Era un día cualquiera cuando ZhanYu, al caminar por el instituto, notó algo que lo detuvo en seco. A lo lejos, vio a Hendery sentado junto a unos árboles, últimamente hasta verlo era difícil, Hendery lo evitaba de todas las maneras posibles. El omega estaba con la cabeza baja, claramente tratando de evitar las miradas. La imagen ya lo inquietaba, pero lo que realmente captó su atención fue el grupo de chicos que se acercaba a él.
Las risas burlonas rompieron el silencio primero.
—¿Qué pasó, omega? ¿Tu alfa se cansó de ti? —preguntó uno de ellos, un chico alto con una sonrisa arrogante.
Hendery no respondió, limitándose a apretar los puños sobre su regazo.
—Tal vez ni siquiera tienes un alfa destinado —continuó otro, más bajo pero igual de cruel—. ¿Quién querría estar atado a alguien tan patético como tú?
ZhanYu sintió cómo su cuerpo se tensaba, cada palabra cayendo como una chispa sobre un mar de gasolina. Pero cuando el chico alto se inclinó y tomó a Hendery de la barbilla, obligándolo a alzar la mirada, algo dentro de ZhanYu se removió bruscamente.
—Vamos, míranos cuando te hablamos, omega —exigió el chico con una sonrisa maliciosa, apretando ligeramente su agarre. Hendery intentó apartarse, pero el gesto solo provocó más risas del grupo.
ZhanYu dio un paso hacia adelante, su visión comenzando a teñirse de rojo. Su respiración se volvió pesada, y en su mente no había más que imágenes violentas: él apartando a esos chicos a golpes, marcando un límite que no se atrevieran a cruzar de nuevo.
Pero entonces se detuvo, su cuerpo estaba temblando de rabia contenida. Sabía que si daba un paso más, perdería todo control. La idea de que Hendery lo viera en ese estado, que lo percibiera como alguien peligroso… “No puedo perder el control. No ahora.” Respiró profundamente, obligándose a retroceder un paso. Su corazón martilleaba en su pecho mientras se daba la vuelta, alejándose con pasos vacilantes.
Antes de que pudiera irse del todo, una voz familiar resonó en el lugar..
—Wow, impresionante. Cinco genios atacando a un omega solo. ¿Así es como compensan sus complejos?
El grupo giró la cabeza, encontrándose con Qiang Hao, quien caminaba hacia ellos con las manos en los bolsillos, su expresión tan tranquila como burlona. Aunque su complexión no era impresionante —delgado, 1.72 de pura insolencia y apenas 60 kilos de peso—, su reputación precedía a su tamaño. Qiang Hao podía ser pequeño, pero su lengua afilada y su tendencia a no retroceder ante una pelea lo convertían en alguien que era mejor evitar.
El chico alto frunció el ceño, soltando la barbilla de Hendery con desdén.
—¿Y tú, qué, enano? ¿Vienes a buscar problemas?
—Enano, ¿eh? —Hao sonrió con dulzura fingida—. ¿Quieres que te muerda? Ya sabes cómo termina eso.
Los otros chicos retrocedieron un poco, visiblemente incómodos. La última vez que alguien había intentado burlarse de Qiang Hao, había terminado con marcas de dientes en el brazo y una advertencia disciplinaria del director.
—¿Por qué no se van y evitan que alguien los vea haciendo el ridículo? —continuó Hao, alzando las cejas. —Digo, deben de tener mejores cosas que hacer… ¿O no? Ah, claro, olvidé que su única habilidad es ser unos idiotas. Perdón, mi error.
Uno de los chicos intentó replicar, pero Hao se acercó más, su expresión endureciéndose.
—Vamos, inténtalo. De verdad, me encantaría.
El chico alto apretó los dientes, evaluando sus opciones. Aunque Hao no era una amenaza física evidente, enfrentarlo siempre terminaba mal. Después de un tenso silencio, chasqueó la lengua.
—Vámonos —ordenó finalmente, empujando a uno de los chicos para que lo siguiera.
Uno por uno, el grupo comenzó a alejarse, lanzando miradas de advertencia a Hao y Hendery.
Cuando finalmente estuvieron fuera de vista, Hao se giró hacia Hendery, quien aún estaba sentado en el suelo, su rostro pálido y sus ojos vidriosos por las lágrimas contenidas.
—¿Estás bien? —preguntó Hao, cruzándose de brazos. Aunque su tono era más suave, había una clara mezcla de frustración y preocupación.
Hendery asintió lentamente, pero no dijo nada.
—Esos idiotas —murmuró Hao, pasándose una mano por el cabello— Cinco contra uno, y no solo eso, ¡contra ti! Deberían recibir un premio al nivel de estupidez.
Hendery bajó la mirada, pero Hao no había terminado.
—Mira, entiendo que no quieras meterte en líos, pero tienes que empezar a ponerte de pie, ¿sabes? Aunque sea un poquito. No puedes dejar que esos inútiles te sigan molestando—. Su voz se suavizó al ver la expresión de Hendery. —Pero bueno, también sé que no es fácil. Lo que sí sé es que tú eres muchísimo mejor que ellos.
Hendery sonrió débilmente, y Hao suspiró, ofreciéndole una mano para ayudarlo a levantarse.
—Vamos. Necesito café y tú necesitas dejar de llorar. ¿Te he dicho alguna vez que pareces un panda cuando lloras mucho? —bromeó Qiang Hao, intentando aliviar el ambiente.
Hendery soltó una risa suave. ZhanYu, oculto a lo lejos, no podía apartar la mirada. El enojo aún ardía en su pecho, pero lo que más lo confundía era la otra emoción que lo acompañaba: una necesidad desesperada de proteger a Hendery, de asegurarse de que nadie volviera a lastimarlo jamás.
Esa noche, ZhanYu no podía dormir. Se levantó de su cama, descalzo, y bajó a la sala donde su madre leía un libro en silencio. La luz cálida del lugar le transmitió algo de calma, suficiente para que se atreviera a hablar.
—Madre… ¿Puedo hablar contigo? —preguntó, sentándose junto a ella.
La señora Huang dejó el libro a un lado y le sonrió con suavidad.
—Claro, hijo. ¿Qué te preocupa?
ZhanYu miró sus propias manos mientras buscaba las palabras adecuadas.
—Es sobre alguien. Hoy… casi pierdo el control.
Su madre frunció el ceño levemente, preocupada.
—¿El omega que me dijiste que debías cuidar? —ZhanYu asintió lentamente— ¿Qué sucedió?
Editado: 22.02.2025