Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capítulo 9: Silencios que Duelen

Narrado por Cody.

Las luces blancas de la sala de espera eran insoportables.
Frías. Impersonales.
Como si quisieran congelarme por dentro.

No había nadie a mi lado. Solo el ruido lejano de monitores, el zumbido de luces fluorescentes y el eco de mis pensamientos dando vueltas sin parar.

Colyn se había quedado con Anny. Ella entendía… como siempre. Pero yo estaba aquí solo. Solo con la espera. Solo con el miedo.

No sé cuánto tiempo pasó.
Minutos. Horas.
Todo daba igual.

Cuando el doctor salió al pasillo, me puse de pie de golpe, como si eso fuera a cambiar algo.

—¿Y bien? —pregunté, aunque mi voz salió rota, como si no fuera mía.

El médico suspiró.
Y me miró con esos ojos…
Esos malditos ojos de compasión que aprendí a odiar desde que era niño.

—Lo siento mucho, Cody...

Se me fue el aire.

Literalmente.

Como si alguien me hubiera golpeado en el pecho con tanta fuerza que me rompió algo que ya no se podía arreglar.

Me quedé ahí, paralizado.

—No… —murmuré, negando con la cabeza—. No... no... él... no...

Pero no había palabras.

Me apoyé contra la pared. Cerré los ojos...

Las paredes eran demasiado blancas.
Demasiado limpias.
Demasiado vacías.

Caminar por ese pasillo me pesaba como si cargara todo el edificio sobre los hombros. Me detuve frente a la puerta con su nombre escrito en una pequeña placa metálica. El nudo en la garganta no me dejaba tragar.

Empujé la puerta.

Y ahí estaba él.
Mi papá.

El hombre más fuerte que conocí…
Tendido. Inmóvil. Silencioso.
Por primera vez en su vida.

Me acerqué, temblando.

—Papá... —susurré. La voz me salió hecha cenizas—. ¿Por qué me hiciste esto?

Toqué su mano.
Estaba fría.
Ya no reaccionaba.
No me regañó por llegar tarde.
No me dijo que debía estar en la oficina.
No me llamó “muchacho testarudo”.

Nada.

—¿Y ahora quién va a malcriar a Colyn con regalos que no necesita, eh? —intenté reír, pero sonó más a llanto—. ¿Quién va a entrar con una caja enorme solo para quejarme… y hacerlo de nuevo la semana siguiente?

Las lágrimas empezaron a caer, sin pedir permiso.

—Perdóname por no decirte tantas cosas...
Por no darte las gracias cuando me dejaste equivocarme.
Por no reconocerte cuando solo querías que yo fuera mejor.

Me arrodillé al borde de la cama, con la frente apoyada en su pecho, que ya no subía ni bajaba.

—Yo solo… necesitaba que estuvieras orgulloso de mí. Que me vieras como a un igual. No como a alguien que nunca cumplía con tus estándares. Pero ahora… ya no puedo decirte nada. Ya no puedes responderme. Ya no puedes... verme.

Solté un sollozo.
Me desgarró.

—Te amo, papá.
Aunque nunca supe cómo decírtelo sin parecer débil.
Aunque no siempre estuve de acuerdo contigo.
Aunque a veces sentía que no me entendías...



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En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 11.07.2025

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