Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 31: Solo Tres Días...

Han pasado tres días.

Tres días en los que la montaña rusa de mi casa no paraba. Cody estaba más cerca de Colyn, lo buscaba, lo abrazaba, y eso me llenaba de ternura; pero conmigo seguía distante. Aunque habíamos recordado esas palabras del pasado que tanto significaban, todavía quedaban heridas abiertas. Y, como si no fuera suficiente, Renata se había encargado de molestar más que nunca.

"Los boletos salieron comprados por mí, esa idiota solo quiere quedarse con mi esposo."

Sus palabras todavía resonaban en mi mente. Pero me repetí: se acabó la Anny que llora, la que se quiebra. Esta vez me toca renacer.

Durante esos días no salí de casa. Abracé a Colyn con más fuerza que nunca, lloré, sí, pero también comencé a recogerme. No estaba entera, pero ya no sentía que me rompía con cada paso.

La casa estaba en silencio. Colyn dormía la siesta y yo hojeaba un libro en el sofá, intentando recuperar un pedacito de mí misma. La voz de la empleada me sacó de mi refugio.

—Señora Montealva… el señor Alex está aquí. Quiere hablar con usted.

Tragué saliva.

—Dile que bajo en un momento.

Respiré hondo, alisé mis manos contra la tela de mi vestido y bajé con paso firme, aunque por dentro las emociones eran una tormenta.

Alex me esperaba en la terraza. Estaba nervioso, con las manos entrelazadas y los ojos buscando los míos.

—Anny… —empezó con voz baja—. Perdón, yo nunca quise que las cosas se salieran de control. Solo me dejé llevar por mis sentimientos. Tú fuiste mi mejor amiga y la chica que siempre quise a mi lado. Cuando volví y te vi convertida en mamá fue un golpe fuerte. Y cuando pensé que te había perdido, la vida me premió poniéndonos a estudiar juntos otra vez… Yo solo… Anny, yo siempre te he amado.

Sus palabras me tocaron, pero no como antes. Lo miré con calma, con una claridad que no había tenido en mucho tiempo.

—Alex, te agradezco lo que hiciste por mí. Por acompañarme cuando estaba rota, por estar cuando me sentía sola… Pero no puedo seguir permitiendo que te acerques así.

Frunció el ceño.

—Tú fuiste un gran amigo para mí —continué—, y por eso te tengo cariño. Pero Cody es el hombre que amo. Aunque tengamos mil defectos, formé una familia con él.

—Anny… no tienes que estar con él por obligación, solo por tu hijo.

Negué lentamente con la cabeza, sintiendo cómo mi corazón encontraba firmeza en mis propias palabras.

¿Obligación? Cody es todo lo contrario. Fue con él con quien elegí pasar meses en un hospital, luchando por mi vida y la de nuestro hijo. Ha estado conmigo en lo bueno y en lo malo. Y aunque ahora atravesemos una tormenta… Alex, no te quiero en mi presente, ni en mi futuro.

Me observó, dolido.

—¿Estás segura, Anny?

—Muy segura —respondí sin titubear—. Cody es mi hogar, mi refugio. Nunca lo he visto como una obligación. Cuando decidimos intentarlo, sabíamos que no iba a ser fácil. Te agradezco cada palabra de aliento, pero no voy a permitir que mi familia se sacuda por alguien a quien solo puedo ver como una amistad que alguna vez fue importante.

El sonido de la puerta nos interrumpió.

Cody estaba allí. Apoyado en el marco, con el ceño levemente fruncido. No había ira, pero sí tensión. Su mirada iba de Alex a mí, hasta quedarse fija en mí. No dijo nada.

Alex se puso recto, tragó saliva y bajó la mirada.

—Creo que no tengo nada más que decir. Gracias por escucharme, Anny —murmuró antes de girarse y marcharse.

El silencio que quedó pesaba. Permanecí quieta, con Cody frente a mí. Nuestros ojos se encontraron. No hubo reproches. No hubo acusaciones. Solo ese silencio que, aunque dolía, también empezaba a sanar.

—Anny… —dijo al fin, con voz ronca—. No voy a dejar que pise mi casa nunca más.

Asentí despacio.

—Tranquilo. No me gusta que nadie se meta entre nosotros. Alex no volverá.

Cody dio un paso hacia mí, inseguro, como si temiera mi respuesta.

—¿Crees que todavía hay un “nosotros”? —preguntó, su voz apenas un susurro cargado de ansiedad.

Mi corazón se encogió. No tuve que pensarlo demasiado; lo sentía tan claro dentro de mí. Me acerqué un poco más, y cuando su mano rozó suavemente mi mejilla, todo el dolor y las dudas de los últimos días parecieron desvanecerse.

—Muy segura, Cody —susurré, mirándolo directo a los ojos—. Porque aunque me equivoque mil veces, siempre voy a elegir luchar por ti y por lo nuestro.

Por un instante, el mundo entero dejó de girar. Sentí su frente apoyarse contra la mía, compartiendo el mismo aire, como si nuestros corazones finalmente se encontraran en el mismo ritmo. Y entonces, con esa delicadeza que siempre escondía debajo de su carácter, me tomó de la cintura y me acercó a él.

El beso llegó lento, profundo, cargado de amor, de necesidad y de esa certeza de que, a pesar de todo lo que habíamos pasado, todavía podíamos renacer juntos. Cada miedo, cada herida, se derritió en ese contacto, dejando solo una promesa silenciosa: la de un “nosotros” que seguía vivo.

Cuando nuestros labios se separaron, Cody apoyó la frente contra la mía, sonriendo débilmente.

—Con eso puedo vivir…

Cerré los ojos y respiré hondo, descansando mi frente contra la suya. Y por primera vez en días, sentí que todo estaba justo donde debía estar.



#759 en Novela romántica
#219 en Otros
#103 en Humor

En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 16.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.