Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 40: Misma dirección

Salí del baño con paso firme, la frente en alto como si nada hubiera ocurrido allí dentro. Mis ojos recorrieron el comedor y lo primero que noté fue a Renata, sentada muy cómoda, demasiado cerca de Cody. Reía suave, inclinada hacia él, como si intentara llenar el espacio que me correspondía.

No lo permití ni un segundo. Caminé directo hacia mi lugar, y cuando Cody me vio, su mirada se iluminó como si al fin hubiera vuelto el aire a la habitación. Me senté a su lado, y antes de que alguien pudiera decir algo, él tomó mi mano con naturalidad, entrelazando sus dedos con los míos.

Lo miré de reojo, y sin pensarlo dos veces, me incliné y le di un beso rápido en los labios. Fue un gesto breve, pero suficiente. El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier palabra: Renata parpadeó un instante, sorprendida, y la señora Montalva dejó escapar una sonrisa tensa, esa que se esconde detrás de la cortesía.

Yo solo apoyé mi mano sobre la de Cody y me quedé allí, con una sonrisa tranquila, como si el juego recién estuviera comenzando.

—Qué bonito gesto... —dijo entonces la madre de Cody, rompiendo el silencio con voz dulce, aunque cada palabra estaba afilada—. Siempre es agradable ver cuando las esposas se esfuerzan por mantener la atención de sus maridos.

Su comentario flotó en el aire como veneno disimulado en miel. Renata bajó la mirada apenas, fingiendo esconder una sonrisa, y yo me limité a enderezar la espalda, sin perder la compostura.

—Oh, no se preocupe —respondí con serenidad, clavando mi mirada en la señora Montalva—. Mi esposo no necesita que yo me esfuerce... él ya sabe a quién pertenece.

Cody me apretó la mano suavemente, en señal de apoyo.

El juego apenas estaba comenzando, y yo no pensaba perder ni una sola ficha.

La cena transcurrió entre un lujo abrumador. Renata estaba demasiado cómoda junto a la madre de Cody, riendo y charlando como si fuera la heredera natural de todo lo que nos rodeaba. Mi estómago se encogía mientras observaba esa escena. Pude notar cómo la mandíbula de Cody se tensaba; sus ojos verdes, fijos, revelaban que algo comenzaba a sospechar.

Finalmente, con voz firme, puso fin a aquel teatro. Ignorando los comentarios de su madre, se levantó.
—Señores García, ha sido un gusto cenar con ustedes, pero Anny y yo debemos retirarnos. Disculpen.

Mis padres asintieron, comprensivos, y nos despedimos con abrazos y promesas de visitarlos pronto. Tomados de la mano, salimos del restaurante.

Salomón abrió la puerta y Cody me ayudó a subir. Apenas el motor rugió, me atrajo a su pecho.

—Lo siento, Anny... —susurró.

Levanté la cabeza para mirarlo, buscando calma en sus ojos.
—Sé que Renata no es tu persona favorita —me dijo con pesar.

—Tranquilo, Cody. Tú no tuviste la culpa, yo fui quien te pidió venir a esta cena.

Él frunció el ceño.
—Mi... madre... no entiendo por qué la invitó.

Me acerqué y rocé sus labios con los míos.
—Para molestar. Lo único que me importa es que estamos juntos —murmuré.

Cody enmarcó mi rostro entre sus manos y me besó con intensidad. Perdí la noción de todo lo demás: Renata, su madre, la cena... se disolvieron en el aire como si nunca hubieran existido. El calor subía por mi cuerpo al sentir sus labios, sus manos explorando con ansiedad sobre la tela de mi vestido.

Los minutos se estiraron, largos, infinitos. Cada beso era un incendio y cada caricia me hacía olvidar dónde estábamos. El mundo quedó reducido al espacio cerrado del auto y al latido desesperado de su corazón contra el mío. Ese tonto vestido comenzaba a estorbarme, y justo cuando el deseo estaba a punto de arrastrarnos, la voz de Salomón rompió la burbuja:

—Señor... —dijo, abriendo la puerta.

Nos separamos con un suspiro entrecortado. Cody bajó primero y me tendió la mano.
—¿Lista?

Lo miré intrigada.
—¿Dónde estamos?

Su sonrisa fue la única respuesta. Caminamos por un sendero iluminado suavemente, rodeados de árboles. Frente a nosotros, una cabaña de madera con paredes de cristal se alzaba como un refugio secreto.

—Tenemos esta noche y todo el día de mañana solo para nosotros —me dijo, abrazándome por detrás.

—¿Colyn? —pregunté, aún preocupada.

—Con Zoe y Fernando. Tranquila, está seguro.

Me giré hacia él.
—Te amo, Cody.

—Te amo, Anny. —me cargó entre sus brazos estilo novia.

Sonrojada, solté una risita.
—Esto me trae recuerdos.

—Recrearemos los que quieras... y haremos unos nuevos —susurró pícaro mientras subía las escaleras.

Al entrar, me quedé sin aliento. La sala estaba iluminada únicamente por la luz cálida de la chimenea y decenas de velas que parpadeaban suavemente en cada rincón. El rojo profundo de la alfombra estaba cubierto de cojines mullidos que invitaban a perderse en ellos. Una mesa baja en el centro sostenía una charola con fresas frescas, trozos de chocolate oscuro y dos copas altas de champagne que brillaban bajo el resplandor del fuego.

La escena parecía sacada de un sueño, tan perfecta que por un momento creí que me había transportado a otro mundo.

—Cody... —susurré, llevándome la mano a la boca, conmovida.

Él me rodeó por la cintura y murmuró en mi oído con esa voz grave que me erizaba la piel:
—Todo esto es para ti. Para nosotros.

Me giré hacia él, los ojos vidriosos de emoción, y me encontré con su sonrisa traviesa.
—¿Ves esas fresas? —dijo, al tiempo que tomaba una con delicadeza—. Juro que sabrán mejor si te las doy yo.

Reí nerviosa, sabiendo perfectamente a dónde lo llevaba su juego.

Su boca atrapó la mía en un beso urgente, profundo. Mis manos se aferraron a sus hombros, mi corazón corría al ritmo del suyo. Me separé apenas para respirar.
—Cody... después de esta noche, no quiero pensar en nada más que en nuestra felicidad.

Él acarició mi rostro, apartando un mechón rebelde.
—Escúchame bien, Cerebrito: nadie puede cambiar lo que siento por ti. Nadie podrá separarnos.



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En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 10.10.2025

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