Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 30: Recuerdos...

Cuando pensé que las cosas no podían ir peor…
Bueno, debería dejar de pensarlo. Cada vez que lo hago, la vida parece tomarlo como un reto.

Encontramos a Salomón al borde de la carretera, con el celular pegado a la oreja, sudando como si acabara de correr una maratón.
Fernando frenó en seco y bajé la ventanilla.

—¿Dónde está Cody? —pregunté con la voz quebrada.

—No lo sé, señora. Solo me dijo que me bajara… luego se subió al volante y se fue como un loco.

—¡Encuéntralo! —grité, con la garganta ardiendo.

El silencio de Fernando fue un cuchillo. Por dentro, yo solo pensaba en lo peor. Cody está furioso. Cody no piensa. Cody puede hacer una locura.

Cinco minutos pasaron como si fueran siglos.
Hasta que Fernando habló, con la mirada fija en el GPS:

—Lo encontramos.

—¡Vamos! —ordené, aunque apenas me salía la voz.

El carro arrancó de nuevo. Apreté los puños sobre mis piernas, temblando. Cada curva, cada semáforo, sentía que el corazón iba a salírseme por la boca.

Cuando giramos hacia un complejo privado, lo vi: la camioneta de Cody, mal estacionada en la entrada.
No lo pensé. Abrí la puerta y corrí hacia ella. Vacía.

—¡No! —susurré, sintiendo que el aire se me quedaba atrapado en los pulmones.

Fernando hablaba con el guardia de seguridad, pero antes de que pudiera darme una respuesta, la radio del hombre chisporroteó:

—Se necesita refuerzo en la 530. Hay un disturbio.

El guardia salió corriendo, Fernando tras él. Yo fui detrás, con Salomón cubriéndome las espaldas. Mis piernas apenas respondían, pero el miedo me empujaba hacia adelante.

Y entonces lo vi.

Me quedé clavada en seco.

Cody tenía a Alex contra la pared, sujetándolo de la camisa como si fuera un muñeco. Cada movimiento, cada sacudida, hacía que se le marcaran las venas del cuello, la rabia escrita en cada músculo de su cuerpo.

—¡Señor Montealva! —gritó Salomón—. ¡Suéltelo!

—¡Largo! —rugió Cody, sin mirarnos siquiera.

—Déjenlo —se atrevió a decir Alex, con la voz rota, provocándolo justo donde dolía—. Quiero ver al gran CEO comportándose como un animal… por no saber cuidar a la mujer que, según él, ama.

La frase cayó como gasolina en fuego.
Y fue la gota.

El puño de Cody salió disparado, estrellándose contra la cara de Alex con un golpe seco que me hizo estremecer de pies a cabeza.

—¡Cody! —grité, con todo lo que me quedaba en la garganta.

El mundo se detuvo un segundo.

Fernando y Salomón lograron interponerse, forcejeando para separarlos. El aire estaba cargado de rabia, y aun así Cody intentaba liberarse, los ojos encendidos, la voz rota en gritos que apenas podía controlar.

—¡Aléjate de Anny! —rugió, con el pecho subiendo y bajando con violencia—. ¡Te voy a hacer tragar cada maldito diente que tienes!

No lo pensé más.
Me adelanté, temblando, hasta quedar frente a él. Su fuerza me asustaba, sí, pero me dolía más verlo perdiéndose de esa manera.

—Cody… mírame, por favor —susurré.

Se quedó rígido cuando alcé las manos y las apoyé en su rostro. Tenía la piel ardiendo, las venas palpitando bajo mis dedos.
Sus ojos, tan oscuros y encendidos, se encontraron con los míos.

—Mi corazón, mis besos y mis ataques hormonales… son todos tuyos —le dije, temblando, casi sin voz.

El recuerdo me golpeó. Lo vi, tan claro como si el tiempo hubiera retrocedido: en aquella habitación de hospital, con mi vientre creciendo, él consumiéndose de celos por Alex, y yo intentando tranquilizarlo con esas mismas palabras.

Vi cómo su mirada cambiaba. Cómo la rabia cedía paso al dolor.
Cody tragó saliva, los puños aún cerrados, pero sus ojos… sus ojos empezaron a humedecerse.

Yo lo miraba como si fuera a romperse. Y entonces, con voz quebrada, él repitió las mismas palabras que me había dicho aquella vez:

—Con eso puedo vivir…

La tensión no desapareció del todo, pero pude sentir cómo la furia comenzaba a apagarse en su pecho. Quedaba el dolor, sí, pero también la certeza de que, pese a todo, seguíamos siendo nosotros contra el mundo.



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En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 16.09.2025

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