Ellise.
—¿Un consejo de un tipo extraño en el parque? —Lizareth, mi mejor amiga y mejor costurera suena desconcertada con mi vivencia de la noche anterior—. Sé que estás desesperada linda, pero empiezo a pensar que has perdido el juicio. —Continua.
—Lo sé, tampoco comprendo muy bien mi arrebato. Pero qué opción tengo antes de que nos dejen en la calle en las próximas semanas. —Estuve pensando la noche entera en ello, debía encontrar una manera de proteger lo que con tanto esfuerzo habías logrado conseguir. La tienda es el único patrimonio que teníamos a nuestro poder y hacerla surgir en una industria tan competitiva había requerido de mucho empeño.
—Es algo arriesgado Ellise, por la descripción que nos has dado parece tratarse de un prestamista y no me llena de tranquilidad que se haya ofrecido ayudarte en un parque a media noche. —Louis me detiene con total desconfianza, era de esperarse de un tipo cuya misteriosa presencia no compensa un buen augurio.
—En todo caso ustedes pueden iniciar de nuevo, yo en cambio me veo sumida en el mismo círculo vicioso. Con una deuda con la que moriré al igual que mis padres. —Resignada me dejo caer sobre la silla de mi escritorio.
—Ellie no te pongas así…
—De acuerdo, yo tampoco me quedaré de brazos cruzados observando como nos desalojan. Si en verdad quieres ir, déjame acompañarte hermosa. —Louis me llena de alegría con su propuesta, me levanto buscando sus brazos con euforia.
—Eres el mejor. —Ambas dejamos un beso en sus mejillas provocando que las carcajadas inunden el local, una vez más lleno de felicidad.
Al medio día hemos decidido almorzar en un restaurante cercano, y al finalizar decidimos que sería conveniente acudir a la cita con el señor Hesseh. Por su parte Hesseh Entertainment era una de las empresas de publicidad más grandes del país, con sedes internacionales y múltiples reconocimientos posee la corona en la industria. Liz decidió regresar a la tienda y terminar la jornada restante mientas Louis me acompañaba impaciente hasta las instalaciones de la empresa. Me sentía nerviosa y con el estómago revuelto, la sensación de incertidumbre no ayudaba mucho en esta situación y era consciente de mi visita esta tarde. Con firmeza recuerdo el propósito de mi decisión, luchar contra marea para conservar nuestro puesto en la industria de la moda.
—Buenas tardes, vengo a ver al señor Dorian Hesseh —en el mostrador la recepcionista apenas me mira mientras atiende una llamada—. Mi nombre es Ellise…
—Ellise Wood, piso cincuenta y dos, el señor Hesseh la espera en su oficina —acorta con desdén—. Solo usted puede subir, Señorita. —Me extiende el gafete observando a mi acompañante de mala gana.
—Ten cuidado, Ellie —me tranquiliza—. Te estaré esperando aquí. —Afirmó, dándome un pequeño empujón.
Subo al ascensor con las manos temblorosas, no me gustaba para nada subirme en estas cajas metálicas pero la situación lo ameritaba, pues me negaba a subir cincuenta pisos por las escaleras. Y mientras avanzo pierdo poco a poco la compostura al observar los pisos sobre la pantalla, no sabía con certeza que podía esperarme arriba donde solo soy una mujer cuya desesperación es más grande que su fuerza de voluntad. Cuando las puertas finalmente se abren, me adentro al piso de presidencia decorado con un sencillez y elegancia admirable. La secretaria por su parte se aclara la garganta de brazos cruzados, mirándome como si fuera una verdadera estúpida.
—Si busca el baño, Señorita, está cincuenta pisos abajo. —La burla expuesta en su tono de vos me hace enfadar, aun cuando no pretendo rebajarme a la descortesía de la mujer.
—Buenas tardes, vengo a ver a Dorian Hesseh.
—¿Tiene cita? —Me miró inquisidora, negué levemente.
—No, Señorita.
—En ese caso no puedo dejarla pasar, el señor Hesseh no permite a nadie sin cita previa, retírese por favor. —Suspiro exasperada, su comportamiento comenzaba a irritarme.
—No me voy a mover de aquí hasta ver al señor Hesseh. —Afirmo decidida, los ojos de la odiosa secretaria ardieron en cólera ante mi reto.
—¿No me escuchó? ¡Váyase! —La puerta de la oficina se abre de par en par, un hombre joven vestido de traje me sonrió apenas su mirada se posó sobre mí.
—Señorita Wood, el señor Hesseh la atenderá enseguida. —Miró de mala a la secretaria y se hizo a un lado para pasar. ¿Por qué todos sabían mi apellido de un día para otro?
Consternada decido entrar al despacho, a primera vista me parece encantador la imagen que me proyecta de su dueño, los muebles de prominente calidad y los sofás de cuero aportan elegancia y sofisticación. Al despertar del pequeño sombro en el que estoy sumida me percato de pronto que le hombre del traje ha desaparecido y ni siquiera he escuchado cerrarse la puerta. La silla del gran escritorio está vuelta hacia el ventanal de cristal, la vista de la ciudad naciente está ante mi como un majestuoso regalo. Mi mirada recae sobre el escritorio y la placa hecha de oro puro, el nombre de su presidente me pone los nervios de punta, Dorian Hesseh.
—Siéntese, por favor. —Su voz es gruesa y profunda, su tonalidad me es verdaderamente familiar. Me gustaría saber si en alguna ocasión he tenido el placer de toparme de frente al hombre tras la silla.
—Buenas tardes, Señor. —Saludo tomando asiento como corresponde, es entonces donde la silla se gira en mi dirección mostrando el rostro del misterioso dueño del edificio.
¡Es el apuesto hombre del parque!
—Me impresiona de sobremanera como una persona de su edad haga caso a un extraño en medio de la calle. —Sus ojos azules me miran con un semblante serio e intimidante, sin embargo, soy capaz de leer la diversión que en ellos se dibujan.
¡Oh mierda!
—¿Es usted Dorian Hesseh? —Cuestiono de manera estúpida, la mueca sobre mi rostro parece causarle gracia.