Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 22: La oficina del pecado.

Narrado por Anny

—Señor Montealva, tenemos cinco minutos para...

—Renata —lo cortó Cody sin mirarla—.Notifica que llegaré tarde.

—Pero...

—Segundo —su tono fue seco, una orden militar—, arregla este desastre.
Si alguien vuelve a negarle el paso a mi esposa, te juro que me van a conocer.

Silencio absoluto.
Renata apretó la tablet que tenía en las manos, sus labios se tensaron.

—Estaré en mi oficina con mi esposa.
No me molesten.

Tomó una de mis manos.
Caliente. Fuerte.
Me guió directo al ascensor.

Y mientras subíamos...

Juro que quise besarlo.

No solo por lo que acababa de hacer,
sino porque llevábamos más de dos meses sin tocar el cuerpo del otro.
Y aunque tuviera ojeras, el cansancio marcado en la piel y el alma hecha trizas...

Cody Montealva en ese traje era un maldito pecado.

Uno que me llamaba por mi nombre.

Mi corazón latía como loco,
saltaba entre mis costillas,
y yo... solo podía mirar su perfil,
esa vena marcada en su cuello,
su mandíbula apretada,
su silencio denso.

Cuando las puertas se cerraron tras nosotros, me di cuenta de que estábamos solos.
Él me miró.
Y antes de que pudiera decir una palabra, me abrazó.

Fuerte.
Con rabia.
Con miedo.
Como si temiera que me esfumara si me soltaba.

Me empujó suavemente contra la pared de su oficina.

—Podemos hablar luego —susurró con la voz más rota del mundo—.
Quiero besarte.

No me dejó contestar.

Estampó su boca sobre la mía.

Y lo que pasó después...
no fue suave.
No fue dulce.

Fue desesperado.

Sus manos recorrieron mi cuerpo como si no pudiera creer que estaba ahí.
Las mías buscaron los botones de su camisa.

—No sabes cuánto te he extrañado —murmuró entre besos, deslizando la chaqueta por mis hombros—.
Cuánto odio dormir sin ti.
Cuánto duele entrar a casa y no encontrarte despierta.

Me arrancó un suspiro.

Su boca se deslizó por mi cuello.
Su aliento me quemaba la piel.
Sus manos viajaban con prisa, con necesidad, con esa desesperación que solo se siente cuando uno ha estado reprimiendo tanto.

Yo estaba contra la pared.
Sus caderas presionaban las mías.
Mi respiración se volvió jadeo.

—Cody... —susurré, temblando—. Esto no arregla nada, estoy muy furiosa... contigo.

—Lo sé —dijo contra mis labios—.
Pero juro que lo voy a arreglar todo, Anny. Todo.
Solo déjame...
Déjame recordarte que somos nosotros.

Y me lo recordó.

Sus manos desesperadas bajaron mis pantalones junto con mis bragas, lanzó mi camisa a algún lugar del suelo, me quitó el brasier con agilidad.
Su boca buscó mi cuello, mis pechos.
Me cargó y me recostó en el sofá.

Allí terminó de desvestirse.

Estaba molesta con él, pero el deseo era más fuerte.
Cuando entró en mí, me arqué buscando más de él.
Necesitaba sentir que estaba aquí, que todavía era mío, que yo era suya.

Empezó a moverse rápido,
nuestros gemidos se mezclaron,
sus manos tocaron cada parte de mi cuerpo,
yo enterré mis uñas en su espalda,
mordí mis labios para no gritar su nombre.

No sé si era por lo que había pasado allá abajo o por el tiempo sin sentirlo,
pero me estaba consumiendo con él y no quería parar.

Sentí cómo se apoderaba de mí, cómo cada movimiento suyo borraba la distancia de estos meses de silencio y frío.

Era un fuego que quemaba lo que dolía, una necesidad urgente de recordar que, a pesar de todo, seguíamos siendo nosotros.

Pero también sabía que ese momento no podía borrar lo que había pasado afuera, lo que había cambiado entre nosotros.

Cuando el orgasmo estalló, nos quedamos jadeando, entrelazados en un abrazo que hablaba más que mil palabras.

—Anny —susurró, con la voz rota—. Te prometo que voy a arreglar todo. No solo esto... todo lo demás.

Lo miré a los ojos, buscando la verdad entre el cansancio y la determinación.

—Quiero creerlo, Cody. De verdad lo quiero.

Se inclinó para besarme otra vez, más suave esta vez, casi como una caricia.

—Entonces quédate conmigo. No solo hoy, no solo ahora... quédate para lo que venga. Pero, por favor, no te vayas nunca.

Mi corazón se apretó, y en ese instante, supe que estábamos en el inicio de una batalla, pero que juntos, tal vez, podríamos ganarla.



#759 en Novela romántica
#219 en Otros
#103 en Humor

En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 16.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.