Nuestro destino es amarnos: Primer Reencuentro

Capítulo 10

Cuando notó que Leyla los había visto, su mundo se vino abajo, se sintio aterrado a pesar de no haber hecho nada, él no habia tenido la culpa.
¿Por qué? Ya había terminado con ella, no tenian nada, pero aún asi no era algo que hubiese deseado que ella presenciara.

Sin pensarlo corrió hacia ella, en un intento de alcanzarla y explicarle que las cosas no eran lo que parecian.

—¿Qué haces? ¡Suéltame idiota!—
—Por favor hablemos tranquilos— se sorprendió, ya que ella no era de usar esas palabras, a menos que se molestara en demasía. 


—No tenemos nada de que hablar, mi padre ya les anunció el término de este compromiso a tus padres—
—¡Mírame! —Intentaba buscar su mirada, pero ella le huía, así que la sujeto de los hombros y la zarandeo un poco para obtener su atención—. —¡Tú no me dejarás! ¡No puedes hacerlo!— Conectaron miradas, aunque ambas cargadas de un sentimiento completamente diferente.

—¡No me vuelvas a poner una mano encima!— se soltó del agarre con fuerza alejando la mano contraria.
—Pareces estar más resentida que yo ¿Olvidas lo que tú hiciste? Ahora ya estamos igual —Tomó una pausa esperando oír alguna réplica, pero no paso—. —¿No es así?— Ante los ojos de ella, él parecia estár admitiendo lo que habia visto antes, eso le dolía demasiado «¡Que tonta! ¿Qué esperabas?» Se reciminó asi misma.

—¡Maldición Carlos! —Y una vez más lloro frente a él —¿Acaso me viste? ¿Cómo puedes estar tan seguro? Es mi amigo ¿Podrías entender eso?— Parecía estarle rogando comprensión, su mirada sincera lo hacia dudar, pero no retractarse. 
—Mi amigo lo dijo, nunca me miente, confío en él—

—Era mi amiga ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué ella? — reclamó en voz baja—. —No sabes cuanto me dolió las cosas que dijiste ese día en mi casa y cuanto me duele esto. Aún asi tú sigues aquí, haciéndome más daño— Sintiendo sus piernas flaquear, se deslizó por la pared, terminando en cuclillas, cubría su rostro intentando acallar sus sollozos.
—¡Tranquila, lo siento! Me he excedido— se acercó lentamente para ayudarla a levantarse, sintiendo el ser más estúpido del mundo.
La conocia demasiado bien para saber que debia decir y que no, teniendo en cuenta lo sensible que era y como se derrumbaba ante el dolor.

—¡Aléjate ahora mismo! Ni se te ocurra tocarla— en el pasillo apareció Santiago, quien a pasos apresurados se interpuso entre ellos y la ayudo a levantarse.

—¡Gracias!— sonrió sintiéndose aliviada al verlo ahí.

—¡Perdóname Leyla! Te amo, no sé qué me está pasando— Se disculpó, pero su mirada atravesaba a Santiago, detestaba lo entrometido que era.


—Ten, toma un poco— le tendió una botella de agua que habia acabado de comprar.  Ahora se encontraban sentados en unas bancas, parecia estar más tranquila.
—¡Gracias Santi! Mañana nos reuniremos con su familia ¿Crees que podría terminar con esto?—
—Esto terminará y si no es así, aquí estaré para apoyarte— cruzó su brazo por encima de los hombros de la chica, haciendo que intuitivamente ella reposara su cabeza en él, brindándole esa paz y tranquilidad que tanto había anhelado desde su partida.

 

—Gracias por su comprensión— sentía los ojos humedecidos, ambos habían sido muy buenos con ella, la querían realmente y casi se había acostumbrado a esa familia. La pareja Sunday al fin habia aceptado terminar el compromiso.
—De nada hija, no te mereces esto, encuentra tu verdadera felicidad— dijo el señor Sunday tomando las manos de la muchacha.
—¡Leyla no me hagas esto! Yo te amo y tú a mí ¿Verdad?— Esperaba obtener una respuesta que reconfortara su Corazón, era un intento tonto el que hacia; pero no le importaba.
—Ya no lo hago— confesó con frialdad, sus ojos denotaban seguridad y eso termino de romper a Carlos. Sin saberlo todo cambiaria y se convertiria en alguien que jamás creyó ser.

—¡No es cierto!— desesperado se levantó de su asiento intentando acercarsele, siendo detenido por su madre que lo abrazaba con fuerza. A la mayor, le dolía demasiado ver a su hijo asi. 
—¡Adiós, Carlos!— se despidió, esperando sacarlo de su vida para siempre mientras se secaba algunas lágrimas, prometiendo que esta vez serían las últimas, no queria ser tan débil y pondría de su parte para que asi fuese.

«Adiós Carlos, Adiós para siempre»
Sin embargo, el para siempre no existe, y esta no seria la excepción.

 

Después de algunas semanas de haber terminado el compromiso, Leyla pudo darse un respiro, tratando de olvidar y eliminar todo el dolor que restaba en su corazón.
La señora Tzes aún estaba molesta por la decisión que su hija habia tomado, y como muestra de su enojo, no le habla y la ignoraba. Recordaba como se habia tomado días enteros para convencerla de retractarse y no lo habia conseguido. Eso terminó de  fastidiarle.

Por otro lado, el Señor Tzes se mostraba muy feliz, para él fue lo mejor que le pudo pasar en toda su vida. Hasta ese punto era su alegria.
Las tardes pasaron entre risas compartidas por el mayor, Leyla y Santiago, veian peliculas después de clases y algunas veces se diviertan con juegos de mesa. 
Los fines de semana, la Tia Yuni invitaba a Leyla a su casa, para tardes de Karaoke y preparar algunos postres. Y en secreto, cuando Santiago se descuidaba, la mujer sacaba el albúm de fotos de su sobrino, allí habían muchas fotos que podrían considerarse vergonzosas, por eso procuraba que él no estuviera presente. 
Ambos intentaban subirle los ánimos, y ella lo notaba, era imposible no sentirse mucho mejor.

Sin embargo, eso era algo a lo que no se integraba la señora Tzes. Ella preferia aconsejar a Carlos y encontrar el modo de arreglar esa relación, pero él solo se limitaba a escuchar, aún no estaba listo para insistir; después de todo, sabía muy bien que tenía la culpa de todo.

 




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