Nuestro contrato (editando)

Capítulo 6: Eres interesante

Ellise.

La última vez que subí dentro de la cabina de un avión fue hace seis meses atrás, en mi última sesión de fotografías en Toronto. Cada que tengo que pasar por migración, un fuerte cosquilleo se cuela por mis huesos presos del miedo. Tal parece que los ascensores no son los únicos espacios cerrados que tanto me causan temor, podía jurar que mis piernas flaquean de la ansiedad contenida. Sin embargo, ahí nos encontrábamos abordando el avión privado de la familia Hesseh, como si el pequeño detalle no fuese ya bastante extravagante.

Mi marido camina con una sutileza envidiable mientras me explica como debo pasar la banda de seguridad, y aunque intento poner de mi parte me encuentro aún sumida en mis pensamientos. Como ya es costumbre, mis dudas existenciales se ven interrumpidas por Dorian, quien es capaz de percatarse de mi creciente temor al avanzar por la zona de abordaje. Sé a consciencia, que soy demasiado evidente para dejarme llevar por mis sentimientos y de la misma manera tengo la impresión de ser un libro abierto ante él. 

—Estás pálida, Ellise —menciona observándome con gran detenimiento—. ¿Tienes acaso algún problema? —¡El muy maldito se está riendo en mis narices!

—Estoy bien, es la costumbre querido. —Lo pincho en un inútil intento por tranquilizarle.

¿Tan evidente es el terror dibujado sobre mi rostro?

—La manera más segura de llegar a nuestro destino es por el aire —asegura—. ¿O acaso pretendes llegar en auto hasta Italia?

¿Italia? ¿De todos los lugares los cuales podríamos visitar en el país decide viajar a Italia? Siento que la inversión presupuestada en esta luna de miel es verdaderamente innecesaria, tengo la leve sospecha que su intensión es consolarme luego de haberme visto obligada a casarme con él. Pero no puedo evitar sentirme conmovida con su gesto, tengo frente a mí la respuesta a mis constantes preguntas, el hombre el cual he tomado como marido no es el insensible tipo del que hablan sin cesar en los noticieros.

—Dorian…pensé que viajaríamos a un lugar cercano. —Comento dejándole la maleta en sus manos. Es él quien se encarga de subirla por la banda de seguridad mientras pasamos por la máquina de protocolo.

—Tengo una pequeña casa allá, pretende ser mejor plan que quedarnos una semana bajo el caluroso clima de las playas de San Diego —interviene—. Te estoy pidiendo en simples palabras que dejes de preocuparte por los gastos, conmigo deberás acostumbrarte a los lujos querida. —¡Jaque mate!

—Dudo poder complacerte. —Murmuro de mala gana, tomando nuevamente la maleta entre mis manos mientras avanzo detrás suyo por el pasillo de abordaje. Sin previo aviso y tomándome por sorpresa, Dorian se gira hacia mí acorralando mi pequeño cuerpo entre una de las espaciosas paredes.

—¿Cómo has conseguido llegar a San Francisco?

—Tomé un avión desde Nueva Jersey.

—Es irónico temerles a los aviones si te subes a uno cada vez que solicitan tu presencia en una sesión fotográfica. —Dice, burlón. Siguiendo su camino como si segundos antes nuestros rostros no estuvieran a centímetros del otro, poseo la sensación de su aliento cálido sobre mis labios los cuales tiemblan con nerviosismo.

El amplio espacio del avión es cómodo a mi parecer, elegante gracias a su refinada decoración. Sillones de cuero, una pantalla plana a disposición y los escritorios de trabajo adaptados a las condiciones del habitáculo. Parecía estar dentro de un mundo de fantasía, un mundo distinto en el cual casarse con un millonario te obliga a adaptarte a sus comodidades y estilo de vida. Dorian Hesseh no es un derrochador, claro está, pero sus lujos no se comparan con los míos los cuales son modestos.

¡Es fascinante!

—¡Que alegría verlo, señor Hesseh! —Saluda la azafata con una sonrisa, puedo notar un sonrojo cuando sus ojos se posan en Dorian. El efecto que este hombre causa en las mujeres es alucinante y comprensible, él parece desinteresado en todo caso.

—Dele la orden al Capitán, Señorita. —Ordena, ella asiente y se retira con las mejillas hechas un tomate.

 Vale, Ellise… ¡Todo estará bien!

Inmersa en una patética escena donde mis palabras intentan inútilmente tranquilizarme, Dorian me observa con la diversión adornada en sus bonitos ojos azules. Mi temor radica al momento de despegar, siempre tengo la impresión de quedarme sin aire mientras un vacío en el estómago me hace perder las fuerzas. Por esa misma razón desearía haber viajado en auto, aún si fuera en dirección a esas paradisiacas playas de San Diego, no tendría que lidiar con el nerviosismo que consume ahora mi cuerpo.

Cuando el avión comienza a retroceder y toma impulso a una distancia considerable, sé que ya no hay vuelta atrás. Cierro los ojos inspirando de manera profunda, evitando quedar como una cría al subirse a una montaña rusa por primera vez, es por mucho la misma sensación. De manera inesperada, una descarga eléctrica recorre mis terminaciones nerviosas ante el contacto de Dorian. Abro los ojos posando la mirada sobre su mano la cual está sobre la mía, la impresión es tal que no consigo sentir el despegue, busco su mirada de manera inquisitiva ante su gesto, pero mi marido está sumido en la vista que ofrece la ventanilla del avión.

¿Qué es lo que intentas hacer Dorian Hesseh?

***

Marilyn

—Señores, tengo la solución a sus problemas. —Una sonrisa victoriosa se dibuja en mi rostro, sentada frente a la mesa accionista de Hesseh Entertainment.

Mi padre me dejó una preciada enseñanza antes de morir, luchar por lo que es mío y hundir a quien sea necesario para conseguirlo. Me parece sensato mover mis piezas en contra de mi ex marido, la persona que ha arruinado mi vida, la vida de mi familia. Él quien me ha dejado en ridículo luego de debatir nuestro divorcio ante el juicio, pagará las consecuencias con creces y será satisfactorio verlo rogar sobre mis pies una segunda oportunidad.




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