Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 15: El peor día.

Narrado por Cody

El sonido de los tacones sobre el mármol.
El murmullo contenido de las voces.
Las flores... tantas flores...
El olor a incienso mezclado con perfume caro.
Y un ataúd demasiado brillante para lo que significa.

Mi padre.

Mi padre está ahí.

Muerto.

Siento los pequeños dedos de Colyn en mi cuello. Está en mis brazos, con su traje negro. No entiende. Él no sabe. Me mira con esos ojos grandes, con esa inocencia que me parte el alma.

Anny camina a mi lado, su vestido negro ondeando suavemente. Es mi único equilibrio. Si no estuviera aquí, yo... yo no sé si estaría de pie.

La sala está llena.
Demasiado llena.
Hombres con trajes oscuros, mujeres con gafas de sol a pesar del interior.
Empresarios, socios, exempleados, conocidos de viejas épocas.
Gente que yo ni siquiera recuerdo haber visto.

Todos vinieron a despedirse de mi padre.
—Lo siento mucho, señor Montealva... —me dice una mujer que no reconozco.

Asiento. Agradezco.
Apenas escucho.

—Una gran pérdida para el país... —dice otro, con voz engolada.

"Una gran pérdida para mí", pienso. Pero no lo digo.
No puedo.
Mi garganta arde.

Zoe se acerca en silencio. Me mira, y solo con esa mirada sé que me está ofreciendo ayuda. Le entrego a Colyn con un beso en la frente, sus pequeños brazos se estiran hacia mí y casi me desmorono ahí mismo.

—Un ratito, campeón. Papi está aquí —le susurro.

Zoe se lo lleva.
Y entonces me suelto.
Ya no tengo a mi hijo en los brazos.
Ya no tengo nada que me impida caer.

Una fila interminable de gente pasa a darme la mano.
Algunos con palabras sinceras.
Otros con frases vacías.

—Era un hombre admirable.
—Siempre hablaba de ti.
—Tenía una visión única.
—Fue un padre ejemplar...

Y yo solo quiero gritar:
¿Ustedes lo conocían? ¿De verdad? ¿Sabían cómo me llamaba cuando me acariciaba el cabello de niño? ¿O cómo hacía reír a Colyn cada domingo?

No.
No saben.
Solo vinieron a despedirse del nombre.
No del hombre.

Mi vista se cruza con la fotografía enmarcada sobre el altar.
Una de sus favoritas.
Él, sonriendo, con un vaso de whisky en la mano, durante una fiesta de fin de año.
Yo estaba fuera del país esa noche.
Nunca supe que fue la última vez que sonrió así.

Anny aprieta mi mano.

—Estoy aquí, amor.

Susurra.
Mi ancla.
Mi fuerza.

No sé cuánto tiempo pasó. No sé cuántas personas más dijeron cosas que ya no recuerdo.
Solo sé que, cuando terminó todo, cuando el sacerdote cerró su libro,
y cuando los hombres de negro se acercaron al ataúd...

...tuve que dejarlo ir.

Tuve que caminar tras ese ataúd.
Con Colyn en brazos de Zoe.
Con Anny a mi lado.
Y un corazón tan lleno de dolor que creí que no podría respirar.

El sonido de la tierra golpeando la madera del ataúd es uno que jamás voy a olvidar.

Cada palada parece una sentencia.
Una confirmación cruel de que ya no hay vuelta atrás.

Mi padre está muerto.
Y lo estamos enterrando.

Anny no me suelta. Me aferro a ella como si fuera lo último que tengo.
Porque, tal vez, lo es.

Colyn en el auto con Zoe protegido no quise que mirara esto no quiero este recuerdo en la mente de mi hijo.

—Amor... vamos. Ya terminó —susurra Anny.

Asiento.
O eso creo.
Mis pies no se mueven.

Pero todo se rompe cuando escucho voces...
Gritos.
Flash de cámaras.
Y un tumulto de gente que no pertenece aquí.

Reporteros.

—¡Señor Montealva! ¿Es cierto que ahora usted tomará el mando del imperio?
—¿Habrá un comunicado oficial?
—¿Qué pasará con la empresa? ¿Con los inversionistas?
—¿Tiene algo que decir sobre la ausencia de su madre en los últimos años?

Mi mandíbula se tensa.

—¡Permiso! ¡Déjenme pasar!
—¿Señora Montealva, qué tiene que decir? ¿Dónde ha estado todos estos años?
—¿Usted dejara todo en manos de su hijo? ¿Ocupara usted algún puesto en la empresa de su esposo?

La multitud se abre.
Con su abrigo caro, sus gafas oscuras, su maleta Louis Vuitton al hombro como si viniera de una pasarela y no de un funeral.

—Cody, mi amor... —dice con esa voz suave que usaba cuando me enviaba postales desde países que ni sabía ubicar de niño.

La miro.
Y no digo nada.

No me sale.
Anny se acerca más a mí, como avisándome que me apoya.

—Mi niño, estoy aqui ... siempre

—¿Viniste a despedirte o porque las cámaras están aquí? —le suelto. Frío.

Los reporteros se congelan.

Ella se quita las gafas.
Sus ojos están un poco rojos. Tal vez lloró. Tal vez es maquillaje corrido.
No me importa.

—¡Claro que estoy aquí por ti! Soy tu madre...

—No. Eres una mujer que me dio la vida y luego se fue.
Y ahora solo finges que importas porque las cámaras están enfocándote.

Un silencio pesado cae sobre el lugar.
Las cámaras no dejan de grabar, capturando cada palabra, cada gesto.

Ella intenta acercarse, pero yo doy un paso atrás, furioso.
No quiero que me toque, no después de todo lo que faltó.
Si hubiera estado aquí… si hubiera estado realmente aquí…

Entonces, Anny se planta firme frente a ella, pequeña pero decidida.

—No hoy, señora Montealva —dice con voz firme, tan autoritaria que hasta los reporteros guardan silencio.

Mi madre frunce los labios, molesta y sin palabras.



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En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 15.10.2025

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