−Eleonora, ¿Te sentís bien?− le pregunta Amelia, una amiga que se hizo durante su estadía.
−Sí, claro.
Pero mentía, no se sentía bien.
Hace dos días no hablaba con Mateo, no le contestaba las llamadas y los mensajes ni siquiera los leía. Estaba pensando que él quería cortar y aunque de solo pensarlo le rompía el corazón, lo entendía.
Después de todo, las parejas a distancias estaban destinadas al fracaso. Capas estaba dramatizando, así que volvió a llamarlo pero obtuvo el mismo resultado, nada.
Al salir del trabajo, con la mirada baja camino por las calles que después de un tiempo, se sabía de memoria. Volvió a mirar su celular pero no había ningún mensaje de su novio.
Pero no sabía que Mateo se encontraba a solo unos pasos de ella, admirándola mientras la alcanzaba.
Cuando ella sintió un toque en su hombro se sobresaltó, haciendo que sus cosas cayeran al piso. Se agacho para recoger las cosas, cuando vio una mano que conocía muy bien, alzo la vista rápido y lo primero que vio fue su sonrisa. Igual que la primera vez que sus caminos se cruzaron.
Mateo sintió exactamente lo mismo que ella, pero sus sentimientos multiplicados por mil.
Eleonora, sin importarle sus cosas, se abalanzó arriba de Mateo abrazándolo fuertemente.
− ¿Qué estás haciendo aquí?− preguntó sin querer soltarlo.
−Digamos que mi mamá me abrió los ojos, ese fue el empuje que necesitaba para venir.
−Pensé... pensé que querías terminar conmigo y no sabías como decírmelo− dijo Eleonora entre sollozos de alivio al saber que estaba equivocada.
Mateo, al escuchar eso, la separa de él y agarra su hermoso rostro con las manos.
−Te amo ángel, no vuelvas a pensar eso.− y después de seis meses, sus labios volvieron a juntarse en un ritmo lento pero necesitado. Cuando se separaron, juntaron sus frentes y cerraron los ojos. Ambos sonriendo.
De repente, ella se levanta y tira de él, dejado sus cosas olvidadas.
−te voy a mostrar mi lugar favorito− dijo arrastrándolo.
Cuando llegaron a una plaza gigante, que era la favorita e ella y donde pasaba sus tardes.
Era un lugar que estaba siempre lleno de gente, pero era tan hermoso que eso no importaba.
−Es un bonito lugar− dice Mateo, cuando un grupo empieza a tocar una balada, a él se le ocurrió una gran idea.
Tiro de la mano de su novia y choco su pecho con el de ella.
− ¿Qué haces?− pregunta Eleonora divertida. Pero él no le contesto, simplemente se meció lentamente, haciendo que ella siga el ritmo lento.
Mientras la hacía girar sobre sus pasos y ella le regalaba hermosas melodías que salían de sus pequeños labios.
Estaban tan concentrados el uno con el otro, que no se daban cuenta que la gente que pasaba los miraban, algunos con ternura, otros escépticos y la mayoría con ganas de vivir un amor como el de esos dos jóvenes, que bailaban sin que les importe nada mas que ellos mismos.
Fin