—Narrado por Anny—
El amanecer se colaba a través de las cortinas, y el frío del suelo se sentía en mi espalda.
Abrí los ojos lentamente, con la cabeza apoyada en el pecho de Cody.
Seguía dormido, con los ojos hinchados de tanto llorar. Su respiración era pesada, sus brazos aún me rodeaban la cintura como si, al soltarme, todo esto pudiera volverse aún más real.
Me quedé un momento así, viéndolo, acariciando despacio su cabello desordenado y sintiendo cómo cada segundo pesaba más.
Sabía que, cuando despertara, el caos comenzaría otra vez: llamadas, arreglos, despedidas...
Con cuidado, me deslicé fuera de su abrazo. No quería despertarlo.
Déjalo descansar... aunque sea unas horas.
Tomé mi teléfono y marqué a casa de mamá.
—¿Hija? —su voz, cálida, me abrazó desde la distancia.
—Hola, ma... —pero no pude decir más. El llanto me ganó.
—Anny… mi niña… siento mucho lo que ocurrió con el papá de Cody. Tu padre y yo estamos alistándonos para ir.
Me mordí el labio, mirando de reojo a Cody, que seguía dormido en el sofá, abrazado a una manta.
—Gracias, mamá… pero… creo que Cody necesita estar solo. Por ahora.
—¿Segura, mi amor? ¿Y Colyn? ¿Dónde está?
—Dormido, con Zoe.
—¿Quieres que vayamos a buscarlo?
Volví a mirar a Cody.
—No, ma… él lo necesita.
—Está bien, mi amor. Llámame si cambias de idea.
Colgué.
Respiré hondo, conteniendo las lágrimas. Fui a la cocina buscando café o simplemente algo de rutina que me anclara a esta nueva realidad.
Y entonces la vi.
Zoe estaba sentada en la encimera, en pijama, con el cabello revuelto, mirándome como si pudiera sentir todo lo que yo estaba tratando de esconder.
Nos quedamos en silencio unos segundos.
Cuando mis ojos se aguaron, ella se bajó de la encimera y me abrazó fuerte, sin decir una palabra.
Como solo una amiga de verdad sabe hacerlo.
—No dudes en pedirme lo que sea, Anny —me susurró.
Me aferré a ella como quien se cuelga de un salvavidas.
—No sé qué decirle, Zoe… ¿cómo… cómo lo consuelo?
Ella se apartó un poco, me secó las lágrimas con sus pulgares.
—Con solo tus brazos, Anny… él estará bien. No necesita más.
Asentí, intentando respirar con algo de calma.
Ella sonrió con esa complicidad que siempre ha tenido.
—Voy a preparar a Colyn, ya debe estar por despertar —me dijo—. Estaré arriba con él.
—Sí… gracias, Zoe.
La vi subir las escaleras mientras yo me quedaba apoyada en el marco de la puerta, tratando de convencerme de que podía con esto.
Entonces sonó el teléfono de Cody.
Giré la cabeza hacia el sofá, donde su chaqueta seguía tirada. El celular vibraba sin parar.
Me acerqué, lo tomé con cuidado y miré el nombre desconocido en la pantalla antes de contestar.
—¿Sí?
—¿Cody? —preguntó una mujer, con un tono rápido y cortante.
—Es Anny…
—¿Anny? Disculpe... este no es el teléfono del Señor Cody Montealva.
—Sí… sí lo es. ¿Qué ocurre?
Ni siquiera me dejó terminar.
—Ok, la junta de las dos se adelantó, así que será a la 1:30. El cliente pidió moverla. Además, necesito confirmación del informe de ventas y que los contratos lleguen a la central antes del mediodía…
Sus palabras eran ruido. No entendía cómo podía hablar así, como si nada hubiera pasado.
—Señorita —la interrumpí—. Cody no está disponible para juntas ni para nada en este momento.
—¿Cómo? Pásenme con él, por favor.
—No está disponible —repetí, con el tono ya endurecido.
—Señorita… pásenme a su jefe.
La paciencia se me acabó.
—Ya le dije que mi esposo no está disponible. Cancele todo. No lo moleste más.
Hubo un silencio al otro lado.
—¿Su esposa? —tartamudeó.
Cerré los ojos. Sentir esa palabra me llenó de una extraña fuerza.
—Sí. Soy su esposa. Que tenga un buen día.
Colgué.
Sin dar más explicaciones. Sin pedir disculpas.
Porque no tenía que darlas.
Volví a mirar a Cody, que seguía dormido. El rostro cansado, los párpados hinchados… y ese dolor clavado en su expresión.
Ese que no se irá fácilmente.
Entonces Zoe bajó con Colyn en brazos. Mi pequeño venía cargando su dinosaurio favorito.
—¡Mami! —gritó, feliz, estirando los brazos hacia mí.
Zoe me miró con cara de disculpa.
—Quiere leche y galleta.
Sonreí, besando la cabecita de mi hermoso bebé, tan parecido a su papá.
—A ver qué quiere el príncipe…
—¡Echeeeee! —gritó Colyn, entre risas—. ¡Leche, Sera!
Zoe caminó directo a la cocina, empezó a preparar el tetero mientras le hacía cosquillas a Colyn.
—Zoe…
Ella me miró mientras agitaba la leche.
—Tranquila, Anny. Me voy a quedar con ustedes. No pienso moverme de esta casa.
—¿Y la universidad?
—Nah, tranquila. Mis amigos son más importantes. Además, este hermoso bebé necesita a su tía —dijo, dejando el tetero en la repisa mientras Colyn reía a carcajadas.
—¡Titi! —gritaba Colyn, feliz.
Me reí bajito… y entonces me acordé.
—Zoe… tengo que contarte algo.
Cuando salimos del hospital, una camioneta negra apareció frente a nosotros… se bajaron dos hombres de traje, uno mayor, el otro más joven… y dijeron “Joven Montealva” como si lo conocieran de toda la vida.
Nos llevaron a casa. Cody no dijo nada. Solo… les hizo caso.
Zoe frunció el ceño, confundida.
—¿Y el Jeep de Cody? ¿Dónde quedó?
—En el hospital.
No lo volvimos a ver.
Zoe me miró más seria esta vez.
—¿Y quiénes eran esos tipos?
—No lo sé, Zoe… pero cuando Cody se apoyó en mí, y dijo “a casa”, ellos obedecieron. Sin preguntar nada.
Como si... ya supieran que ahora todo era distinto.
Zoe no dijo nada más. Solo me abrazó por la espalda mientras Colyn bebía su leche en la encimera.
Y en ese silencio compartido… supe que el verdadero caos no había hecho más que empezar.
Editado: 16.09.2025