Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 50: Enfrentando tu pasado.

Corrí como un loco cuando vi al a un hijo de puta arrastrando a Anny por el suelo como si fuera un saco de basura.

—¡Suéltala! —rugí, la furia devorándome por dentro.

No pensé. Solo disparé. El hombre cayó de golpe, su cuerpo inerte se desplomó contra el polvo. Me lancé hacia ella.

Cuando la tomé en mis brazos, sentí que el mundo se me partía en dos. La frente le sangraba, la piel cubierta de tierra y polvo, el cuerpo flácido, apenas reaccionando.

—Anny, mírame, por favor... —susurré, con la garganta cerrada.

Ella parpadeó débilmente, sus labios temblando.

—Cody... —apenas un hilo de voz.

La apreté contra mí, como si pudiera pegar sus pedazos con mis brazos. El olor a pólvora, sangre y escombros me llenaba los pulmones. Sentía mi corazón enloquecer, pero tenía que mantenerme en pie. Por ella. Por Colyn.

Levanté la vista, buscándolo desesperado.

Levanté la vista como un fogonazo. Ahí estaba mi hijo, tirado a unos metros, llorando, con la pierna ensangrentada y torcida en un ángulo que me rompió el pecho.

—¡Colyn! —grité, el grito partiendo el aire.

Iba a correr cuando una sombra salió y sacó a mi hijo en sus brazos. Me quedé petrificado. Alex apareció entre el humo, sosteniendo a mi hijo como si fuese suyo.

Nos miramos. Sus ojos estaban llenos del mismo odio que yo sentía.

—Nos volvemos a ver, señor Montelava... o mejor dicho, hermano —dijo con veneno.

—Suelta a mi hijo, maldito —escupí, sacando fuerzas de dónde no las tenía. Anny se puso de pie temblando, coloque mi cuerpo al frente de el ella.

—¿Acaso no puedo disfrutar de mi sobrino? —se burló, observando a Colyn como si fuera un trofeo—. Qué niño tan hermoso... sobre todo sus ojos. —Luego alzó la vista hacia Anny—. Me encantan

Anny se adelanto temblando, mi mano paso por su cintura la a treja hacia a mi, podía sentir como estaba débil.

—Cody.. mi bebe —susurró ella con voz quebrada.

—Tranquila —le dije, acariciándole la mejilla conteniendo la furia que me consumía —. Respira.

—Qué linda pareja —rió Alex con asco.

—. Vamos, deja a mi familia fuera de esto. Tu problema es conmigo, no con ellos. Devuélveme a mi hijo y enfréntame como hombres. —gruñí con ira asesina.

—Yo no soy de golpes, hermano —dijo Alex, encogiéndose de hombros—. Soy de estrategias. Hagamos un pequeño trato: yo te doy a HIJO, y tú me das a Anny, todos felices.

La sangre me hacia combustión. —Nunca te entregaré a Anny. Ella es mía.

—Vamos —replicó Alex—. ¿No piensas ayudar a tu hermanito? ¿No fue suficiente que te quedaras con la herencia de nuestro padre y con todo lo que me pertenecía?

—¡Ella nunca fue tuya!

Una silueta emergió del humo: Renata, impecable entre el caos, colocándose junto a Alex. Su risa cortó el poco aire que quedaba.

—Cody —saltó ella con dulzura venenosa—. Llegas justo a tiempo.

Ignoré la provocación y puse en marcha algo que se me ocurrió en un segundo. Había que mover sus dudas, hacerlo explotar desde adentro.

—¿Y tú qué ganas con ayudar a Alex? —le pregunté directo—. Entiendo que quieres poder, Renata, pero dime: ¿él te prometió ser su esposa? Porque a juzgar por cómo te mira... él solo quiere a Anny.

Ella me miró confundida, como si no entendiera la cortina que yo le lanzaba. Alex apretó a mi niño contra su pecho y me apuntó con el arma.

—Mejor cállate, Montelava —gruñó—. No te conviene.

Sonreí, con la ira transformándose en acero.

—Le mentiste... —reí con amargura—. En los papales que me enviaron, todo el imperio quedaba en tus manos, y yo me quedo con nada... salvo mi hijo. ¿Sabes quién va a ser la señora Montealva, Renata?

La comprensión se clavó en su rostro como un puñal. Gritó, empujando a Alex. El arma se le escapó, cayó al suelo.

—¡Maldito! —gritó Alex como si yo le hubiera perforado el pecho. Empujo a Renata haciendo que esta callera sobre una roca su cabeza reboto un poco y en la caída soltó a mi hijo y yo empujé a Anny a un lado, protegiéndola del impacto.

La cólera me volvió bestia. Me lancé sobre Alex sin pensar. Sentí el primer golpe en la costilla; la pistola que traía en las manos cayó y rodó lejos. Rodamos los dos por el suelo, polvo y trozos de techo en la cara, el mundo reducido a un cuerpo que quería matarme y yo a el.

En un instante saqué el arma que llevaba oculta en el tobillo con la mano cubierta de polvo. Antes de que Renata pudiera tocar a Colyn, apreté el gatillo. El disparo tronó dentro del caos. Renata se desplomó, un hilo rojo manó de su cuerpo. La vi caer y no permití que la culpa me alcanzara; había demasiado en juego.

Miré a mi hijo. El horror en sus ojos me atravesó como un puñal.
—¿Puedes moverte, campeón? —grité y me arrastré hasta él. Negó entre sollozos, herido, pero estaba vivo. Eso era lo único que importaba.

Lo tomé en brazos como si fuera la única gravedad que me sujetara. El suelo vibró con fuerza, las paredes crujieron, La señal vino clara: el edificio no aguantaba más.

Corrí hacia donde Anny intentaba incorporarse. La vi pálida, la frente cubierta de sangre y polvo.

Coloqué a Colyn en los brazos de Anny y tomé su cara entre mis manos, con las uñas clavadas en su mejilla. Sentí cada latido suyo contra mis dedos.
—Amor —le dije, la voz rota pero firme—. ¿Puedes caminar sola?

Parpadeó. Asintió con la boca temblando. Apretó a nuestro hijo contra el pecho como si quisiera fundirlo en ella. Su mirada buscó la mía, y en ese instante supe que tenía que hacer lo imposible.

—Sal ahora —sentencié—. Corre hasta la salida. Mis hombres te ayudaran.

Ella negó —¡Cody, no! —sollozó—. Por favor, ven con nosotros.

—Voy a estar bien —La besé con violencia contenida, con todo el amor y el miedo que tenía dentro—. Los amo — La empujé hacia la salida. La vi correr entre el humo, abrazando a nuestro hijo, mientras yo me giraba hacia Alex.



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En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 10.10.2025

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