Me senté en el colchón tirado en el suelo, los ojos recorriendo cada rincón de aquel lugar en busca de una señal que me dijera dónde demonios estábamos. Colyn se aferraba a mi pecho como si pudiera desaparecer de miedo, y yo lo acunaba con una mano mientras con la otra acariciaba su cabello suave.
—Ma...mi... —sollozó, y yo lo estreché con más fuerza—. Shhh, tranquilo, mi amor. Mami no dejará que nada malo te pase, ¿sí? Estoy aquí, nadie te hará daño.
Lo acuné hasta que su cuerpecito se fue relajando y los párpados pesándole hasta rendirse al sueño. No supe cuánto tiempo pasó. Me sentía agotada todo en mi cabeza era un remolino, no podía entender nada, un único nombre: ¿Alex?
La puerta se abrió de golpe con un estruendo que me heló la sangre. Colyn pegó un brinco y se despertó llorando, lo apreté contra mí como un escudo instintivo.
Y entonces la vi.
Una sonrisa cruel, venenosa, se dibujó en ese rostro que me miraba con superioridad.
—Sabía que tú estabas metida en esto, maldita —escupí con un tono firme y amenaza.
La figura de Renata llenó este pequeño lugar con esa sonrisa cruel que le sienta tan bien. La ira me subió de golpe.
—¿Por qué…? —alcancé a preguntar, aunque la voz me salió quebrada.
Ella soltó una carcajada que sonó como un látigo en el aire.
—¡Jajajaja! Mira nada más… la gran señora Montealva temblando. ¡Qué delicia! Así es como siempre quise verte, arrodillada, débil, rota.
—¿Tanto odio me tienes, Renata? —le escupí, con el pecho ardiéndome.
—¿Odio? —dijo, ladeando la cabeza, como si saboreara cada sílaba—. Sí. Y con gusto. ¿Sabes por qué? Porque quiero todo lo que tú tienes. No vine aquí por un berrinche, vine por lo que merezco: poder.
Mis manos se crisparon, la sangre me hervía. Intenté incorporarme pero no podía arriesgarme. la vida Colyn era lo mas importante, y esa bruja sería capaz de cualquier cosa.
—¿Qué dices? nunca te hice daño… —murmuré entre dientes—. Nunca te hice algo. Siempre te traté como a alguien más en la empresa.
Renata soltó un suspiro teatral, como quien disfruta revelar un secreto prohibido.
—¿De verdad lo crees? Pobrecita —se inclinó hacia mí, sus ojos oscuros brillando de malicia—. Déjame decirte algo, señora Montealva: conozco a Cody desde niña.
El mundo se me derrumbó por dentro. ¿Qué…? ¿Cody nunca me…?
Ella notó mi desconcierto y rio con más fuerza, carcajadas que dolían.
—Puedo ver tu cabecita explotando, jajajaja. . Aunque te cueste creerlo, él ni siquiera me recuerda. porque jamás me miró. Yo era invisible. La hija de la sirvienta. Él era el futuro gran CEO, el chico que lo tendría todo. Yo era la hija del servicio, la que quedó al margen.
Sus palabras chorreaban veneno. La rabia y la envidia de toda una vida quemaban en sus ojos. Y yo, por primera vez, sentí un odio que me hacía hervir la sangre.
—Le debo mucho a su padre —continuó—. Él fue quien me ayudó a entrar en una buena escuela. Yo intenté de todo sabes, luché, mientras fuimos niños no me dejaban estar cerca de el cuando el estaba en patio, mi madre me metía dentro, si el entraba yo debía salir, Pero cuando cumplí dieciséis, desafié a mi madre y me acerqué a él. ¿Y qué hizo el imbécil? Ni siquiera se tomó cinco segundos para mirarme a la cara. Solo veía a las chicas como juguetes de una noche. Me dio igual, lo acepté…
Su voz se volvió un látigo.
— hasta que apareciste tú, La inocente Anny. El idiota empezó a enamorarse, sin darse cuenta. Lo transformaste. Dejaba atrás a todas las otras porque ahora solo tenía ojos para ti. Tú lo robaste todo.
Mi estómago se encogió. Su mirada se posó en Colyn y lo apreté más fuerte contra mí, alejándolo de sus ojos.
—Y cuando creí que él se alejaría de ti, cuando pensé que no se haría cargo, ¡zas! —escupió—. Lo vi rendido, entregado a ese mocoso inútil.
Ella avanzó unos pasos y, por un instante, no parecía la misma mujer calculadora: se le veía herida, orgullosa y venenosa a la vez.
—¿Quieres que te confiese algo? —susurró con una calma gélida—. Cuando ese mocoso estuvo en peligro, cuando la vida te mostró lo frágil que era, yo sentí felicidad. Sí, felicidad. Ese fue el día más hermoso de mi vida. Pensé: por fin… mi oportunidad..
—¡Eres un monstruo! —le grité, temblando de ira—. ¿El destino no pudo sacarnos de tu camino y ahora quieres hacerlo tú misma? ¿Vas a matarme?
Ella sonrió.
—No lo veas así —respondió, como quien pone una pieza en su tablero—. No llegué aquí por casualidad. Sabía que el viejo tenía debilidades. Sabía que la madre de Cody necesitaba aliados... y cuando se presentó la posibilidad, la aproveché. Mi nombre está en papeles, en cláusulas. Tu suegro me hizo parte de un trato; y cuando murió… todo quedó sellado.
Sus palabras eran cuchillos. Yo apenas podía respirar.
—Cody nos encontrará —le lancé, con rabia—. Y cuando sepa quién eres, se encargará de ti.
Renata rio, oscura, venenosa.
—¿De verdad crees que es solo por Cody? —dijo acercándose—. No, Anny. Esto es más grande. Ser la señora Montealva te da un poder que ni imaginas, te da un lugar. Yo no pienso quedarme mirando mientras tú disfrutas lo que yo siempre merecí.
Su mirada se clavó en mí con una mezcla de triunfo y desafío.
—Aléjate de nosotros —le escupí con rabia.
Ella rio más fuerte, los ojos encendidos de locura.
—Aléjate tú. Porque si no, este mocoso lo pagará todo.
El corazón me golpeó en el pecho.
—No permitiré que le hagas daño —dije, con la voz que apenas reconocía—. Si lo tocas, te juro que...
Ella me interrumpió, venenosa:
—¿Todavía no entiendes? Yo acomodé las piezas. Yo estuve detrás de todo. Esa pulsera, esos papeles, esas cláusulas… nada fue casualidad. Soy la pieza que nadie sospecha, la que siempre estuvo donde debía estar.
Me fulminó con la mirada, con una rabia tan oscura que me heló la piel, pero no deje que viera derrotada:
Editado: 10.10.2025