Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capítulo 7: Donde Más Duele

Pasé la mitad del día con un nudo en el estómago y el teléfono en la mano.

Llamé a Cody más veces de las que podía contar.

Una.
Otra.
Otra más.

Siempre el mismo resultado:

"El número al que llama está apagado o fuera del área de servicio."

Era como hablar con una pared.

Estaba sola.

Con Colyn febril, decaído, respirando agitado en mi regazo, abrazado a su dinosaurio que también parecía triste.

Cuando llegamos a casa, lo llevé directo al baño.

Se dejó bañar en silencio, con los ojitos cerrados y la cabeza apoyada en mi pecho. Cada tanto soltaba un quejido bajito, y yo solo quería arrancarme el corazón del pecho del miedo.

Después del baño, le di su jarabe, le preparé una camita improvisada en el sofá con toallas tibias y su cobijita favorita, y puse una caricatura en volumen bajo que ni siquiera miró.

No se quejaba. No pedía leche. No reía.

Y eso era lo que más me partía el alma.

Me senté en el suelo junto al sofá, sin dejar de mirarlo.

Ahí me quedé, sola, con el celular sin batería, y las lágrimas atoradas en la garganta.

No supe ni en qué momento me venció el sueño.

La llave giró en la cerradura pasadas las nueve de la noche.

Me desperté de golpe, con el cuello adolorido y los ojos secos de tanto llorar.

Era Cody.

Entró con el pelo revuelto, la mochila colgando del hombro y el celular en la mano. Se veía tan agotado como yo… pero en ese momento, no me importó.

—¿¡Dónde estabas!? —le solté de inmediato, sin filtro—. ¡Llevo todo el día llamándote! ¡Colyn se enfermó, tuvo fiebre, me llamaron de la guardería y no me contestaste ni una sola vez!

Cody se quedó quieto, como si no entendiera.

—¿Qué?

—¡Llamé y llamé! —repetí, sin contener las lágrimas que ahora salían a borbotones—. ¡Estaba sola, asustada! ¡No sabía si tenía que llevarlo al hospital, si estaba bien o si iba a empeorar! ¡Y tú… nada!

—Mi teléfono se descargó —dijo, por fin, en voz baja—. Tenía dos juntas y… no me di cuenta de que se había apagado.

—¿Y ya? ¿Ese es tu gran argumento? —dije, entre indignación y cansancio—. ¿Tu hijo estaba con fiebre y tú no te diste cuenta de que nadie podía contactarte?

Él dejó la mochila a un lado, acercándose.

—Anny, lo siento. De verdad. No fue a propósito. Me perdí. Perdí la noción del tiempo. Estoy tan cansado como tú, pero...

—¿Cansado? —me reí con amargura, secándome las lágrimas con el dorso de la mano—. Yo también estoy cansada, Cody. ¡Pero no puedo desaparecer! ¡No puedo apagarme como un teléfono! Porque él me necesita. Porque él se enferma, llora, me llama… y yo tengo que estar ahí. Siempre.

Él bajó la mirada. Se acercó a Colyn, que dormía con la frente húmeda y las mejillas pálidas.

Le acarició el pelo con cuidado.

—¿Está mejor?

—Sí. Le bajó la fiebre. Pero no sabes lo que fue el día. No sabes… —mi voz se quebró.

Él se giró, con los ojos vidriosos.

—Tienes razón. Fallé. No tengo excusas. Lo único que sé es que no quiero volver a fallarte así. A ustedes. Me parte el alma haberte dejado sola.

Se acercó, tomándome las manos con suavidad.

—Lo estoy intentando, Anny. Pero a veces siento que no doy la talla.

Lo miré.

Tan joven. Tan agotado. Tan asustado como yo.

—Yo también siento eso a veces —murmuré—. Como si esto nos quedara demasiado grande.

Nos abrazamos, fuerte. Como si ese abrazo fuera el único lugar seguro del mundo.

—Vamos a estar bien —me dijo al oído—. Te lo juro.

—Lo sé —le respondí, en voz baja—. Solo… necesito que estés. Incluso cuando no sepas qué hacer. Solo… no desaparezcas.

Él asintió, besándome la frente.

Y esa noche, dormimos en el sofá, los tres juntos, con Colyn entre nosotros.

Porque a veces la vida como padres primerizos no es perfecta, ni ordenada, ni romántica.

A veces es miedo. Cansancio. Gritos.

Y otras veces… es saber que, aunque te rompas mil veces al día, no estás sola.



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En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 11.07.2025

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