Es el primer día de mi último año en el instituto, me es inevitable sentir cierta melancolía, es un lugar que sin duda extrañaré, he pasado muchos años aquí, tengo recuerdos que atesoraré y personas con las que compartiré el resto de mi vida.
El bullicio me espabila, alejándome de mis pensamientos y de inmediato noto que la entrada se encuentra bloqueada por un grupo de estudiantes.
Al parecer rodean a un alumno nuevo, es lo usual cuando una cara desconocida llega por aquí, más, cando se trata de un chico guapo; lo cual sé que es el caso; porque escucho a las chicas gritar con emoción. Por el momento no me interesa averiguar de quién se trata, me enteraré de alguna forma y lo más seguro es que sea un completo desconocido.
A pocos segundos de poder ingresar, el chico que parecía ser el centro de atención minutos atrás, ahora se encuentra bloqueando mi camino.
—¡Hola, mi amor!— saludó el desconocido, con una radiante sonrisa en su rostro.
—¿Mi amor?— pregunta la joven en evidente confusión—. Disculpa, pero no te conozco.
—¿No me recuerdas? Pareces estar confundida—Se mostró sorprendido y su mirada parecía denotar desilusión.
—¿Y como no? Se cruza en mi camino y me trata de “mi amor” siendo un total extraño—inquirió sintiendo molestia, sobre todo por la forma en que los demás observaban la escena, sería la comidilla de todos desde el primer día.
—¿Soy un total extraño para ti? —Las personas rumoreaban entre ellas y en cuestión de segundos, la joven se alejaba, casi huyendo de los ojos curiosos—. —Veo que tendré que decírtelo, porque si no te me vas—. La estaba sujetando del brazo, sin ejercer fuerza, solo para evitar que se fuera.
—No tengo ni idea de como sabe mi nombre, pero si va al punto, lo escucharé— Su cara lucia seria, estaba de más aclarar la razón.
—Soy, nada más ni nada menos, que el amor de tu vida— respondió con convicción, volviendo a sonreír.
—¿Es en serio?— arrugo su ceño, esperando ver un cambio de actitud en él, pero parecía seguro de lo que decía. Estaba muy loco, esa era la verdad—. Bueno, Adiós ¡No voy a seguir escuchando tus chistes, chico nuevo!
—¡Me llamo Santiago!— Con solo tres palabras, logro obtener su atención, y de inmediato se volteó hacia él.
—¿Santiago? ¡No lo puedo creer! ¡Mi amigo de la infancia!— tapo su boca con sus manos como signo de sorpresa; lo estuvo procesando por unos segundos y llevo al chico a un lado más apartado.
—Sí, pero te falto “el amor de mi vida”— mencionó la frase mientras enfatizaba con los dedos.
—¡Ya basta! No bromees, sabes que eso lo decía por juego cuando era una niña—lo abrazo sintiéndose feliz por el inesperado reencuentro con el chico de ojos marrones.
—Lo sé, pero ¿Recuerdas como sucedió? ¡Te veías muy linda!—
—¿Cómo olvidarlo?— rio ante el recuerdo compartido de su niñez.
—¿Qué sucede Leyla?— preguntó, preocupado, por el cambio repentino de la sonriente niña.
—Recordé algo que quería preguntarte—
—Sabes que puedes preguntarme lo que sea, adelante— poso una de sus manos en el hombre de la infanta para darle confianza.
—Hace rato, escuche a mi papi decirle a mi mami que ella era el amor de su vida; y pregunte que significaba—
—¿Y qué te dijo?— se sentía curioso por saber lo que realmente quería decir su pequeña amiga, ya que se veía bastante nerviosa.
—Dijo que es cuando tienes una persona especial, a la cual deseas cuidar y pasar todo el tiempo con ella —tomo una breve pausa antes de volver a hablar— Lo que quería saber, era si tú tienes una persona así—
—¡Sí, esa persona eres tú!— bajo su cabeza, avergonzado y sintiendo sus orejas arder, estaba siendo sincero.
—Bue-Bue- Bueno, entiendo que como amigos me quieres mucho, así como yo a ti, está bien— Y sin esperar otro comentario, salió corriendo al otro lado del patio siendo un manojo de nervios.
—De hecho no me refería a eso— Se sintió triste al notar que su compañera de juegos ya no estaba frente a él, a pesar de su corta edad, sabía bien lo que significaba esa palabra.
—Acá estoy, ven a jugar— agitaba su mano para captar la atención del pequeño, sintiéndose contenta por la respuesta que obtuvo.
Al entrar al instituto, la felicidad y sonrisas que pudieron haber compartido minutos atrás, se desvaneció por completo. Todos les abrían espacio y los veían de manera sospechosa, como tratando de analizar cada gesto y palabra que intercambiaban; todo, de manera muy poco disimulada.
«¿Apenas llego, y ya está tras él?»
«Pobre Carlos, es tan bueno con ella y así le paga»
«¿Engaña a su prometido con el chico nuevo?»
Siempre evitaba dar de que hablar, pero parecía no importar lo que hiciese, ya que siempre tenían algo nuevo que comentar y nunca era algo bueno.
Antes no era así, pero desde que empezó su relación con su prometido, no había comentarios positivos para su persona, y de cierta forma sentía merecerlo, puesto que se culpaba de lo ocurrido con su amiga, aunque ella parecía haber olvidado el tema hace varios años.
—¿Y qué te ha parecido el recorrido?— pregunto después de haberle mostrado las instalaciones por más de veinte minutos.
—Creo que fue buena idea transferirme— expreso con sinceridad, aunque no le importaba en lo más mínimo las instalaciones del lugar, la razón de estar ahí era mucho más relevante, no podía estar más feliz de tenerla a su lado.
—Has estado estudiando en el extranjero desde hace mucho, ¿Por qué hasta ahora, has regresado?— De pronto se sintió curiosa por ese hecho, recordaba como de pequeña siempre espero a su regreso; pero al pasar de los años empezó a aceptar que talvez no regresaría.
Editado: 16.11.2024