Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 53: Es el momento.

La puerta se abrió despacio y vi a Zoe entrar con el dinosaurio favorito de Colyn bajo un brazo y unas mantas gruesas en el otro. Apenas nuestras miradas se cruzaron, no hizo falta decir nada. Me aferré a ella, y las lágrimas comenzaron a caer sin control. Sentí su abrazo fuerte, cálido, como si quisiera sostenerme para que no me derrumbara.

—No te atrevas a asustarme así otra vez, Anny —me dijo con la voz temblorosa, pero firme—. ¿Me entendiste? Estoy cabreada contigo por hacerme pasar este infierno.

Reí entre sollozos, apenas pude contestar, mi garganta era un nudo.

—Ia Zoe —escuché la vocecita de Colyn, levantando dos dinosaurios pequeños de juguete que no sé de dónde había sacado.

Zoe se giró hacia él, y sonrió con esa ternura que solo ella tiene.

—¿Pero qué tienes ahí, mi príncipe? —le susurró, mientras sacaba de su bolso una pequeña bandeja con fruta picada—. Vamos, campeón, hay que comer para ponerse fuerte.

La observé mientras acomodaba a Colyn en su camilla, ayudándolo a sentarse un poco. Mi pequeño reía bajito mientras devoraba los trozos de fruta con sus manitas, y por un instante sentí que todo lo malo desaparecía… pero solo por un instante.

Zoe sacó otra bandeja más grande y me la extendió.

—Toma, come algo.

—Gracias, Zoe —le dije con la voz débil.

—Tengo que alimentar a mis dos amores —bromeó con una sonrisa, intentando aligerar el ambiente.

Yo apenas pude sonreír.

—Gracias por estar aquí… de verdad —susurré.

Zoe se agachó frente a mí y me sostuvo el rostro entre sus manos.

—Te lo dije hace mucho: eres mi hermana de otra madre. Y las hermanas están para esto. No voy a dejarte sola nunca, ¿me oyes?

Mis labios temblaron.

—Cody… —dije su nombre casi sin aire, como si solo al pronunciarlo doliera más.

Zoe bajó la mirada.

—Lo sé, Anny. Y no sabes cuánto me duele a mí también —susurró con lágrimas contenidas—. Pero escúchame… pase lo que pase, él luchó por ustedes. Por su familia.

No pude contener el llanto. Sentí que me ahogaba, que el dolor me estaba comiendo viva.

—No puedo vivir sin él, Zoe… —murmuré entre lágrimas, temblando como una niña.

Ella me abrazó con fuerza, dejándome romperme en silencio sobre su hombro.

En ese momento, mamá entró con otra bandeja de comida. La dejó frente a nosotras sin decir palabra. Las tres comimos en silencio, aunque ninguna tenía realmente hambre. Yo apenas probé dos bocados. Sentía el estómago cerrado, el alma vacía…

Sabía que iba a necesitar fuerzas, aunque no supiera de dónde sacarlas.
Porque si mi esposo estaba vivo, lo traería de vuelta.
Y si no…
Lo sacaría de entre esas ruinas con mis propias manos.

La reunión con los socios fue agotadora. El doctor no estaba nada contento con mi estado, pero tener poder tiene sus ventajas. No me importó su desaprobación; lo único que quería era resultados.
Salomón trajo al hombre encargado de la búsqueda, aquel que ya habían decidido suspender, y se lo advertí: eso no iba a quedarse así.
—Rescaten a mi esposo —les dije—. No me importa cuánto cueste.

Claro que hubo una suma exorbitante de por medio; nada es gratis en la vida. Pero si el dinero de los Montealva servía para algo, sería para traer de vuelta a Cody, vivo o muerto.

Fernando consiguió todo lo pedido y más. Descubrimos que el hombre que logró entrar en la casa era novio de la niñera de Colyn. Eran cómplices de Renata. Los entregamos a la justicia, aunque eso no bastaba. Yo quería verla, mirarla a la cara, que me dijera por qué.

Ordené que revisaran las cámaras, que cambiaran los ángulos, el personal, todo. Quería que la casa dejara de ser un campo minado de traiciones. La pulsera que Colyn llevaba en la mano se la pedí a Salomón para que la entregara en la morgue, quería que mi suegra se la llevara consigo. Al fin y al cabo, era la abuela de mi hijo.

Al día siguiente el doctor me dio el alta, con mil advertencias que no escuché. Yo solo pensaba en Cody.
Estaba dispuesta a todo.

Colyn reía y hablaba como si nada hubiera pasado. Le contratamos una enfermera, aunque no era necesaria porque mi madre lo vigilaba día y noche. Zoe también, que muchas veces lo disfrazaba y jugaba con él. Fernando los acompañaba siempre.
Y Salomón… él se encargaba de que la búsqueda no se detuviera ni un segundo.

Una tarde, mientras estaba en la oficina de Cody en casa, revisando documentos sobre la empresa —intentos vacíos de distraer mi mente—, escuché un golpe en la puerta. Levanté la vista.

Era Fernando.

—Señora, tiene visita. La mamá de Alex está aquí.

Lo miré en silencio, respiré profundo y le hice pasar.

Entró una mujer pequeña, con el pelo canoso recogido y una sonrisa triste que apenas sostenía.

—Hola, Anny. Tiempo sin verte —dijo despacio.

—Disculpe —respondí con frialdad—, no sé si tengo el mismo placer. ¿A qué debo su visita?

Ella suspiró, la voz le tembló.

—Mi hijo…

No la dejé terminar.

—Su hijo es un monstruo —le solté sin titubear—. Me manipuló, me lastimó, usó a mi hijo como venganza...

—Fue mi culpa… —susurró, bajando la mirada.

—Si vino hasta aquí para contarme su historia con el padre de Cody, ya la sé —la interrumpí otra vez.

Me miró sorprendida, como si no esperara que yo conociera los secretos que todos se empeñaban en ocultar.

—¿Cree que soy tonta? —le dije—. Si usted vino a decirle a mi esposo que sabía dónde estábamos, fue porque estaba al tanto de lo que su hijo planeaba y no hizo nada por detenerlo. Permitió que secuestrara a un niño. A MI hijo. Me drogaron, me torturaron con palabras, me rompieron el alma. Así que no intente limpiar su imagen conmigo. Lo único que me importa es mi familia.

Ella sonrió con una tristeza que no me conmovió.

—Veo por qué Cody te eligió —dijo despacio—. Eres una gran chica, Anny.



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En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 10.10.2025

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