Nuestro contrato (editando)

Cuchillo tras la espalda.

Narra (Ellise) 
Sin más , la tan esperada noche se posa en mí y me consume una interesante seguridad, dada las últimas semanas y como nos hemos desarrollado como pareja, Dorian ha conseguido ayudarme con mi autoestima de una manera inconsciente, siempre le había hecho saber lo atractivo de su seguridad, ahora yo estaba segura que comenzaba a causar la misma reacción en él. Tomé un relajante baño, apliqué la mejor de mis cremas hidratantes en el cuerpo, me deslicé dentro de la atrevida prenda que solo conseguía sentirme expresiva, libre y sexy. Busqué mis mejores joyas y adorno mi rostro con un maquillaje simple pero coqueto, tal y como me sentía esa noche de invierno que traía tanta pasión en su ambiente.

Marcadas las siete de la noche, mi caballero se presenta afuera de nuestra casa, con un traje negro casi idéntico al que utilizó en nuestra boda y desprendiendo un porte felino y seductor, muevo mis caderas en son de un ritmo encandecente, observo como me recorre con la mirada más oscura y excitada que pueda mostrar, delante de él planto un fugaz beso que lo deja descolocado, sonríe ante el efecto y me abre la puerta del copiloto, visiblemente extasiado por mi juego.

— Estás exquisita preciosa, una verdadera joya — alaga, coqueta vuelvo la mirada hacia él y pronuncio aquellas palabras con una deliciosa corriente pasando por mi cuerpo. — Estás impecable Hesseh, una completa maravilla.

Dorian conduce en un agradable silencio, somos nosotros y la música sobre el reproductor, estamos en camino a las afueras de la cuidad, un pueblo no muy grande de finos residenciales y aclamados restaurantes. Escogió un sitio especial para la velada, uno con agradable ambiente, bajamos del coche en camino a la recepción, un joven nos dirige a la mesa correspondiente, las miradas se posan en nosotros con rapidez y logra causar una vibra diferente, la sonrisa en su rostro no parecía desaparecer bajo ninguna circunstancia.

— Te agradará la comida, es tan apetecible como tú — junta nuestras manos divertido, algo me decía que hoy cambiaría una etapa en nuestra relación, y lo notaba por su desenvolvimiento, conocía a mi esposo — Es sorprendente todo esto Dorian, has sido tan atento conmigo, te lo agradezco — acaricia mi sortija, la mira con tanta dulzura como si le envolviera un agradable recuerdo lúcido.

— Es una noche memorial hermosa, no agradezcas lo poco que puedo darte, te mereces la luna bajo tus pies en un sendero relleno de estrellas, cariño has sacado a relucir la parte que nadie más conocía de Dorian Hesseh, tú me hiciste capaz de amar de nuevo y de desearte como nunca lo había hecho — su sinceridad causa un fuerte sentimiento, todo dejó de existir en ese momento, sentía el restaurante habitado sólo por nuestra presencia, una muy grata presencia.

— ¿Tienes algo que decirme, amor? — pregunto, impaciente por la adrenalina, se levanta hacia mí y se coloca de rodillas, saca de su saco una caja de cuero y la extiende sobre mí, una sortija permanece en sus adentros una sencilla sin diamante alguno, la burbuja explota a mí alrededor, las miradas de los presentes clientes se posan ansiosas en nuestro encuentro, mi mirada parece nublarse al conprender la situación.

— Ellise nuestra boda fue sencilla en nuestros inicios, y una mujer como tú merece la mejor de las bodas, en una iglesia repleta de flores que se verán opacada por tu belleza, con nuestros amigos brindando por nuestro amor, con nuestra hija presente en la unión de dos corazones que por azares de la vida se hicieron uno solo, brindando por todo lo bueno que llegará a nuestras vidas, Ellise Wood vuelvo a preguntarlo...¿Quieres casarte de nuevo conmigo? — las lágrimas bajan sin importar las miradas, me había propuesto matrimonio verdaderamente como no pudo hacerlo la primera vez que nos conocimos, me levanto asintiendo con una inmensa alegría, los aplausos llenan el restaurante en cuanto nos abrazamos, busco sus labios con una urgencia visible, ahí me dí cuenta que me había enamorado de nuevo de Dorian Hesseh, no del imponente y arrogante hombre que solía ser ante la sociedad, sino del hombre sencible y bondadoso que era realmente, de él me había enamorado ciegamente.

— Dorian, gracias — susurro escondida en su cuello, me hace levantar la mirada, choco con esos par de zafiros que adoraba observar de reojo, su mirada está igual de nublada, por primera vez le había visto llorar, me sorprendí ante su gesto pero rápidamente al percatarse de mi observación, blanquea los ojos negando con la cabeza. De gustamos la cena en una charla peculiar, ahora estábamos debatiendo como se lo diríamos a Marina y a los chicos, en especial a Richard quien lleva una riña constante con Dorian, aún así deseaba que mi hermano estuviera presente en esta ocasión.

Tras algunas bromas al finalizar la cena, nos dimos cuenta que afuera llovía a cántaros, los rayos alumbraba el oscuro cielo de esa noche, el guarda nos indicó que la tormenta podía resultar peligrosa a tan altas horas y nos sugirió buscar un lugar donde pasar la noche. Es así como Dorian condujo hasta un hotel cercano al restaurante, al llegar a la habitación lo primera que hice fue prender la calefacción debido al frío provocado por la tormenta que arrasó con la noche, me dediqué a observarlo en silencio, admiraba la seguridad que emanaba al desprenderse de su vestimenta, le observé quitarse el moño y desajustando sus gemelas.

Me acerqué descifrando su mirada, no me detuvo y yo no deseaba detenerme, soltó un gemido cuando nuestras bocas se pusieron en contacto, el sabor del vino permanecía impregnando en sus labios que deboraba con necesidad, me condujo de espaldas hacia el ventanal de la habitación y bajó lentamente el cierre del vestido, lo dejó caer dejándome únicamente con la lencería que había escogido especialmente para él, sentí su respiración acariciar mi cuello mientras sus manos bajaban a mi abdomen, mi cuerpo presionado contra el vidrio del ventanal provocó una pequeña maldición de mi parte, sentí vergüenza unos instantes pensando que tal vez alguien podía vernos, pensamiento que desapareció al darme cuenta que nadie estaría en la calle a mitad de la noche con una lluvia azotando con fuerza el asfalto.




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