Narra (Ellise)
— Cuéntenme, ¿Hace cuánto abrieron la tienda? — Roger se muestra interesado, lo habíamos visto bastante fascinado con los diseños, y la clientela recurrente. — Hace cuatro años, Ellise pidió un préstamo al banco para comparar el local y las estanterías, Liz y yo nos encargamos de financiar las telas — inicia Louis, quien nostálgico comienza la historia de esa gran locura, como solían llamarlo nuestros profesores.
— Abrimos apenas con unos diseños, dos semanas después las personas comenzaron a esparcir la voz, terminamos de pagar el préstamo seis meses después — Liz se une, propagando en mi mente muy bellos recuerdos de nuestro comienzo, era increíble que lográramos tanto éxito aún cuando creyeron que no lo lograríamos. — Nuestros profesores se burlaron mil veces de nosotros, recurrentemente comentaban que era una locura, nunca había visto tanta sorpresa en esas personas cuando logramos instalarnos en la plaza — solté una carcajada, sin duda fue la mejor etapa que pudimos sufrir, al final de todo la recompensa fue aún más enorme.
— Me parece fascinante, nadie haría una locura como esa, ustedes siguieron ese instinto comercial, es una cualidad primordial para nosotros los empresarios, ¿no es así, Dorian? — comenta Roger, desvío la mirada hacia mi marido, estaba obsorto en su copa de agua. — Muy pocos negocios prosperan sin una buena administración, la mayoría necesita de un cerebro eficiente que logre balancear los gastos y consumos, son pocas las personas que manejan el tema sin estudiarlo — su tono es más grueso de lo normal, desconcertada bebo un trago del vino en mi copa, no entendía qué le había ocurrido, hace unos instantes estaba bastante alegre.
— Ellise, deseo hacerte una propuesta, de hecho a los tres — las palabras de Roger captan la atención, Dorian arquea una ceja curioso, su expresión arisca volvió a su rostro. — Escuchamos.
"Te contaré la historia de esa reserva" sus palabras revolotean sobre mi mente, una extraña sensación de amargura invadió mi corazón repentinamente.
— Me he tomado el tiempo de investigar, desde la vez que nos encontramos en Londres — la mirada de Dorian me quema en estos instantes, él no sabía que lo había visto, me maldigo por dentro ante su enfado — Hoy confirmé que mi decisión sería la correcta, les propongo expandir el local, convertirla en una marca internacional — la sorpresa en los rostros de mis amigos es clara, los tres nos miramos sin palabra alguna qué decir, no sabíamos como reaccionar ante la propuesta.
— Necesitan a alguien que financie la patente, una fábrica, costos de inmuebles, ¿a quién propones que se haga cargo de la administración? — mi esposo reacciona sin importancia alguna, es el primero que abre la boca, encara a Roger de una manera que nunca le había visto hacer. — Sí Ellise me lo permite, seré yo quién financie el proyecto, no me importaría ayudarla a administrar la central — el hombre responde en el mismo tono, me remuevo incómoda en mi asiento, carraspeo llamando su atención.
— Lo pensaremos Roger, danos un plazo de tiempo, tenemos que estudiar la propuesta — respondo cabizbaja, me bastaba sentir la mirada de Dorian sobre mí — Es muy amable, consideraremos nuestras posibilidades y le daremos una respuesta — agrega Louis.
— Les daré una semana de plazo definido, piénsenlo — una vez terminada la cena, me levanto a despedir a los chicos quienes salen aturdidos por la propuesta, habríamos de dialogar arduamente sobre la situación, Roger me abraza como despedida y quedo sola en el portal de la puerta observándolo retirándose, queriendo salir de la misma manera que ellos.
Camino lentamente hasta el estudio, donde supongo que se encuentra Dorian, cierro la puerta respirando profundamente, me quedo helada cuando siento sus manos rodearme el cuerpo, me giro sobre mis talones mirándole fijamente, sus ojos tienen un color profundo, su seria mirada me pone a tiritar. Se dispone a recorrer mi cuello haciéndome flaquear, retrocedo torpemente, termino por caer sobre el sofá, siento el cuerpo de mi esposo entre mis piernas.
— Dorian, ¿Qué haces? — suspiro acalorada, la proximidad de nuestros cuerpos era completa, me siento inmovilizada ante él — ¿Cómo se atreve a mirarte de esa manera? ¿Acaso no notas como te recorre con deseo? — está furioso, los celos lo consumen por completo, estrello mi mano contra su mejilla haciéndolo reaccionar.
— No me interesa la manera en que me mira, me respeta, y nunca se ha atrevido a rebosar el limite, así que controla los celos como un maldito adulto — le hago quedar debajo de mi cuerpo, me siento sobre sus piernas haciéndolo jadear, mi cuerpo se mueve a un compás tortuoso sobre su virilidad.
Querías jugar sucio, pues bienvenido a las grandes ligas amor.
— Cuidado con esa boca insolente, no me hagas enojar cariño — su tono engreído me pone furiosa, disfrutaba hacerme enojar, me acerco lentamente a sus labios, le beso suavemente haciéndolo perder el control, muerdo su labio ganando un gemido de su parte — Quitame la ropa, vamos nena — mis manos se dirigen a su camisa, me deshago de la prenda con sumo cuidado, tengo consciencia de su estado, observo con descaro su abdomen en cual acaricio con deseo.
— Mírame — ordeno, está divertido por mi reacción, no se opone y fija su mirada sobre mí, me deshago de mi blusa de lana quedando en sostén, me devora con la mirada mientras posa sus manos en mi cintura. — Te vuelvo loca hermosa, no estarías de esta manera si no lo hiciera — traviesa decido recostarlo sobre el reposa brazos del sofá, acaricia mi cuello dibujando el contorno de mis pecho con sus labios, suelto un suspiro.
— Te deseo mi hermosa, deseo hacerte mía — yo también le deseo, su ronroneo me parece delicioso, me abraza con ternura aún sin perder esa picosidad en su personalidad, escuchamos tras la ventana la lluvia caer con fuerza — Dorian, te quiero — suelto en un susurro, por un instante noto la sorpresa en su mirada, no obstante, me dedicó una sonrisa.