Nuestro destino es amarnos: Primer Reencuentro

Capítulo 7

Aquel día; Carlos, al salir de la casa, entró a su carro y manejó evadiendo el límite de velocidad, incluso había estado a punto de chocarse con un poste, que para su suerte, logró evadir segundos antes del impacto.
—¡Maldición! —gritó mientras golpeaba su cabeza contra el volante—. ¿Qué diablos me pasa? ¡Leyla, esto es tu culpa! ¿Cómo pudiste?

 

Al recostarse en la cama, fue inevitable recordar cada momento que pasó con Leyla: Los mejores, donde compartían entre risas y salidas; momentos donde estaban a solas y en complicidad. Por otro lado, estaban los peores momentos, que eran como los de hace poco, donde perdía el control y se dejaba llevar por sus celos y la irracionalidad; sin embargo, nada se comparaba a lo que había hecho esa noche.

De repente se encontró cuestionándose…
¿Por qué lo hice? ¿Por qué?

 

—Hijo, ¿Qué sucede?— preguntó asustada la señora Leigh del otro lado de la puerta, había escuchado algunas cosas romperse, y gritos provenientes del cuarto de Carlos.


—Hijo, ¿Pasa algo? ¡Por favor abre!— pidió calmado su padre, quien conocía bien de la actitud y los arranques de ira que lo poseían desde una temprana edad.


—¡Quiero estar solo!—
—Pero hijo es que…— Se detuvo al escuchar una réplica instantánea de su hijo
—¡Para por favor!— Gritó perdiendo el control ante la insistencia de la mujer.

Los señores Leigh detuvieron sus pedidos y se alejaron del cuarto de su hijo, sin poder hacer nada más.

—¿Qué ocurrió ayer? ¿Ya te sientes bien?— preguntó, primero el Señor Leigh, mientras daba un sorbo a su taza de café.
—Hijo ¿Qué pasó? Cuéntanos— Insistió ahora la señora Leigh, ansiosa por oír a su hijo.
—Nada importante, ya paso y me siento mejor—
—¿Vas a ir?— Ya que la última semana había faltado para ir a ayudar a su padre en la empresa y así ir aprendiendo a manejar el negocio familiar, pensó que faltaría unos días más.
—¡Claro madre! Hoy es lunes, he faltado muchos días—
—¿Y Leyla? ¿Cómo ha estado? No nos has hablado de ella en estos días— intervino el mayor curioso por oír novedades de la prometida de su hijo.
—Sobre eso, únicamente tengo que decir que se cancela el compromiso-
—¿Qué pasó? ¡No puedes hacer esto! Si discutieron, deben hablar y solucionar sus problemas— aconsejó su padre.
—Ya terminé con ella, padre— contesto sin ganas de seguir con el tema.

—¡Piensa bien lo que dices, te puedes arrepentir! No voy a romper esa alianza, por un malentendido entre ustedes—
—Como te dije, ya terminamos—

¡Piensa bien lo que dices, te puedes arrepentir!
Talvez su padre tenía razón, pero si luego se arrepentía, ¿Qué podría hacer?
Si ella no lo había engañado, ¿Sufriría por sus actos y rogaria por un perdón que no sería dado jamás?
Empezaba a cansarse de encontrarse, cuestionándose así mismo a cada segundo.

Pero su coraje era tanto, que no le importaba nada más, ese supuesto engaño era todo para él, suficiente para alejarla de los planes que tenían, de su vida y un futuro juntos.
Había tomado una decisión y no podía retractarse, definitivamente no quería cambiar de parecer.

Al llegar al colegio, respiro profundo y se relajó al toparse con algunos compañeros que lo saludaban; sin quererlo, se atrapó buscándola con la mirada por todos lados; aunque era evidente su ausencia en el lugar.
No quiso preocuparse, pero lo estaba haciendo, hasta que choco con alguien que esperaba no tener el gusto de conocer y su humor empeoro.

—¡Deberías tener más cuidado! ¿Acaso no ves por donde caminas?— se quejó mientras arreglaba sus prendas, quitando inexistentes arrugas.
—No fue solo culpa mía, tú no estabas mirando al frente— respondió Santiago, molesto por la forma en que le hablaba, no había sido para tanto.

—¡Carlos, ese es el” amiguito “de tu novia!— le susurró al oído Óscar, su amigo más cercano, él que siempre lo mantenía informado de todo, quien se había acercado tan pronto como vio el incidente.
— ¿Así que tú eres la persona que se entrometió en mi relación?— dijo agarrándolo con fuerza del cuello de la camisa.
—¿Así que tú eres su novio?— pregunto cansino, zafándose del agarre y acomodando su camisa, restándole importancia al chico frente a el.

—¿Sabes? Me enoja oír como ella habla maravillas sobre ti, aun cuando no eres ni la mitad de bueno de lo que dice. Pero yo no me he metido entre ustedes, soy su amigo de la infancia, nada más— Le dolía un poco decirlo, pero sabía que así era; ella solo lo veía como su amigo, el pequeño niño con el que jugaba a diario.
—¡No mientas!, aprovechando mi ausencia, intentaste conquistarla y quedarte con ella— acusó sin saber que más decir, en su cabeza se repetía la misma idea que había sido fundamentada por su amigo.

—¿A dónde crees que vas?— Carlos, sujeto del brazo a Santiago, sin moderar su fuerza, cuando estaba por irse, dejándolo con la palabra en la boca y con la ira en incremento.
—¡Déjame en paz! Tengo clases y no puedo perder el tiempo contigo—

Sin previo aviso, Carlos lanzó su primer golpe con fuerza, atinando con certeza en gran parte de su rostro; no podía dejar que todos sus compañeros vieran como un chico nuevo lo ignoraba y lo dejaba como tonto.

El atacado reaccionó y golpeó su estómago con mucha más fuerza, haciéndolo caer al suelo por el dolor incontenible y segundos después se levantó como pudo y le regreso el golpe; Santiago respondió por igual, ninguno de los dos se dejaba e iban a la par de los movimientos.
Sin nadie que pudiera intervenir; las personas se reunían alrededor de ellos para contemplar de cerca el espectáculo, algunos incluso grababan y otros vitoreaban apoyándolos. Sin embargo, unos estudiantes que se preocuparon por el final de esa pelea, decidieron llamar a un docente para que pueda separarlos.

El docente llegó y los separo con mucho esfuerzo, obteniendo algunos golpes de paso. Los llevo al rectorado, donde recibirían sus merecidos castigos por el alboroto que causaron con su pelea.
Fueron dos largas horas de regaños y reflexiones, obtuvieron citatorios y también tendrían que quedarse para realizar la limpieza tres semanas consecutivas de cada curso, pasillos y baños, empezando desde ese mismo día.




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