Pov Liz:
Lo digo en serio. Aunque tal vez no me crea.
No debo alargarlo, así que la preparo con velocidad, se merece eso.
Comienza a despertar entre muecas doloridas. Los años aguantando mierda, me enseñaron a dar un golpe acertado, pero no mortal. El mango del machete fue muy útil.
—A veces es necesario sacrificar unas cosas para conseguir otras. Eso me enseñó mamá —tal vez lo comprenda.
Fue innecesario separar las velas del círculo. Ruth no sabía, pero lo había agrandado para ella, no para su hermano. Le ha acostado junto a la ouija. Sus manos están unidas hacia adelante con cinta industrial, igual que sus tobillos.
De pie frente a ella, sostengo el libro de mi abuela Ophelia. Esto le habría encantado, a mí no tanto. No deja de ser la persona más importante en mi vida. Y ese es exactamente el punto.
—¿Qué está pasando? —balbucea. Ruth sigue un poco somnolienta, pero hablo cuando estoy segura de que puede escucharme.
—Nuevo plan. ¿El plan…D? No, olvídalo. No más planes.
Reúno fuerzas para continuar.
—No terminaste de leerlo —acerco una vela a la hoja—. Página seiscientos sesenta y seis: Y cuando la llave se forja en esa intimidad, quien la empuña y derrama la sangre con la mano temblorosa y el corazón consciente de su traición, tiene la llave para conversar con lo que viene.
Mira el techo con los ojos entrecerrados.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—¿No lo entiendes?
Quiere ponerse de pie. Por fin cae en cuenta de su posición.
—¿Liz? ¿Qué está pasando?
Dejo el libro en su cama, junto al niño plácidamente dormido, como excusa para ocultar la punzada en mi pecho. Por eso es un sacrificio. Porque duele realizarlo.
—Necesito que lo entiendas, Ruth. Tú, mejor que nadie, debe comprenderlo —le pido con un deje de súplica.
—Pero…íbamos a sacrificar a Benny —gime—, ¿por qué haces esto?
—Te he leído lo que ponía el libro. Quien derrama la sangre, tiene la llave para conversar con lo que viene. Ya reacciona.
Arruga la frente, me acerco sin entrar en el círculo, como si eso la fuese a ayudar en algo. Parece que sí, porque aprecio el momento exacto en que comprende. Me mira.
—Solo podrá comunicarse el ejecutor.
—Si sacrificaras a Benny, yo quedaría fuera —presiono la mandíbula. No podía echar todo por la borda. No solo por ser la noche ideal, es que no tengo a nadie que aprecie más que a Ruth. ¿Cómo podría arriesgarme con mis padres? Mi respeto por ellos no será suficiente para el sacrificio que demanda Satanás. Tiene que ser mi amiga. Y lo odio mucho.
—¿Es…es en serio?
Asiento en silencio.
—Liz…
Llora de nuevo, lo hace desde que cargó a su hermano en brazos, pero ahora por una razón muy distinta. Mi traición. El quiebre de una hermandad que nos ha mantenido con vida la una a la otra.
Es sublime este final. No hubiera esperado menos.
—Si no nos damos prisa se estropeará todo, Ruth. Las patrullas deben estar en camino.
No comprendo el pánico en sus gestos.
—Basta, Liz. No es gracioso.
Para confirmar mis palabras, unas sirenas se oyen. Me tenso, pero por obra de Satán pasan de largo. No somos las única ocasionando disturbios en la noche de Halloween.
—¿Tú no…no vas a hacerlo, verdad? —vacila. Entro en el círculo ante su mirada, me arrodillo junto a ella y ladeo la cabeza.
—¿Por qué no?
—¡Porque eres mi hermana! —escupe. Ya no son lágrimas silenciosas, solloza y sacude el cuerpo.
—No comprendo, es un honor morir por mi causa. Estarás con él. Por fin.
—Solo íbamos a pedirle un favor.
—A cambio de un sacrificio, Ruth.
—¡No estoy lista para morir!
—¡Es por la causa!
—¡No se suponía que muriera por ella!
Ahora soy yo quien se siente defraudada. No esperaba esta respuesta de su parte.
—Siempre hice todo por ti —reclama— te he defendido y ayudado, porque te amo, ¿cómo me haces esto?
—Nunca te pedí nada, lo sabes.
Abre la boca, abatida. El silencio está colmado con el sonido de los truenos y algo mucho peor, su pesar.
Puede que sea un golpe bajo, solo estaba siendo buena amiga. Pero, ¿yo? Yo estaba sobreviviendo. Sentirse vulnerable, inferior, cada día de tu vida, es denigrante. ¿Que encima Ruth deba intervenir para salvarme el culo? No hay palabras que describan la humillación.
Sé lo que me diría, sé la mierda que son sus padres, pero alimentar a tu hermano no es tan malo como los golpes que he soportado.
Busco con la mirada el arma que ponga el punto final a esto.
—No es posible —murmura. No estoy segura de a qué se refiere, por lo que no respondo— No puedo, no puedo Liz, rompe la cinta, maldita sea.
—No lo haré —exclamo. Estiro el brazo hasta su mesa de noche y agarro la cinta.
—¿Qué haces?
—Lo siento —rompo un pedazo con los dientes— no necesitamos que los vecinos llamen a la policía por tus gritos.
Suficiente con los que probablemente se acercan culpa de Ingrid.
—¡No lo hagas! ¡Por favor, Liz, no quiero morir! ¡Por favor!
Le cubro la boca, pero no deja de ahogar sus gritos. Sabe que no tengo a nadie más. Esto es inevitable.
El machete ya está en mis manos, aún con sangre de las dos víctimas anteriores. Ruth tiene las puntas del cabello castaño teñido con rojo por lo mismo. Abre los ojos de par en par cuando acerco el machete a su cuello con una inhalación.
—Por favor, necesito que te quedes quieta. No quiero que sientas dolor ¿de acuerdo? Será rápido —prometo, mas no le basta. Gira la cabeza de todas las formas posibles. Suspiro agotada.
Cierro los ojos e inicio con el ritual.
—Soy la bruja Liz Wick. Escucha mi voz, antiguo guardián del fuego oculto.
Benny ya no tiene sueño, se retuerce desde la cama y acompaña al llanto de su hermana. Solo que a él no le he puesto una cinta. Mas no frenará mis planes. Continúo, elevando la voz.
Editado: 28.10.2025