Nuestro destino es amarnos: Primer Reencuentro

Capitulo Extra: Futuro incierto

—¡Anahí!—

—¡Anahí! Bebe ¿Dónde estás?— Llama divertida, mientras una risita se escucha en la sala. Casi revelando el escondite de la menor.

—¿Dónde estará mi pequeña? —Le siguió su esposo, quien había captado el sonido y le hacía señas a su esposa, indicándole el escondite de su hija y que él se encargaría—. —¡Te atrapé!— Santiago saltó por atrás y alzó a la pequeña entre sus brazos, sacándole un sin número de risas contagiosas. Leyla sonreía encantada. Se sentía muy afortunada de la hermosa familia que tenía.

—¡Miren acá! —Los llamo para tomarles fotos, aprovechando la felicidad que irradiaban sus rostros—. —¡Listo! —bajo la cámara y corrió a levantar a su hija, cargándola hacia la habitación—. —Por hoy es suficiente de juegos, esta pequeñita debe bañarse y acostarse— dijo haciéndole leves cosquillas a su adorada hija, quien ahora tenía tres años de edad.

—Tú ve a bañarla y acostarla, mientras yo levanto y lavo los platos, Cariño— Apenas habían terminado de cenar, por pedido de su hija se habían puesto a jugar un poco y los platos sucios seguían esperando en el mismo lugar.

— ¡Pa... Papá!— llamó la niña dejando de reír de repente.

— Ven- Vendrás a darme mi beso de buena no... noche?—

—¡Por supuesto que iré! Cuando salgas de tu baño, iré mi pequeña—

—Ok, papi— sonrió satisfecha.

—No creo poder hallar una felicidad más grande de la que ya poseo, soy tan afortunado de tenerte a ti, mi amada esposa y como fruto de nuestro amor, a nuestra bella hija— dijo con ojos brillantes sosteniendo la mano de Leyla. Ya habían terminado sus quehaceres, y estaban listos para descansar.

—Somos muy afortunados, amor, lo somos —Le dedicó una amplia sonrisa, sintiéndose conmovida, pero su reacción cambio a una avergonzada cuando noto la mirada de su esposo—. —¡Basta! ¡No podemos hacer esto!—

—¿Por qué no?— Se quejó, haciendo un puchero que capto la total atención de ella.

—¿Cómo preguntas eso? Amor, no podemos— dijo seria, para luego comenzar a reír al sentir cosquillas, debido a que su esposo se encontraba besando su cuello.

—Vamos amor, te amo mucho— dijo cariñoso, mientras sus manos se desplazaban con agilidad por debajo de la blusa de la joven.

—Yo también, pero la niña está en el cuarto de alado—

—No nos va a escuchar, ya se quedó dormida— susurro en su oído, haciendo que inevitablemente cierre los ojos y sonriera casi derrotada.

—No lo creo, cariño, deberíamos parar porque...— No pudo continuar, porque fue interrumpida al sentir los cálidos labios de Santiago moviéndose con lentitud sobre los propios, extrañaba su toque y compartir esos momentos íntimos, demostrarse el amor que se tenían cuando no eran observados, en la oscuridad de la noche.

Enredo sus brazos alrededor del cuello de su esposo y él posó sus manos con delicadeza sobre la cintura de ella, fundiéndose cada vez más profundo en la intensidad de ese beso; el aire empezaba a faltar, pero ninguno tenía planeado separarse aún, querían prolongarlo un poco más. Hasta que escucharon a su hija llorar.

Se separaron de inmediato, sintiéndose perdidos por el abrumador ambiente que los envolvía, estaban desorientados, pero de todas formas se levantaron de la cama y salieron en dirección a la habitación de la menor.

—¿Pequeña? ¿Qué sucedió?— preguntó alarmado, viendo a su hija, tratando de sostener un llanto que ya era incontenible.

—¡Papi, Mami! ¿Estarán conmigo siempre?— preguntó con evidente inocencia en sus ojos.

—¡Claro que si mi vida! ¡Nosotros siempre estaremos contigo!— El padre, aseguró sin ninguna duda, sintiendo pena por los ojitos tristes de su pequeña.

—So... soñé que mami se iba y nos que... quedábamos solo papi y yo, muy tlistes... tristes— confesó con sus pequeñas manos temblorosas, intentando pronunciar las palabras de forma correcta.

—Cariño, jamás los dejaría, son toda mi vida— Leyla sobaba la cabeza de su hija, mientras su padre la envolvía en un fuerte abrazo y ella se enterraba en su hombro, aferrándose a las palabras de sus padres.

—Mama siempre estará con nosotros pequeña, todos juntos, como una familia— aseguró su progenitor convenciendo a Anahí de sus palabras, quien aliviada, cerro sus ojos, dispuesta a dormir.




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