas.

—Confío en ti para este trabajo. Sólo quiero que le des recorrido por la preparatoria—hago una mueca incómoda. —Ya sabes, como en las películas.

No me deja decir algo y se acerca al chico. Recorro mi mirada en él, estaba vestido todo de negro. Amanda llama su atención y entonces siento las ganas de correr y salir de este lugar.

Hubiera pensado bien si era mejor venir el día de hoy a estudiar. Mi preferencia en este caso, es verlo de lejos, no de cerca, frente a mí. Sus ojos marrones claros me miran y se entrecierran. Aparto mi rostro de él dirigiéndome a Amanda.

—No puedo hacer esto—susurro sólo para ella. Mi voz sonaba nerviosa.

—¿Por?

—No soy buena explicando y puedo tropezarme y botar saliva y... —mis excusas apestan.

Ella ríe jalando la atención del chico. —Puedes con esto—me acerca a él. —Bueno Khalid te presento a Ailee. Ella está a gusto de darte un recorrido por la preparatoria, así que bienvenido.

Con eso se va y trago grueso. Evito su mirada y carraspeo antes de hablar. —Bi... bien vamos.

Noto que alza una ceja y me sigue. Con mis nervios a flote, le presento todo lo que conozco de la preparatoria. En todo el recorrido, él jamás habla. Desearía poder sarandearlo para hacer que diga al menos una "a".

Llegamos al campo de básquet. —Finalmente, llegamos a la cancha donde se juega el deporte más...—



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En el texto hay: humor, romance, desastre

Editado: 20.09.2019

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