Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 26: Lo que Fuimos.

Habían pasado dos semanas desde la fiesta de cumpleaños de Colyn.

La celebración fue pequeña, con pastel, globos y una canción que no sonaba tan alegre como antes.
Cody estuvo, claro. Le cantó el “feliz cumpleaños” a nuestro hijo con una sonrisa que parecía forzada, mientras mis padres intentaban mantener el ambiente cálido.
Zoe también estuvo, pero esta vez más distante. Ya no era esa Zoe que siempre estaba encima de mí; se quedó callada, reía con Colyn, lo besaba, lo consentía, pero nada más.

Había otro invitado también.
Alex.
Lo invité por cortesía... o quizá por costumbre.
Cody no dijo nada, no armó ninguna escena, pero bastaba una sola mirada suya para saber que por dentro estaba hirviendo.

Entre Cody y yo apenas cruzamos palabras.
Todo era monótono:
—¿Ya comió Colyn?
—Pásame la servilleta.
—Voy a llevarlo al baño.

Frases vacías, llenas de silencios que no nos atrevemos a romper.

Y luego... esas dos semanas.
Dos semanas horribles.
Dos semanas donde Cody dormía en la habitación de huéspedes algunas noches, y otras simplemente no llegaba.
Dos semanas donde yo intentaba seguir como si todo estuviera bien, pero el aire en casa se hacía cada vez más pesado.
Colyn ya casi no reía; mi niño se iba apagando poco a poco.

Esa noche, no pude dormir.
Me giré hacia el lado de la cama donde Cody solía dormir...
La almohada estaba fría.
Vacía.
Igual que yo.

La abracé contra mi pecho y cerré los ojos con fuerza.

Y entonces, como una película antigua, llegaron los recuerdos. Tan nítidos como el día en que ocurrieron.

Años atrás.

Cody me miraba con esos ojos que normalmente me hacían sentir a salvo.
Pero esa vez, solo lograban que quisiera desaparecer.

—Bueno... —rompió el silencio—. Sigo esperando. ¿Qué está pasando, cerebrito? Últimamente estás más atolondrada que nunca. Me esquivas como si fuera un examen sorpresa de matemáticas.

—Yo... yo tengo algo que decirte —tartamudeé, sin saber cómo empezar.

—Perfecto. Soy todo oídos.

—Es que... o sea... —traté de hablar, pero las palabras se enredaban en mi garganta.

—¿Acaso asesinaste a alguien? Porque si lo hiciste, tenemos que hablar de esconder el cuerpo —bromeó, levantando una ceja.

—¡No! —exclamé, tapándome la cara con las manos.

—Cerebrito... me estás mareando. Dilo de una vez.

—Estoy embarazada —solté, con la voz temblando.

Silencio.

—¿Cómo? —preguntó, incrédulo.

—Estoy muerta —respondí, retrocediendo hasta chocar con la cama—. Mis padres me van a matar. Literalmente.

—¿Pero... cómo? —repitió, en shock.

—¿¡En serio acabas de preguntar cómo!? Cody, por favor.

—¡Yo sí! Solo... —se rascó la nuca—. Ok. Necesito un minuto.

—Tómate el minuto, la hora, la vida entera —dije, cruzándome de brazos.

Cody caminó hasta mí, se dejó caer a mi lado en la cama y me abrazó.

—¿Estás segura?

—¿Crees que bromeo con algo así?

—No. Solo... estoy procesando. Pero voy a estar contigo. No sé cómo, ni si seré bueno en esto, pero no voy a huir. Ni ahora, ni después.

—Estoy cagado de miedo —susurró contra mi cabello—. Pero estoy aquí. Lo que tú quieras hacer, lo haremos juntos. ¿Sí?

Presente.

Apreté la almohada contra mi pecho.
Ese Cody...
El que temblaba, pero no huía.
El que decía “estoy aquí” y lo cumplía.

¿Dónde estaba ahora?

Y entonces lloré.
No con rabia.
No con enojo.
Sino con un dolor profundo, como si extrañara no solo al hombre que amaba, sino también a la versión de mí que se sentía amada por él.

La tarde estaba tibia.

El campus universitario comenzaba a vaciarse.
Yo estaba sentada con Alex, tomando nuestro café de siempre, manteniendo esa charla ligera.

—Me encanta poder pasar un rato contigo —dijo él, sentándose frente a mí con dos cafés y una sonrisa relajada.

—Y a mí me encanta no tener que correr detrás de Colyn por una hora —bromeé, dejando escapar una pequeña risa.

Alex me miró como quien ve algo frágil y bello a la vez.

—Estás agotada —dijo, bajando la voz.

No respondí de inmediato. Solo miré el vapor que salía de mi taza.

—A veces siento que me voy a romper —admití.

No dudó. Me tomó la mano.
Fue un gesto suave, pero... demasiado cercano.

No lo retiré enseguida. Solo lo miré, confundida.

—Anny, no tienes que cargar con todo tú sola —susurró—. Hay personas que quieren ayudarte... cuidarte.

Nuestros ojos se encontraron.
Y por un instante, sentí que el aire se hacía espeso.
Estaba herida. Dolida. Extrañando a Cody más de lo que quería admitir.
Y Alex... era un escape fácil. Amable. Cómodo.

—Alex...

—Yo sé que no me corresponde, pero a veces quisiera ser el que te abrace cuando todo se derrumba. El que llegue y solo diga: “Ya, Anny. Suelta todo. Yo te sostengo”.

Entonces se acercó más.

No fue un beso. Aún no.
Pero lo intentó.
Solo unos centímetros más... nuestras narices rozándose.

—Anny...

Zoe.

Estaba de pie, al otro lado de la mesa.
La mirada encendida. Las llaves de su auto en la mano.

Alex se alejó de inmediato, incómodo.

—Zoe... —intentó decir.

Me levanté de golpe.
No dije nada. El rostro completamente desencajado.

—Alex, vete —dijo Zoe con voz fría.

Alex se levantó. Pensé que se iría, pero...

—Si Anny quiere que me vaya, lo haré.

—¿Qué? ¿Acaso estás loco? Ella es una mujer casada.

—Y? no veo a su esposo por aquí, ni siquiera está pendiente de ella.

—¿Quieres que te hagan puré? Porque es lo que va a pasar. Cody te hará puré —escupió Zoe, con los ojos ardiendo.

—¿Por qué debería? Él la dejó sola. Ella tiene derecho a buscar ser... —Alex no alcanzó a terminar.

El golpe resonó antes de que pudiera reaccionar. La mano de Zoe se estrelló contra su mejilla con tanta fuerza que incluso yo di un paso atrás.



#759 en Novela romántica
#219 en Otros
#103 en Humor

En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 16.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.