Pov Ingrid:
Nunca hubiera imaginado ese final. Ni en mis peores pesadillas.
Dijeron que era una tonta “iniciación” que me daría el gran honor de hacerme parte del grupo. Pensé que era un juego, acepté con alegría, con alivio. Por fin dejaría de ser una friki. Un bicho raro.
Cojeo detrás de la casa ante la luz de la luna. En el día siempre están los oficiales de policía. Y tampoco me arriesgaría a ser vista realizando actos ilegales.
Solo han pasado dos días, pero en cualquier momento se llevarán toda la evidencia. No arriesgué un pie para nada. El recuerdo me causa un escalofrío en la espina dorsal y envuelvo el rosario en mi cuello.
—Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; —susurro mientras me acerco a la ventana rota— venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo…
Enciendo la linterna, aparto la cinta policial para pasar un pie y luego el otro con una mueca de dolor cuando los puntos del tobillo tiran. Miro al frente, tomo aire y me mentalizo: “tranquila Ingrid, solo es una casa, no pasa nada” trago saliva y miro hacia el maldito círculo. Las velas apagadas y derretidas siguen en su lugar, ahora más separadas que la última vez que las vi.
Claro, lo amplió para que el cuerpo de Ruth entrara.
Me reconforta que las dos cruces colgadas en la pared ya no están invertidas…sacudo la cabeza. No puedo seguir llorando. No he dejado de repetir la noche en bucle. La psiquiatra dijo que el estrés postraumático no es eterno. Lo dudo mucho.
Jamás superaré sus rostros siniestros, las expresiones burlonas por mi tangible pavor, el machete tocando mi hueso…
Sorbo y me seco las lágrimas con la blusa de algodón. Doy un paso vacilante, el silencio es llenado con los latidos de mi corazón y un par de grillos. Veo pequeños carteles amarillos en el suelo, cada uno señalando una historia distinta, son los marcadores de evidencia. Sobre el gran charco de sangre seca hay uno, también junto a la ouija y la caja donde metieron al gato, pero no me detengo a analizar nada, sé que sufriría otro de los, ahora, cotidianos ataques de pánico.
Me acerco a la cama. Encuentro mi bolso, mismo que convertiría en cenizas si no fuera parte de una escena del crimen, pero ahora…abro el cierre con manos temblorosas y apuradas. Tengo mi almohada, la que se supone, usaría para la pijamada divertida. A un lado, el grabador portátil. Es lo más moderno que hay dijo Paul. ¿Sabes qué puede hacer? Preguntó. Claro que sabía, él se piensa que todos somos tontos. Menos inteligentes que él. Eso no me impidió obedecerlo, porque idiota o no, es Paul Dunkan, el chico que conoce a toda la preparatoria, el hijo del oficial James. Y yo no soy nadie. Odio ser nadie.
Así que hice lo que Paul quería, acercarme a las famosas brujas psicópatas y raras. Pedir una amistad, grabar sus charlas sobre fantasmas o lo que sea y luego, no estoy segura. La siguiente parte le tocaba a él. Es más estúpido de lo que puede comprender. Solo se burlaría de Liz, se reiría, le diría “¿Una bruja? ¿Y por qué no preparas una poción para agrandarte las tetas?” como siempre hace. Cree tener poder sobre ella, para mí no era el caso. Hasta que demostró lo afectada de la cabeza que el tipo la tenía.
No puedo decir que me compadezco después de lo que me hizo. Aunque ya eso da igual, está encerrada hasta que inicie el juicio; mi pena o la falta de ella es irrelevante.
El punto era que Paul me haría parte, sería una nueva integrante de su grupo de amigos populares. Dejaría de estar sola. Liz anhelaba acabar con Paul. Yo, la aprobación que obtendría en la preparatoria con la ayuda de su renombre.
¿Cómo iba a imaginar que todo se iba a salir de control de ese modo?
Tomo el dispositivo en mis manos y detengo la grabación presionando el botón en su costado. Suspiro aliviada. Temía que se hubiera cortado por accidente. Lo miro de cerca, no tiene ni un rasguño. Perfecto.
Con esto, más las anécdotas que fingiré fueron super interesantes en lugar de espeluznantes, me ganaré la atención de todos. La noticia del asesinato a Ruth cometido por su mejor amiga la bruja, ya está en boca de todos.
Meto el reproductor en el bolsillo trasero de mis pantalones, lista para largarme de inmediato. Apunto el camino hacia la ventana con la linterna, luego pongo ambas manos en el marco y…escucho un sonido ahogado.
Volteo, estoy sola, frunzo el ceño. Viene de los vaqueros. Saco la grabadora y la acerco a mi oído.
—¿Qué carajo…?
Se escuha la lluvia. La tormenta que dejó árboles caidos hace dos noches, pero no hay voces.
—No es posible.
Golpeo el dispositivo con la palma. Nada. El desespero comienza a aumentar de a poco. Miro hacia afuera con un nudo en la garganta. No tiene sentido, ¿cómo pudieron grabarse los ruidos de la lluvia y no las voces? Vuelvo a presionar por ultima vez el botón antes de tener arrojar la porquería que me dió Paul. Pero ahora…¡Vete al diablo, Ingrid!
Resbala de mi mano y cae al suelo. Es la voz lejana de Liz. Luego de llegar a comisaría, me subieron a una ambulancia que me devolvió a la escena del crimen mientras me cosían. La bruja con el cabello negro como su alma, me arrojó un grito sin igual, una maldición tan cargada de desprecio que no quería volver a pensar. Pero ahora la escucho. Una y otra vez.
¡Vete al diablo, Ingrid!
De nuevo. Y de nuevo.
¡Vete al diablo, Ingrid!
Resuena en la silenciosa habitación dejando un eco detrás. Tapo mi boca, estoy muy quieta. Quiero salir por la ventana, correr lo más lejos posible de este espantoso lugar, pero las piernas no me responden. Ni siquiera me atrevo a respirar demasiado fuerte.
El grito se detiene, no parece ser bueno. Algo se mueve detrás de mí, el aire cambia, es más pesado aún, si eso es posible.
Es alguien, puedo ver una silueta por el rabillo del ojo, no es alto, eso no hace que me aterre menos.
Editado: 28.10.2025