Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 48: La gran historia. Parte: 2

No quería hablar con mi madre. Estaba agotado de su manipulación, de las explicaciones que siempre llegaban tarde y de esa culpa que ella sabía plantar en mi pecho. Aun así, verla así —desesperada, rota— hizo que me detuviera y la escuchara.

Mi madre me miró con ojos suplicantes; buscó las palabras y tembló. Sin embargo, su mirada no se quedó solo en mí: recorrió la sala y se topó con la mujer que había venido con la historia. La madre de Alex bajó la cabeza; no dijo nada. El silencio entre las dos mujeres pesó más que cualquier reproche.

—Hijo —susurró mi madre—, tienes que confiar en mí. No tenemos tiempo para más secretos.

Sentí la arena del tiempo deslizándose por el reloj de mi vida. Afuera, el mundo continuaba con su indiferencia; dentro, todo estaba partido en dos: la urgencia de salvar a mi familia y la verdad que acababa de caer como un martillazo sobre lo que creía que era mi hogar.

Mi madre me tomó las manos y las apretó con fuerza. Tenía la mirada suplicante, la voz rota.

—Cody… —empezó—. Anny y Colyn corren peligro. Sé que ya te contaron la verdad de lo que hizo tu padre… y sé que he sido una mala madre. No tengo excusas. Tu padre te amaba.

Gruñí, preparado para reventar de rabia, cuando la madre de Alex la interrumpió, seca:

—Sí, lo amaba tanto ¿Y por eso lo llenó todo de mentiras?

Mi madre la miró con frialdad y contestó, dura:

—Porque yo se lo pedí.

La mujer que había callado hasta entonces contuvo el aliento, incrédula.

—¿Crees que no supe que mi esposo estuvo con ella? ¿Que no supe que tenía un hijo “bastardo”? ¿Que soy estúpida? —mi madre siguió, con la voz que se clavaba—. Yo moví las piezas porque no me dejo amedrentar. Supe de ese niño antes de que naciera. Le exigí que Cody nunca supiera de su medio hermano. No dejaría que mi sangre se manchara. Puse contratos, cláusulas, dinero. ¿Crees que no iba a proteger lo mío?

Hizo una pausa, la tensión en la sala subió.

—Renata aparece en esos papeles porque yo lo pedí. La exigí. Tu padre solo intentó protegerte, alejarte de lo que podía destruirte. Pensó que así te cuidaba.

—¡BASTA! —exploté y me aparté—. Estoy harto de esta mierda. Me cansé de ser el peón en sus juegos de ajedrez. Me cansé de ser su orgullo y su arma. Renuncio a la empresa, al apellido, a todo lo que ustedes valoran. Toda mi vida fue una puesta en escena para ustedes. ¿Acaso me amaste de verdad mamá? ¿O solo fui un instrumento?

—Claro que te amo —balbuceó ella.

—Si me amas tanto —le solté con dureza— que manipulaste mi vida, le pusiste una trampa a mi esposa y ayudaste en el secuestro de tu propio nieto. ¿Eso es lo que viniste a decir, verdad?

—Hijo… —intentó decir, pero yo no la dejé.

—No me llames “hijo”. No quiero tus palabras suaves. ¿Dónde están Anny y Colyn?

Mi madre sacó un teléfono pequeño y me lo tendió. En la pantalla, una aplicación mostraba un punto rojo parpadeante: un rastreador.

La pulsera de Colyn, pensé. La habían convertido en un localizador para saber dónde estaba el niño y así llevárselo sin que nadie lo viera venir.

La miré con todo el odio que cabía en mi pecho. Crucé junto a ella, dispuesto a salir, pero su mano en mi brazo me detuvo.

—Espera —me dijo con urgencia—. Ellos te estarán esperando. Hay bombas, Cody. No vendrán a entregarte a Colyn con vida. Y Anny… Anny no creo que la dejen salir.

Me faltó el aire.

—Sé que nunca me perdonarás —continuó mi madre, llorando—, pero no permitiré que le hagan daño a mi nieto. Puedo ser la peor madre, pero no dejaré que la sangre de un inocente se derrame. Fui una tonta por dejarme envenenar por el poder…

—Tú ayudaste —la acusé.

—No —replicó con voz quebrada—. El plan fue de Renata. Iban a tomar a Colyn; tú firmabas el divorcio; luego, con los papeles, te iban a exigir un matrimonio con Renata para borrar a Anny de la escena. Era retorcido, lo sé. Lo siento.

—Eres un monstruo —escupió la madre de Alex desde su rincón.

—Lo sé —dijo mi madre—, pero escúchame: ese hombre está fuera de sí. No quiere que te entreguen a Colyn. Y Renata… ella no piensa dejar a Anny con vida.

—¡Mi hijo no es un asesino! —gritó la madre de Alex alzando la voz.

Mi madre la ignoró. Me miró con desesperación y terminó:

—Déjame ayudarte, Cody. Déjame reparar mi error.

Me quedé unos segundos en silencio, con la sangre como fuego bajo la piel. Tenía la certeza de una cosa: no me quedaría de brazos cruzados. No solo por mi hijo y por mi esposa, sino para arrancar de raÍz la podredumbre que había crecido en la sombra de nuestro nombre.



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En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 10.10.2025

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