Una semana había pasado desde el altercado que causó la actitud de Leyla, ahora se reunían para celebrar su cumpleaños número quince, aunque todo no era más que una mera formalidad, esperaban poder concretar la alianza y cerrar el asunto. Y así fue.
La joven aceptó firmar el acuerdo después de largas horas de conversación con sus padres, se mostraba rebelde y reclamaba cuando algo no le parecía; pero era bastante manipulable y con las palabras correctas lograron convencerla de que estaría bien.
Apenas colocaron sus firmas en ambas hojas, los mayores guardaron los documentos; y el chico, quien se había mantenido callado todo ese tiempo, pidió a su ahora prometida, salir un momento a pasear.
Ambos caminaban juntos por el parque, aunque separados por una distancia prudente, era un día perfecto para pasear; pero el ambiente entre ellos no era muy bueno, reservaron una mesa en un café cercano a la residencia.
—Quiero disculparme por mi actitud de ese día, no te lo merecías y si te soy sincero me pareces una chica muy linda y madura, solo me tomo por sorpresa esa noticia, ya que no me habían consultado antes— Carlos, lucia muy apenado y sus disculpas parecían sinceras.
—Claro, te disculpo y yo también me disculpo por mi comportamiento, estaba igual o más sorprendida— El chico sonrió en respuesta y coloco frente a ella una cajita.
—¿Un regalo de cumpleaños?, no tenías que molestarte— Su rostro mostraba sorpresa, ella no se esperaba ese cambio en tan pocos días; talvez no sería complicado lidiar con su nueva relación.
—No es molestia—
Con sumo cuidado se dispuso a abrir su regalo, dentro de la caja se encontraba un juego de joyas en tonos celestes y blancos, junto con una nota, escrita a mano.
“Por favor no cierres tu corazón para mí, dame una oportunidad y sé que esta boda será algo que a los dos nos emocionara en unos años”
Pdst: Del engreído que ahora está arrepentido, para mi querida prometida.
—¿Qué te pareció mi historia de amor? ¿Él es el mejor o no?— pregunto ella muy sonriente.
—Muy bonita historia y si tú dices que él es el mejor, pues debe de ser así - dije con un notorio sarcasmo, no lo conocía; pero dudaba de que fuera la mejor persona para ella.
—¿Qué te sucede? Acaso ¿Estás celoso?—Leyla se acercó a pocos centímetros del rostro de su amigo, haciéndolo casi contener la respiración ante tal inesperada acción.
—¡Claro que no! Y no te acerques tanto, podrían malinterpretar las cosas—Se excusó para alejarla, sintiendo como sus latidos empezaban a regularse a un ritmo normal.
—Por cierto, ¿Dónde está “El mejor”?—
—¿Quién dices? ¡Mi novio! —rio ante la burla que su amigo le hacía, por como antes se había referido a Carlos— Creo que falto, porque es raro no haberlo visto en todo el día, aunque no sé por qué no me aviso nada—respondió cabizbaja, cayendo en cuenta del raro actuar de su novio, por lo general eran muy comunicativos.
—Mejor que no haya venido, no tendré que verlos juntos el primer día— pensó sonriendo.
—¡Qué pena! Y yo, que moría de ganas por conocerlo— fingió con un tono cargado de pena en su voz, aunque en su mente se sentía aliviado de no tener que haberlo visto juntos desde el primer día, viera sido sumamente agotador para él.
—¿Sabes que se nota tu sarcasmo? ¡Nos acabamos de volver a ver después de tantos años y ya me molestas!—
— ¡Mi amor! ¿Tan pronto te cansaste de mí?—
—¡Basta, sabes que te amo!, aunque eres un dramático— sonrió ante los berrinches de su amigo, parecía tener frente a ella al mismo niño con quien compartía tardes enteras de juegos y diversión.
Al término de las clases, Santiago se ofreció a llevarla a casa y durante todo el camino le sujeto la mano entrelazándola, con la excusa de que era una forma de protegerla, pero ni él mismo se lo creía, y sus mejillas sonrojadas lo delataban, pero al ser de noche Leyla no lo pudo notar y dejo que sujetara su mano, se sentía tranquila junto a él, justo como en su infancia.
Al llegar a la entrada, él decidió, con pena, soltarle la mano para que pudieran despedirse y así marcharse a su casa.
—Creo que ya es hora de que me vaya, me quedo tranquilo de verte dejado frente a tu casa. Nos vemos mañana y salúdame a tus padres, por favor—
—¡Espera!—. —Podrías pasar un rato a saludar a mis padres, después de todo ellos te
aprecian mucho y se alegrarán de verte— No entendía por qué se encontraba nerviosa, pero esperaba una respuesta positiva.
—¡Me parece bien! Gracias por invitarme a pasar, ¡Eres la mejor mi amor!— agrego mostrando una sonrisa con todos los dientes expuestos.
—Pasa entonces, mi amor—
—Gracias, con tu permiso— entró casi corriendo con el corazón acelerado de la emoción, por como lo había llamado su amiga.
A este paso, estaba seguro de que lo que sentía por ella había crecido conforme iba cumpliendo años.
Leyla corría emocionada por el lugar; lucia diferente ese día; pero ella no lo notaba. Tocó levemente la puerta del cuarto de sus padres y entro saludando eufóricamente, quiénes felices, extendieron sus brazos para envolverla.
Los padres de la joven eran cariñosos con ella, al ser su primera y única hija la criaron con mucho amor y cuidados.
El señor Tzes es un hombre amable y generoso, siempre se lo podía ver de buen ánimo; por otro lado, su esposa era una mujer de carácter, solían discutir a menudo cuando estaban solos, y empezaban a tener diferencias que cada vez les era imposible superar.
Aparentaban cariño frente a su hija; pero, la verdad era que de a poco todo sentimiento se había ido apagando. El dinero, era sin duda una razón más para discutir a diario, tenían una empresa que fundaron de jóvenes, pero hace mucho dejaron de tener éxito por malas inversiones. Intentaron recuperarse aliándose con la familia Sunday, eso los había ayudado a mantenerse a flote; pero esperaban que aquello se concretara en un evento oficial, como lo sería la ceremonia de boda.
No eran la familia perfecta y tampoco constaban de una buena economía como pensaban todos, incluyendo a la misma Leyla.
Editado: 16.11.2024