—¡Bienvenidos a casa!— Santiago recibía a sus amigos con entusiasmo mientras su esposa se encontraba en el patio, conversando con el Señor Pedro, quien había llegado un par de horas atrás con una actitud cabizbaja y algo melancólico.
—¿Y Leyla?— preguntó Cristina, al no verla en la sala.
—Está en el patio con el Señor Pedro—
—¿El Señor Pedro?— preguntó la chica extrañada, últimamente había notado como el hombre se hacía más cercano a la pareja. No le incomodaba la idea, solo que al conocerlo, lo había visto como un hombre lejano, alguien distante y bastante serio.
—Sí, él suele venir a visitarnos cuando tiene tiempo. Se preocupa mucho por nosotros— Era cierto, iba a visitarlos regularmente debido a que al no tener pistas de Carlos, se mantenía ansioso, temiendo que algo les pudiera ocurrir en el momento menos esperado. Pero, aparte de eso, tenía otra razón casi igual de importante para verlos.
—Creo que tenía una impresión equivocada de él—
—Cariño, no deberías hacerte ideas de las personas sin conocerlas de antemano— aconsejo Martín, su esposo, mientras pasaba un brazo por sobre su hombro.
—Lo sé, cariño— dijo, sintiéndose arrepentida de haberlo juzgado.
—¿Cómo está la Tía Yuni?— preguntó esta vez su amigo.
—Está muy bien, nos visita los fines de semana y a veces entre semanas, llega unos minutos para conversar con Leyla—
—¡Veo que ambos conversan mucho con ella! Incluso tu tía habla más ella que con su sobrino— comentó burlón.
—¡Así es, amigo! —rio divertido—Pero eso no me molesta, sé cómo es mi esposa, no hay forma de no confiar en ella, les transmite tanta seguridad que es imposible no contarle las cosas que te atormentan—
—La has descrito muy bien, ella es así— intervino Cristina, recordando las incontables veces que se había desahogado con ella, contándole hasta el más mínimo de sus problemas, cuando su amiga solo le preguntaba si estaba bien.
—¿Le pasa algo al Señor Pedro?— preguntó, sintiéndose curiosa.
—Eso creo, pero prefiero no decir nada sobre eso; son cosas personales y mi esposa no me cuenta a detalle lo que sucede, pero tengo una idea de todo—
Ahora, Cristina y Martín vivían cerca de la zona. En el trabajo de él lo habían enviado a encargarse de una sucursal ubicada en esa ciudad, y a ella le había surgido una gran oportunidad laboral en una prestigiosa escuela como consejera estudiantil.
Sin pensarlo se trasladaron a una casa cercana a la de sus amigos, de modo que, por ahora, ellos eran sus únicos conocidos en el lugar y se sentían más seguros y menos solos teniéndolos cerca.
—Entonces, ¿Ella está molesta? ¿Cómo la sentiste?—
—Un poco dolida, si vieras visto su rostro, reflejaba tanta tristeza y algo de culpa también, cuando en realidad el único culpable era yo ¡Soy un tonto!— El mayor mostraba gran estrés, mientras se alborotaba los cabellos con las manos.
—No lo eres, te equivocaste y no pensaste mucho en el impacto que podrían tener tus palabras. En ese momento, te dejaste llevar por sentimientos negativos—
—¡Le dije que estaba cansado de oírla hablar de su esposo muerto! ¿Cómo puedes decirle algo así a alguien que ha sufrido una perdida tan grave?— Esta vez juro haber gritado, tanto que las visitas de la casa se asomaron a verlos, pero se retiraron al ver la tranquilidad de Leyla. El hombre estaba enojado consigo mismo, y parecía castigarse a diario por sus palabras.
—No pensaste con claridad y dijiste lo primero que se te vino a la mente, hiciste muy mal, pero te has dado cuenta de tu error —tomó un respiro, llevaba un rato hablando del mismo tema y quería encontrar las palabras adecuadas para ayudarlo a regular su frustración. No arreglaría nada ocupándose y sintiéndose mal por sus actos, tenía que emprender camino y buscar una solución—. —Lo mejor es que se disculpe cuanto antes, piense bien las palabras que dirá y exprese su arrepentimiento sin guardarse nada-
—Ella ha tenido una vida difícil, primero falleció su esposo junto a su hijo, después de unos meses su hermana y con ello llegó la responsabilidad de cuidar a su sobrino, un niño pequeño que afrontaba el mismo dolor que ella, y todo, totalmente sola—
—Ella es una mujer fuerte— dijo sintiéndose orgullosa de aquella mujer que, a pesar de las duras perdidas que le toco sobrellevar, había logrado cuidar de su sobrino y criarlo como a su propio hijo, había hecho de su esposo un hombre de bien y responsable—. —Sería lindo si expresara cuan orgulloso está de ella y cuanto la aprecia.
—¿Por qué tuve que decir eso?— se recriminó una vez más, golpeándose la cabeza contra una mesa sin ningún cuidado. Parecía ignorar lo que le decían.
—¡No haga eso!— Leyla posó su mano entre la mesa y su frente, evitando que se golpeara más de lo que ya había hecho horas antes.
—Ella debe odiarme, soy un tonto sin corazón, pero de verdad estoy interesado en ella, me gusta y quería ser alguien importante en su vida, me llené de celos sin sentido por cada vez que mencionaba a su difunto esposo—
—Entiendo lo que me dices, pasaron muchos años desde la muerte de su esposo, pero no tuvo tiempo de afrontar su duelo, tuvo que dejar a un lado sus sentimientos para sacar adelante al hijo de su hermana — respiro hondo, sintiéndose mal por la mujer. Sin duda debió ser muy duro, y para ella era inimaginable cuanto dolor y esfuerzo debió costarle seguir adelante—. —Debe ser comprensible con ella y ayudarla a sanar, sé lo mucho que la amas y la seriedad de tus sentimientos sobre ella, eres un buen hombre— apretó la mano del mayor, intentando darle ánimos, el cual sonrió levemente sintiéndose un poco más esperanzado, le había quitado un gran peso de encima.
Editado: 03.02.2025