Narra (Ellise)
Después de compartir la comida, regresamos a casa para poderle mostrar la habitación que le había estado preparando a Marina, la niña ha estado algo preocupada por su padre, no ha parado de toser y su semblante se ve decaído, pero en cuanto nos acercamos él lo impide, me encargaría de prepararle algún remedio para su resfriado, aún sabiendo que es demasiado terco para querer ayuda, me tendría que soportar.
— Marina, he preparado una habitación para ti, ¿Quieres verla? — pregunté, dejando mi abrigo en la percha, la pequeña imitó mi acción.
— Por favor — le sonrío caminando hacia la planta alta, cerca de nuestra habitación se encuentra su alcoba, la preparé por si durante la noche necesita de nosotros, ahí estaré para ayudarla.
— Se nota que la has arreglado tú — deja la mochila sobre la cama observando la pieza con atención.
— ¿Por qué lo dices? — la miro atenta.
— Porque papá no suele hacer estas cosas, además tiene un toque muy femenino...idéntico a ti — le observé tomar unos libros de su mochila y su lapicera, suponía que tenía tarea pendiente.
— Vamos al estudio, haré la tarea — bajamos hasta el estudio, donde Dorian yacía sentado en su sillón de cuero con un libro en la mano.
— ¿Tienes deberes? Linda — preguntó sin mirarla, tomamos asiento en su escritorio, yo le ayudaría a terminar dichos pendientes.
— Sí papá, ¿Te sientes mejor? — asintió y podía por supuesto engañar a su hija pero no a mí, tenía la nariz roja debido a su alergia y se veía aún más cansado.
— ¿Quieres que te ayude? Veo que estás haciendo algunas decoraciones — observo su trabajo, es limpio y muy bien decorado.
— Claro, te lo agradezco...papá siempre me ayuda pero es algo malo para esto — contengo una risita mientras asiento, debe ser un pésimo dibujante.
— Mejor déjale las firmas aburridas a tu padre — ahora fue él quien soltó una risita divertida ante mi comentario, sentí un escalofrío al escucharlo reír, fue lo más melodioso que he escuchado desde entonces.
— Papá me ha comentado que eres diseñadora y también me ha mostrado tus trabajos, déjame decirte que adoro lo que haces — me siento alagada, le observo de reojo, sonríe levemente.
— Te lo agradezco, me agrada que aprecies mi trabajo, puedo hacerte un lindo vestido cuando quieras — se anima, posa su mano sobre su mentón y me mira de medio lado.
— Eso sería genial, dime ¿Qué es lo que más adoras de tu trabajo? — es demasiado curiosa, es tan encantadora.
— En realidad adoro todo, ser diseñadora es algo innovador constantemente, y he tenido la oportunidad de poder viajar por el país modelando para ciertas marcas — explico mientras me concentro en colorear su boceto.
— Debe ser divertido poder conocer tantas ciudades — es cierto, pero nunca he tenido la oportunidad de viajar al extranjero, ese siempre ha sido mi sueño, hasta que llegó Dorian y me ayudó inconscientemente a cumplirlo.
— Debes venir un día a mi estudio, te encantará conocer a mis amigos.
— Eres increíble, eres muy bella y tu mirada es muy cautivadora ¿no es así papá? — volteo hacia este quien me mira durante unos segundos.
— Le tiene miedo a los aviones, tuve que tomar de su mano para que no se fuera a desmayar, si la hubieras visto no te parecía tan encantadora — se burla poniéndome colorada.
— Dorian — regaño entre dientes provocando una risa de parte de la menor.
— Se ven tiernos — comentó, posiblemente fue algo que me descolocó y no entendía el por qué.
***
La noche cayó rápidamente y con ella la hora de cenar, habíamos pasado una agradable tarde entre pequeñas anécdotas, Dorian había subido hace ya una hora y media a descansar puesto que se sentía mal, me quedé junto a Marina en el sofá viendo la televisión, durante ese lapso escuché sonar mi teléfono, me levanté para atender.
— ¿Hola?
— Ellie, acabo de pasar por la tienda, el cartero me ha entregado una carta para ti — avisa, me encuentro en lo que bebo un vaso de agua.
— ¿Sabes de quién es? — pregunto, no suelo recibir muchas cartas.
— No tiene remitente, pero el cartero me ha dicho que es directa para ti — frunzo los labios.
— Puedo ir a dejarte la carta si gustas — propone.
— De acuerdo, te espero — al colgar me dedico a preparar la cena, espero paciente su llegada, me la entregó también curiosa por su contenido, le prometí contarle por la mañana.
Hace tiempo que no suelo escribirte, no sabía que tuvieras una tienda propia y eso me llena de alegría, sé que has pasado por momentos muy difíciles pero apuesto que has sido igual de fuerte para afrontarlos.
Suelo ser algo distante no por querer hacerlo, solo que no estoy seguro si puedas llegar a perdonarme, posiblemente me estés odiando en estos momentos y no te culpo, soy yo el único culpable, solo quiero que sepas que te amo mucho y siempre pienso en ti.
La carta me deja visiblemente desconcertada, en el reverso no tenía remitente y solo poseía la dirección de la tienda, mi nombre y una postal de Pittsburgh, no conocía a esta persona y suponía que se había equivocado de persona, pero aún así las palabras de Liz resonaron en mi mente, "El cartero ha dicho que es directa para ti", quién podía haber sido la persona responsable de esta carta.
— La cena estará pronto, iré a ver a tu padre — la niña se levantó del sofá y caminó hasta la cocina donde la vi poner los platos sobre la mesa, subo hacia nuestra habitación y observo a un Dorian sudoroso e incómodo.
— Dorian — susurro mientras toco su frente, arde en calentura, retiro las sábanas de su cuerpo y trato de encender el aire acondicionado para templar la habitación.
— Estás ardiendo, Dorian despierta — camino hacia mi armario y tomo uno de mis pañuelos para remojarlo en agua helada, lo pongo sobre su frente y esto hace que abra sus ojos.