Nuestro contrato (editando)

Convivencia

Narra (Dorian) 

La cocina no se me dificulta en absoluto, el tiempo a diferencia sí y eso se podia notar con facilidad, Ellise me miraba asombrada de poderle preparar una comida completa, en cuanto le serví su plato comenzó a examinar cuidadosamente el contenido y sus posibles inconsistencias. Esta chica era algo curiosa, su manera de analizar era bastante admirable, posiblemente otra persona no habría hecho lo mismo y sólo hubiera comido el primer bocado, era bastante observadora y eso me agradaba.

— ¿Y? — la observo apoyado sobre la barra, se está tomando su tiempo para saborear.

— ¿Le pusiste pimienta a la ensalada de verduras? — asentí, ella esbozó una sonrisa cálida y volvió a centrarse en el plato, creo que ya tengo apetito.

— Has hecho un buen trabajo Dorian, la carne está en su punto, las verduras se han cocido bien y el arroz tiene una buena contextura — dice como último al terminar su plato, tiene bastantes conocimientos sobre la cocina, como si hubiera pasado años de su vida en una.

— ¿Cómo sabes tanto de cocina? — La inquietud me lleva a esa pregunta, ella me mira y luego procede a beber de su copa.

— Mi madre amó toda su vida la cocina, ella estudió gastronomía durante sus años de juventud, pero en cuanto mi padre murió tuvo que dejar la universidad y dedicarse a nosotros, ella me enseñó a cocinar cuando era una niña y al crecer mientras ella y mi hermano trabajaban, yo me dedicaba a las labores de nuestra casa, como la cocina por ejemplo — la sencillez con que lo dice es admirable, no se escuchaba ninguna queja en sus palabras de lo contrario, podría decir que sentía gusto por hacerlo.

— Supongo que tu madre era joven. — añadí, observé un amargo dolor sobre sus ojos, una tristeza que llevaba consigo y de la que yo, me empezaba a identificar.

— Mamá tuvo a mi hermano muy joven, apenas cursaba el instituto y se casó un año después con papá. Ella murió muy joven, tenía años por delante, pero el estrés y cansancio que la deuda le proporcionaba terminó matándola.

— Has tenido que madurar desde muy temprano, ¿Te lo habían dicho antes? — sonríe, apoya uno de sus brazos sobre la mesa y el otro sobre su mentón.

— Tuve la oportunidad de hacerlo bastante pequeña, mientras otras chicas de mi edad salían a fiestas, yo me dedicaba a cocinar y atender mi casa en ausencia de mi madre, iba a la escuela y luego me dedicaba a mis deberes, no fue sencillo pero mi madre decía que la vida nunca lo sería y era mejor estar preparado — me recuerda a mi hija, madurar desde pequeña por culpa de una situación ha sido algo duro para ella, pero su fuerza le impide quejarse de ello y solo afronta la situación de manera óptima, algo evidente también en Ellise.

Ella podía resaltar con sencillez entre otras mujeres, ser decidida la ha traído donde está, su seguridad le ha proporcionado buenas oportunidades, una tienda propia y una reputación como una excelente modista hasta donde tengo entendido, la he visto trabajar en marcas nacionales que la empresa ha beneficiado, un trabajo impecable y respetable en el medio del modelaje, y a pesar de no ser muy reconocida como pienso que debería, es una chica muy trabajadora y con una humildad reconocible, de su educación tenía buenas reseñas hasta el momento.

— ¿Estás cansada? — le vi bostezar de nuevo, ella asiente suavemente y se para del taburete.

— Iré a dormir, ¿Tú estarás bien? — parece una niña, sus gestos la hacían ver tan pequeña y frágil, un sentimiento de protección surgió desde mis adentros.

— Adelante, tengo trabajo que atender, estaré en el estudio por si me necesitas — asiente y sube las escaleras arrastrando los pies, me dedico a limpiar la cocina y luego procedo a terminar mi jornada, tenía trabajo pendiente.

Estaba concentrado con el trabajo, los expedientes empezaban a desaparecer a medida que pasaba la hora, pero una curiosidad despertó en mí por unos instantes, me negué a levantarme no obstante, el impulso fue mucho mayor, me levanto de mi asiento para subir hacia nuestra habitación inquieto por la chica, encuentro a Ellise frotándose los ojos con su mano izquierda, la del anillo.

— Auch — exclama al lastimarse, me acercó sigiloso sentándome a su lado.

— ¿Estás bien? — presiono con suavidad su ojo, noto una ligera mueca de su parte.

— Sí, aún no me acostumbro al anillo — observo sus ojos por un momento, el color avellana es el responsable de esa penetrante mirada que provocaba tanta inquietud en mí.

— ¿Podrías traerme agua? — pidió aún adormilada, me levanto tomando el vaso que está en su mesa de noche y me dirijo al baño para llenarlo. Poso el vaso en sus labios mientras ella se dedica a ingerir el contenido completo, puedo sentir su pequeña mano rozar mi mejilla con delicadeza.

— Gracias, Dorian — retiro mi mano de su espalda mientras vuelve a posarse sobre la cama, me quedo varios minutos observando cómo lentamente volvía a dormirse. Sus suaves facciones me incitan a acercarme, mis ojos no dejan de apreciar sus labios, me inclino hacia ellos pero en un arrebato el sonido del timbre me saca de mis pensamientos y maldiciendo por lo bajo decido atender.

— Papá — frunzo el ceño al ver a mi hija junto a Lucas en el portal de la puerta, observo el reloj de la pared, son apenas las ocho y media.

— Marina hija, ¿Qué haces aquí pequeña? — se abalanza hacia mí para abrazarme, le correspondo rápidamente.

— Quería verte, y tal vez poder conocer a Ellise — se adentran mientras cierro la puerta, enarco una ceja.

¿Dónde diablos está su madre?

— ¿Tu madre sabe que estás aquí? — se pasea por la sala de estar sin prestar atención, le veo esbozar una sonrisa nerviosa.

— ¿Te has escapado? Marina — mi voz suena firme a lo que me mira suplicante, conozco bien a esta niña y sé que su madre no sabe que está aquí.

Esa mujer es capaz de armar un lío si se entera que está aquí.




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