Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 16: Maldito Imperio.

Narrado por Cody

En teoría, el luto debería venir con silencio.
Pero yo solo escucho notificaciones.

El teléfono vibra. Otra vez.
Y otra.
Y otra más.

Mensajes. Llamadas. Correos.
"Lo siento mucho por tu pérdida", "Estamos contigo", "¿Ya pensaste en la junta directiva?", "¿Qué va a pasar con la empresa?", "Necesitamos una declaración".
Gente que no veo hace años… y otros que jamás me han importado.

Las redes están llenas de titulares:

«Muere el empresario Alberto Montealva, ícono de los negocios.»
«¿Quién es Cody Montealva, el heredero silencioso del imperio?»
«La reaparición de la ex esposa del magnate genera polémica.»

Todo es un circo.

Pero aquí… en esta habitación… no hay cámaras, ni luces, ni hipocresía.

Solo estamos Colyn y yo.

Su cuerpo tibio está dormido encima del mío, su manita cerrada en el cuello de mi camiseta.
El único lugar donde yo también puedo cerrar los ojos y respirar.

Mi hijo.
El puente entre mi padre y yo.

Porque cuando Colyn nació, y yo no sabía ni cómo se cambiaba un pañal… fue él, mi papá, quien me enseñó.
Él que apareció con esa sonrisa torpe y los brazos listos.
—Ya crié uno, puedo ayudarte con él —me dijo bromeando.

Nunca se lo agradecí como debía.

—Lo siento, viejo... —susurré, con la voz ronca, sintiendo las lágrimas aflorar otra vez.

Y justo entonces… el grito.

—¡Cody! ¡No me iré de aquí!

Me levanté con cuidado, colocando a Colyn en su cuna con manos temblorosas.

Anny apareció en la puerta del cuarto. Su rostro decía todo.

—Es ella, ¿verdad?

Asintió

—Dice que quiere hablar… quiere conocer a Colyn… y no se irá de aquí hasta que bajes.

El pecho me apretó.
Mi primera reacción fue decir no.
Pero Colyn es mío. No de ella.
Y yo… ya no soy un niño que se esconde.

—Vamos.

Bajé con pasos lentos. La vi sentada allí, en mi sala… en la casa que compré con ayuda de él, no de ella… Me ardieron los ojos.

Ella se puso de pie.

—Cody... tengo derecho a ver a mi nieto. No puedes prohibirme la entrada a esta casa.

—No tienes un nieto —le corté, firme y sin titubeos—. Creo que no quedó claro, mamá: tú no tienes hijo. Para tener nieto primero tienes que tener un hijo. Y puedo prohibirte la entrada a esta casa porque es mía, y hago con mi casa lo que quiero. Ahora, por favor, vete.

Ella parpadeó, desconcertada.

—Yo también tengo derecho a la fortuna Montealva. Soy la viuda de tu padre, fui su esposa...

—Si eso te preocupa, tendrás todo lo que te toca, pero no te acercarás a mi hijo.

Silencio.

Miré a Anny, buscando fuerza en su mirada, mientras mi madre, con una sonrisa fría se dirigió a ella:

—Puedes creerte una princesa con todos estos lujos, con esta casa enorme y ese esposo que parece "perfecto" —su voz goteaba veneno—, pero en el fondo solo te espera la soledad. Porque, al final, a ellos lo único que les importa es su maldito Imperio.

Sentí cómo Anny apretó mi mano, tensa, como si con ese gesto intentara no dejar que sus emociones se rompieran frente a mi madre.

Hice un movimiento con la mano y Luis, uno de mis guardias, tomó a mi madre del brazo.

—Señora Montealva...

—¡Suélteme! No sabe con quién está hablando.

Vi cómo Luis la sacaba y la puerta se cerraba detrás de ella.

Anny rompió el silencio.

—¿Estás bien?

La abracé, y mis labios rozaron los suyos.

—Sí… tú eres todo lo que necesito.

Sus manos subieron a mi cara.

—Anny, lo que dijo...

—Tranquilo, sé que está molesta.

En parte es verdad, tomé aire.

—Mi papá no fue tampoco el más presente. Cuando comenzó a construir su imperio, casi no llegaba a casa; se la pasaba en la oficina. Yo tuve una nana que fue más padre que él. Cuando ella se fue, creo que por eso empezó a ser más presente en mi vida. Tengo momentos maravillosos con mi padre; fue un gran padre, pero también un CEO. Lo importante era hacer su imperio.

—Cody, estoy contigo. No eres como ellos. Eres un gran papá, un gran esposo, y no solo eso, eres mi mejor amigo.

Mis labios tomaron los suyos con urgencia. Esta mujer la quería solo a ella.

Ella respondió igual.

Mis manos bajaron a su cintura, sus dedos se aferraron a mi cabello. Sentí el calor de su cuerpo envolver el mío. Mierda, la necesitaba.

La levanté, y sus piernas rodearon mi cintura. Iba a subir con ella a nuestra habitación para perderme en su cuerpo cuando un carraspeo interrumpió el momento.

—Señor Montealva, disculpe la interrupción —dijo Luis.

Gruñí, molesto. No podía esperar.

Anny soltó una risita y escondió su cara en mi cuello, aún con sus pies en mi cintura y mis manos sosteniéndola.

—Una mujer quiere hablar con usted, dice que es de la empresa, es urgente.

Suspiré.

—Dile que estoy ocupado.

—Pero... —Luis dudó.

—No me molesten —gruñí, mientras subía las escaleras con Anny encima.

—¿No vas a ver quién es?

—Puede esperar hasta mañana. Ahora quiero hacerle el amor a mi esposa antes que nuestro hijo nos reclame.



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En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 16.09.2025

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