Ellise.
Con una taza de café sobre la mano y la mirada perdida, he disfrutado del amanecer relucir tras los edificios de la ciudad, grabando en mi memoria por última vez el lugar que fue alguna vez mi hogar. Recuerdo con nostalgia, la alegría de mamá al soñar que sería Richard quien me entregara en el altar el día de mi boda en ausencia de mi padre. Mi corazón se encoge al pensar en ello, no tengo idea alguna de donde pueda encontrarse, mis intentos por encontrarle han sido en vano. No hay números de teléfono, direcciones. Richard Wood desapareció del mapa como por arte de magia, dejándome nuevamente sola.
—Llegaremos pronto, señorita Wood. —Lucas me observó a través del retrovisor, sacándome de mis pensamientos. Me sorprende la formalidad con la cual se dirige a mí, en lo personal me pone bastante nerviosa.
—Puedes decirme Ellise, Lucas. —Correspondo la mirada en medio de una ligera mueca.
—No creo que al señor Hesseh le agrade la idea. —Respondió.
—Dorian no se encuentra aquí —suspiro—. Puedes llamarme por mi nombre. —Una ligera sonrisa se dibuja en sus labios y asiente sin agregar más. Por extraño que parezca y a pesar de su seriedad, Lucas me inspira confianza.
Él aparca el auto frente a una gran tienda algo lejos de la ciudad, me quedo pasmada sobre el asiento mirando con detenimiento el sector el cual desconozco. Me tomó unos segundos reconocer la tienda de Versace frente a mis narices con su gran escaparate y lujosa decoración. Dorian debía estar demente si pensaba obsequiarme el vestido de novia proveniente de esta marca, me había costado bastante aceptar el lujoso anillo el otro día y para mí, no era nada cómodo aceptar tantos lujos de manera imprevista.
Lucas me abre la puerta del auto, avanzo de manera mecánica dentro de la tienda sintiendo el corazón acelerarse. Las decoraciones derivan de un dorado platinado, sus vitrinas son de ese fino cristal antibalas y la infinidad de prendas que pertenecían a las muestras, me dieron ganas de llorar. Jamás en mi corta vida había podido pagar un lujo como estos, las pequeñas marcas para las cuales modelaba eran mis patrocinadores y en su mayoría, las tiendas de las cuales obtenía las regalías.
Una chica de cabellera castaña me recibe con una gran sonrisa en el rostro, algo me dice que Dorian ha previsto de la mejor manera nuestra boda.
—Señorita Wood, el señor Hesseh ha reservado un vestido para usted. —Indicó, amable. Me desplazo con asombro en mi mirar hasta el vestidor, me sorprende los lujos que puede darse a diestra y siniestra, en mi vida pensé vestir de Versace el día de mi boda.
—Te espero aquí, adelante. —Tranquilizó Lucas, el tutearme había sido un gran avance entre nosotros.
Me adentré al vestidor con cierta curiosidad, la fina tela de seda del vestido nupcial me generó gran sorpresa. Su corte recto pronunciaba mi figura con gran elegancia, decorado con un discreto bordado floral a su alrededor, su escote en “v” era sutil y sencillo como mi personalidad. Este vestido parecía estar hecho para mí, con cada una de mis medidas y puntadas favoritas plasmadas en él.
Por un instante, olvidé que tenía veintidós años y volví nuevamente a la adolescencia, emocionada por el vestido de graduación que causaría furor en la fiesta. Me sentía inmersa en un sueño del cual no deseaba despertar, me sentía tan consentida como una princesa, la tela se adhería a mi cuerpo con evidente comodidad. Un sonrojo decoró mis mejillas cuando la gran cuestionante llegó a mi mente, ¿Cómo Dorian consiguió las medidas exactas del vestido?
Tras salir del vestidor, la chica se quedó perpleja analizándome con gran detenimiento. Lucas quien anteriormente atendía el teléfono, finalizó la llamada al mirarme con atención. Mi reflejo en el espejo me hace desechar todas y cada una de mis promesas pasadas, Ellise Wood, la mujer que juró nunca casarse se estaba preparando irónicamente para hacerlo. Tenía puesto un hermoso vestido Versace hecho solo para ella y estaba segura que, mis compañeras de facultad estarían muertas de la envidia si lo supieran.
—El señor Hesseh, tiene buen gusto. —Murmura Lucas.
—A mí me parece que estás encantadora —la chica se acercó con una gran sonrisa—. Por aquí, empacaré el vestido. —Me guía de vuelta hacia el vestidor.
Los minutos pasan delante de mis ojos, la hora se acerca.
Mis manos temblaron una vez me fue entregado el vestido, no sabía realmente como sentirme con todo esto. Tal vez se trataba de los nervios, la emoción o quizás por el hombre que me esperaba en el altar, la razón por la cual me siento fuera de sí. Es complicado describir el sentimiento de soledad el cual me acompaña, supongo que con mamá a mi lado todo sería más fácil, me imagino su sonrisita burlona mientras me reprende con alguna de sus famosas frases.
Lucas conduce hacia nuestro próximo destino, el hotel donde me espera la mujer encargada del maquillaje. Dorian no ha escatimado en gastos al parecer, me han ubicado en una cómoda habitación donde he tomado un baño aromático. Me pregunto que estará pasando por su cabeza al organizar una boda de ensueño solo para mí, será posible que detrás de esa imperturbable personalidad exista un cálido corazón en él.
—Diana Simons es una gran amiga del señor Hesseh —explicó Lucas mientras tomaba asiento en el sofá de la habitación—. Ella se ha ofrecido personalmente a maquillarla. —Expresa, dándole la bienvenida a la mujer.
De bonitos ojos azules y cabello platinado, Diana Simons es una de las maquilladoras más importantes del medio. Una famosa artista que trabaja para Hesseh Entertainment desde hace algún tiempo atrás, yo también me había tomado la tarea de investigar sobre la empresa. Con una sonrisa sincera, Diana se instala en la habitación mientras observo mi reflejo frente al espejo de la cómoda, de repente me siento tan nerviosa.