Nuestro destino es amarnos: Primer Reencuentro

Capítulo 17

Después de esa molesta y rara conversación con Carlos, Leyla estaba preocupada. Sin duda, sus palabras la habían inquietado.
¿Lo creía capaz de provocar un daño de tal magnitud?

—Tía ¿Cómo sigue?—

—Igual, no hay cambio— Su mirada solo transmitía tristeza, estaba cansada y empezaba a perder la esperanza.
—Él mejorará muy pronto, no se preocupe tía—
—Estoy segura de que mi niño salta de la felicidad al saber que siempre vienes a verlo—comento, mostrando una pequeña sonrisa. Había recordado lo mucho que su sobrino se emocionaba cada que le hablaba de la joven.
—Entonces, ¿Podría pasar a verlo?—
—¡Por supuesto!—

Entrando al cuarto, se encontró con él, un cuerpo sin movimiento, quieto y en la misma posición que el día anterior.
Él sube y baja de su pecho, le indicaban que él, seguía ahí. Sus ojos se encontraban cerrados y lucia muy relajado, como si solo estuviese descansando.

Se acostó sobre él y lo abrazó con sumo cuidado, derramó un par de lágrimas en el proceso; pero las seco enseguida, e intento sonreír para empezar a hablarle.
—Sonrió para ti, sé que de seguro me oyes, ¡Así que, quiero que te apures levantándote, no seas perezoso! —agachó la cabeza para cortar el camino de sus lágrimas e intentó continuar—. —¿Sabes? Ya tengo una respuesta, pero te la diré cuando despiertes, así que no demores— acarició sus mejillas y bajo hacia sus labios, llevando su mano a su boca, para depositar un beso que termino por dejar en la boca del muchacho.

—Ese día escuché tu declaración; pero nunca lo hubiera imaginado, a pesar de que mi papá dice que tus acciones siempre lo demostraron, discúlpame, ¡Nunca me lo replantee y no pensé en como me sentiría al respecto!—

“¿Cuánto tiempo lo mantuviste en secreto?”
“¿Fue doloroso?”
“¿Te hirió saber que me casaría con alguien más?”
“¿Te lastimé al amar tan ciegamente a otra persona?”

—Dentro de mí, siempre hubo otro tipo de sentir que no me atrevía a interpretar. Ahora que lo sé, no puedo ni imaginar estar sin ti—

—Tú me has salvado, y yo sería capaz de hacer lo mismo por ti “mi amor”, te protegeré del peligro, e incluso si el mismo tiene un nombre y apellido-
El timbre de su celular empezó a sonar, mostrando una llamada entrante de su padre, por lo cual se apresuró en salir del cuarto.
—Papá me está llamando, voy a salir un rato, ya vengo— anunció, aunque no tuviera la certeza de ser escuchada.

Al salir de la habitación quiso avisarle a la Tía Yuni, pero no estaba a la vista
—Talvez fue por unas bebidas— pensó ignorante de la amenaza que se avecinaba. No le quiso dar tantas vueltas y se alejó de la habitación para al fin contestar la llamada.

Inmediatamente, una persona salía de su escondite y se asomaba con sigilo, asegurándose de la distancia en la que se encontraba Leyla. El hombre llevaba un abrigo negro y gorra del mismo color, que cubría sus ojos de forma parcial.
Entró de inmediato a la habitación, con suma cautela, cerró la puerta y se acercó a la camilla donde se encontraba el paciente.

Se tomó su tiempo antes de hablar y se dedicó a observar fijamente al paciente; divisando, así, un ventilador mecánico que lo ayudaba a mantener una respiración adecuada. Tal parecía que no podía respirar por su cuenta y el accidente lo había dejado en un estado de coma de gravedad.
Aun así, encontraba en él, una inmensa paz que lo envolvía, ajeno de lo que ocurría en ese momento, No podía divisar ni un solo movimiento, más que el de su pecho subiendo y bajando cuidadosamente; entonces una sonrisa se apoderó de su rostro.

—¡Pero qué resistente! ¿Aún no mueres? —preguntó, esperando tontamente una respuesta—. Pensé que con atropellarte bastaría. Aun así, ¡No permitiré que estén juntos! ¡Aquí y ahora, morirás de una vez por todas!

Sin prisas, acercó sus manos hacia la máquina que se conectaba con él, desconectó los cables y sonidos empezaron a hacerse presentes, estos avisaban a los doctores que algo había ocurrido y que no les permitiría monitorear la condición vital del paciente. Los doctores, en estado de alerta, llegaron corriendo uno detrás del otro y se encontraron con la puerta abierta, pero con la habitación vacía.

—Disculpe, señorita— El hombre se disculpó a baja voz y paso de lado, sin mirar a la persona que había chocado. Rogando no ser reconocido por ella.
—¡Pero qué apuro tendrá para correr de esa forma por los pasillos de un hospital!— Se quejó, mientras sobaba su brazo.
—Hija, ¿Qué pasa?— preguntó su padre, a través de la línea.
—Choque con alguien papá, no pasa nada—

Algo la tenía inquieta desde que salió del hospital, no se sentía bien y decidió ingresar después de pocos minutos. Las palabras de su ex prometido rondaban en su cabeza y no le daban más que inseguridad.
Con el corazón tembloroso se acercó a la habitación, después de ver como varios doctores corrían hacia aquella habitación. Solo habían pasado segundos desde que salió, y ahora que regresaba algo andaba mal.
No entendía que estaba pasando, ¿Su inquietud era por esto? ¿Algo malo ocurría con Santiago?
—Papá, tengo que colgar, parece que paso algo— anunció, sintiendo que en cualquier momento se le resbalaría el celular de las manos.
—¿Qué paso? ¿De qué hablas?—
—¡No lo sé Papá! Tengo que ir a ver—
—¡Voy para allá!—




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