Nuestro destino es amarnos: Primer Reencuentro

Capítulo 8

—¿Qué le paso a tus lindos brazos?— con sutileza agarra sus manos y en un suave toque los acaricia.
—Un pequeño accidente, pero no es nada grave. Mi papá me está ayudando a curar las heridas— dijo algo nerviosa por tacto.

 


—¿Y tu mamá?—
—Ella está molesta porque nuestra relación terminó, lo adora—

Pocos minutos después, llega el papa de Leyla y lo saluda muy alegre con una de sus características sonrisas amables, charlo un rato con Santiago y justo antes de subir realizo un último comentario.
—Mi hija ya no tiene nada con ese chico, deberías aprovechar esta oportunidad, ¡Yo te apoyo!—
—¿De qué hablas papa? No digas cosas como esas, acabamos de terminar— Sabía que su padre lo había dicho en son de broma, pero aún no se sentía lista, le dolía hasta la más leve mención de su ex pareja.

Antes de irse Leyla le dio un regalo que había comprado para su tía, cuando supo que estaba enferma y a la vez Santiago le entrego una caja de bombones, que sabía que amaba desde que era niña, vio sus ojos brillar y supo que aún eran sus favoritos, se sintió complacido. La joven lo envolvió en sus brazos y depositó un casto beso en su frente como despedida, tal y como solía hacerlo años atrás; haciéndolo sonrojar furiosamente, algo nervioso se despidió y salió casi corriendo.
«Qué lindo eres Santi, me has alegrado mucho, espero poder estar siempre junto a ti»

—¡Tía, llegué! Disculpa que llegue a esta hora, fui a visitar a Leyla porque ha estado faltando a clases y estaba muy preocupado— dijo revisando su reloj, notando que casi eran las once de la noche, no salía andar a esas horas fuera de casa; pero sin duda había valido la pena.
—¿Así que Leyla? Umh ya veo— pellizco un brazo de su sobrino, divertida.
Por segunda vez en el día su rostro estaba completamente rojo.

—Mira, ella te envía algo— le extendió el regalo que le había dado la joven para su tía.
—¡Qué linda jovencita! Veamos, ¿Qué podrá ser? —deshizo el lazo con cautela, descubriendo una linda cadena con un dije de corazón que se podía abrir, aquellas en las que se colocan fotos de ambos lados— ¡Está muy linda! Tendré que visitarle pronto y agradecerle esto, aquí colocaré una foto tuya y una de mi difunta hermana, las personas más importantes de mi vida.
—Tú también eres lo más importante en mi vida, querida Tía— Fue envuelto en esos brazos familiares que lo habían consolado desde que perdió a su madre.

—¡Maldito imbécil! Arruinaste todo— gritó furioso mientras caminaba en círculos por su habitación.
—¡Tranquilo amigo!— Óscar se encontraba sentado en el borde de la cama, preocupado de ver a su amigo tan alterado.
—Te haré pagar muy caro esto —tomo un respiro despeinado sus cabellos, parecía que empezaba a calmarse—. —¡Mierda!— nuevamente grito y tiro al suelo, todo lo encontraba a su paso, sin importar qué eran cosas de él mismo.
Su amigo, nervioso, intentaba calmarlo y recogía algunas cosas que por fortuna salían ilesas de los golpes de su dueño. Ya estaba tan acostumbrado a su actuar, que ni siquiera se asustaba; solo lo acompañaba y esperaba que se calmara. Así había sido siempre.

Los días pasaron y llego el momento de volver a clases. Leyla, iba acompañada de Santiago, quien le hacía conversa para evitar que escuche los más recientes chismes sobre “Un triángulo amoroso” que dejaban en alto su nombre, con apodos poco agradables.
Caminaron muy cerca del grupo donde se encontraba Carlos, ella estaba asustada y algo entristecida por el modo en que terminaron; pero cuando pensaban que todo iba a acabar al llegar al salón, Carlos la detuvo a pocos pasos.
—¿No, que no me engañabas con él? ¿Por qué están juntos ahora?—
—¡Suéltame!— intentaba zafarse del agarre que había ejercido él en su antebrazo.
—¡Suéltala idiota! —quitó con fuerza la mano del otro, liberando a Leyla—. —Ella ya no es nada tuyo, ¡No lo olvides! Así que no le vuelvas a poner un solo dedo encima— sin esperar una reacción, se dio media vuelta guiando a Leyla hacia otra parte, lejos del salón de clases.

A pesar de que se marcharon, Carlos seguía gritando desde la distancia, causando que los que pasaban por ahí, se le quedaran mirando, asustados por su reciente forma de actuar, inusual en como se mostraba en el instituto.
Sin notarlo, una chica llega y coloca sus manos sobre sus hombros en un intento de detenerlo y captar su atención.
—Mi amor ¿Qué pasa? ¡No debes enojarte más por esa desvergonzada! Ahora me tienes a mí— esbozo, una sonrisa coqueta atrayendo su atención.
—¿Qué haces Anna? ¡Estás loca! No digas cosas sin sentido— se alejó de su sutil agarre y la mira enojado, estaba cansado de ella, parecía una acosadora que nunca se cansaba de hostigarlo.

Pasaron las horas y se acabaron las clases.
Leyla abrió su taquilla y recogió algunos libros en los que necesitaba trabajar y los guardo de inmediato en su mochila para salir lo más pronto posible y acabar con sus actividades del día. Al salir por uno de los pasillos, logro distinguir a su mejor amiga y quiso saludarla, extrañamente no la veía hace mucho y eso le empezaba a preocupar, ya que no habían peleado y no entendía su distanciamiento. Pero al acercarse más logro, distinguir a alguien que la acompañaba.
Era Carlos, la persona que no lograba dejar de querer, justo ahí, besándose con quien consideraba su amiga.
No se sometería a esa tortura, no seguiría viéndolos besarse, no era masoquista, giro lo más rápido que pudo y con torpeza termino tropezando con un tacho de basura; por ende la pareja termino notando su presencia.

—¡Leyla, no es lo que crees!— reacciono de inmediato Carlos, está asustado, demasiado considerando el hecho de que ella ya no era su pareja.
—¿Con qué cara te atreves a acusarme a mí? Cuando claramente tú eres quien me engaña —tomo un respiro e intento secar las lágrimas que empezaban a salir—. ¡No te quiero volver a ver, no me hables ni me mires! ¡Lárgate de mi maldita vida para siempre!
—¡Espera, en serio no es lo que crees! ¡Demonios! ¡No me puede estar pasando esto!— Furioso, golpea la pared sin saber qué más hacer, ya que la joven se había alejado corriendo de la escena.
—Ya déjalo, ella ya no es importante— comentó desplazando su mano por el labio del otro.
—¡Cállate, Anna! ¿Qué crees que haces? ¡No vuelvas a hacer esto! Tú y yo no somos nada — señalo furioso, lo había besado sin su consentimiento y parecía haberlo hecho adrede.




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