Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 36: Dolores de Cabeza.

La madre de Cody se tambaleaba por la casa como si fuera de ella, tocando todo, opinando de todo, como si estuviera en una revista de decoración:

—La alfombra es muy pálida, una roja sería perfecta.
—Estos cuadros... demasiado viejos, hay que actualizar la cultura.

Y bla, bla, bla. Hasta al pobre Fernando se le notaba el dolor de cabeza de tanto escucharla.

Mientras tanto, mis padres estaban encantados conversando con ella, sobre todo mimando a Colyn. Y aunque mi niño no parecía del todo cómodo con su abuela paterna, se dejaba mimar. Zoe había huido hace diez minutos hacia la cocina y todavía no volvía. La entendía: la presencia de esa mujer era un castigo disfrazado de visita.

—Fernando —dijo mi querida suegra (notase el sarcasmo) —, ¿puedes avisarle a las chicas que traigan más galletas?

Fernando asintió sin chistar y se fue a la cocina.

Un minuto después, una perola apareció sobre la mesa. Yo solo pensé: esto es una tortura. Porque no podía dejar de recordar cuando esa mujer dejó aquellos pasajes de avión sobre la mesa, junto con sus palabras envenenadas.

—Anny, cariño... —la voz de mi padre me sacó de mis pensamientos.

—¿Sí, papá?

—¿Te parece si mañana salimos todos a cenar?

Sentí que el aire se me fue de los pulmones.

—¿Có...mo?

—Hay un restaurante italiano nuevo, sería muy lindo cenar juntos. Tengo tantos años sin ver a mi hijo... —la mamá de Cody sonreía. Esa sonrisa falsa. Esa dulzura de utilería. Era increíble cómo podía sonar tan "linda" cuando quería.

—Hija, no olvides que, aunque Cody tenga que trabajar, no puede dejar a su familia... —agregó mi madre.

Yo iba a protestar, pero dije lo primero que pensé:

—Mamá, no puedo dejar a Colyn.

—Tranquila, yo me encargo... —la voz de Zoe salió desde la puerta de la cocina.

Giré la cabeza tan rápido que me dolió.

—¡Estupendo! —exclamó la bruja de mi suegra—. Queda todo dicho. Mañana, 7:00 pm. en el restaurante. No se preocupen, yo me encargo de todo.

Fulminé a Zoe con la mirada. Quería estrangularla en ese instante.

—Fue un placer conocerte, Mariana, pero ya tenemos que volver —dijo mi padre.

—¿No se quedan a almorzar? —pregunté.

—Nos encantaría, hija, pero tengo cita con el médico.

—¿Médico? ¿Qué te ocurre, papá?

—Nada, nada, tranquila. Solo un chequeo rutinario.

—¿Seguro?

—Sí, cariño —me dijo mi madre, abrazándome fuerte—. Nos vemos mañana. Te quiero.

—Yo también, mamá... —la abracé como si quisiera quedarme ahí.

La madre de Cody dejó a Colyn en el suelo, y mi niño corrió a los brazos de Zoe, que estaba demasiado cerca de Fernando, susurrándole algo. Aunque ambos se separaron rápido, como si no hubiera pasado nada, yo lo noté. Claro que lo noté.

—Yo también debo retirarme. Sigo con la mudanza y debo organizar la cena de mañana —dijo la bruja.

Claro... ¡lárguese de una vez! pensé.

Mis padres se despidieron de todos y se marcharon junto con mi querida suegra. Apenas las puertas se cerraron, respiré como si me hubieran liberado de una jaula.

Pero no duró mucho. Me giré hacia Zoe.

—Estás muerta —le dije.

Ella levantó las manos inocente, mientras Colyn reía con Fernando, que lo perseguía por la sala.

—En mi defensa, es una buena manera de que Cody vea lo bruja que es su mamá.

—¿Te has vuelto loca, Zoe? ¡Cody no quiere ni verla!

—Pero ve el lado bueno: pueden dejar plantada la cena y escaparse como dos fugitivos del amor... terminar en un hotel y—

—¡Zoe! —la corté.

No pudo terminar porque la puerta principal se abrió de golpe.

—¡PAPAAAAAA! —El grito de Colyn resonó en toda la sala, seguido de su carrera hacia la entrada.

No hizo falta mirar. Sabíamos perfectamente quién había llegado.

Cody se acercó con Colyn en brazos. En cuanto los vi, corrí sin pensarlo y lo abracé fuerte, robándole un beso corto en los labios.

—Viniste... —susurré, como si aún no pudiera creerlo.

—Te prometí que comería con mi familia todos los días —respondió con esa firmeza que me derrite. Lo abracé todavía más fuerte.

—Ma...miii... aiiie —rió Colyn atrapado entre los dos.

Lo tomé suavemente de los brazos de su padre y lo apreté contra mí.

—Te amo, bebé.

—e amo, mami —respondió él con esa vocecita que me hacía temblar el corazón.

—La mesa está servida, señores —anunció Fernando desde el comedor.

Cody me rodeó la cintura y caminamos juntos hacia la mesa.

—¿Y Zoe? —preguntó de pronto, a no verla por ningún lado.

—La señorita Zoe tuvo un inconveniente y tuvo que irse —notificó Fernando.

—¿Inconveniente? ¿Está bien? —me levanté con intención de buscar mi teléfono.

—Sí, algo de la universidad, nada grave —aclaró Fernando. Respiré aliviada y volví a sentarme.

Cody tomó mi mano sobre la mesa, acariciándola con calma.

—¿Cómo estuvo tu mañana, amor?

Pero antes de que pudiera contestar, Colyn interrumpió, muy serio:

—¡Papi! Abuela aquí...

—¿En serio? —Cody arqueó una ceja.

Colyn asintió con esa solemnidad de niño que intenta parecer adulto, y yo casi río.

—Abuelo y abuela aquí... galletas, eche... y muuuuho beso. —Alargó la palabra como si fuera lo más importante.

Cody no pudo evitar soltar una risita.

—¡Abuela... egalo! —dijo Colyn entusiasmado, y estiró su manito para mostrarle a su padre una pulsera fina, delicada... de oro.

En cuanto la vi, sentí que el corazón me dio un vuelco. Cuando llego esa pulsera a su manito, acaso la madre de cody se la puso.

La expresión de Cody cambió al instante; frunció el ceño y me miró.

—¿Tu abuela te lo dio? —le preguntó a nuestro hijo.

Colyn asintió con toda la inocencia del mundo.

—Sí, papiii, abuela egalo mío

—¿Cómo campeón?

Colyn respondió sin titubeos, como si fuera un gran secreto compartido:



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En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 16.09.2025

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