Narrado por Anny
Renata dejó los documentos sobre la mesa: carpetas, sobres sellados, montones de papeles perfectamente alineados.
—Le dejo mi número personal, señor Montealva. Aquí está todo lo que necesita revisar. Diré que estará mañana a primera hora en la empresa. Le dejaré espacio… para que pueda ponerse en pie hoy.
Cody asintió, sin decir una sola palabra.
Ella se fue sin ruido.
Y nosotros nos quedamos con el peso de todo lo que había dejado atrás.
Me acerqué despacio.
—Amor… —susurré, rozando su piel con la yema de mis dedos—. Colyn y yo siempre estaremos contigo. Si tienes que ir… ve. Aquí estaremos.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no las dejó caer.
—No quiero defraudar a mi papá, Anny.
Me incliné más y lo abracé fuerte, como si pudiera sostenerlo para que no se rompiera.
—No lo harás, Cody. Tú puedes con esto. Lo sé. Harás que tu papá se sienta orgulloso.
Y no solo él… yo también estoy orgullosa de ti.
Sus brazos me rodearon como si yo fuera lo único que lo mantenía en pie.
—Te amo, Anny…
Han pasado dos meses desde aquella madrugada.
Sesenta y dos días.
Y lo que parecía una pesadilla estancada… solo fue cayendo en picada.
Cody asumió el mando de ese imperio que, aunque entiendo que es su deber, siento que me arrebató todo.
Desde hace semanas, ya no somos los mismos.
Ni siquiera sé si seguimos siendo “nosotros”.
Llega cuando ya estoy dormida.
Se va antes de que despierte.
No hay beso apurado, ni café a medias, ni el caos de correr con Colyn entre risas.
Ahora siempre hay un chofer esperando en la puerta, puntual, motor encendido.
Yo dejo a Colyn en la guardería, voy a la universidad y regreso a una casa que pesa más que nunca.
Y sí, los reporteros siguen ahí. Peor.
Algunos han llegado hasta el frente de la casa.
—¿Se separaron?
—¿Dónde está el heredero?
—¿Es cierto que no fue aceptada por la familia Montealva?
Preguntas absurdas. Crueles.
Que taladran.
Zoe es mi respiro.
Me saca por helado, me hace reír con chismes de la uni, me obliga a respirar cuando quiero gritar.
Pero cada vez que abro la puerta de esta casa…
Cuando subo esas escaleras que parecen más altas…
Cuando entro en ese cuarto tan enorme…
Me derrumbo.
Caigo de rodillas.
Lloro.
Lloro por todo lo que extraño.
Por todo lo que se me está escapando.
Colyn ya no ve a su papá.
Yo ya no veo al chico que me volvía loca.
Y lo extraño con cada pedazo de mí.
—Anny… —la voz de Zoe me sacó de mi cabeza.
—¿Sí?
—Hay alguien afuera. Dice que quiere hablar contigo.
Fruncí el ceño y bajé las escaleras con el corazón latiendo raro.
Ahí estaba:
Un hombre alto, traje impecable, cara de pocos amigos, mirada firme.
—Buenas tardes, señora Montealva. Soy Fernando.
—¿Fernando…? —pregunté, desconcertada.
—Seré el encargado de su seguridad. Y del niño.
—¿Seguridad? ¿Cómo…?
—El señor Montealva me envió. Estaré revisando el perímetro para instalar nuevas alarmas, cámaras y definir los puntos ciegos. Con su permiso.
Y se fue. Así, sin más.
Media hora después, Fernando seguía en la casa.
Instalando cámaras, revisando puertas, tomando notas en una libreta.
Lo intenté una vez.
Marqué el número de Cody.
Sonó hasta ir al buzón de voz.
Esperé.
Volví a marcar.
Nada.
Cinco veces.
Cinco.
Respiré hondo. Lo solté.
Y maldije en silencio.
Entonces lo recordé.
Renata.
Desde que apareció esa mujer, todo comenzó a romperse.
Desde que se plantó en la puerta de mi casa como si tuviera derecho a decidir cada minuto del día de mi esposo, no hemos tenido paz.
Tomé el teléfono.
Marqué su número.
—Buenas tardes —respondió su voz, seca como siempre.
—Renata.
—Señora Montealva.
Tan formal. Siempre tan... encantadora.
—¿En qué puedo ayudarla?
—Quiero hablar con Cody.
—Lo siento, señora Montealva. El señor está en una junta importante.
Suspiré. Largo.
Pesado.
Claro. ¿Por qué no me sorprende?
—¿Tardará mucho? —pregunté, aunque sabía la respuesta.
—Un poco, sí. ¿Desea dejar un recado?
—Solo quiero que me llame. Es importante.
—De acuerdo. Se lo comunicaré. Feliz día.
Y colgó.
Así.
Con esa calma falsa suya, que se siente como una bofetada.
Miré el teléfono unos segundos, hasta que solté por lo bajo:
—Sí, claro… muy feliz.
Editado: 16.09.2025