Nuestro Futuro. ¿embaraza? La Nerd

Capitulo 54: Tensión, esperanza y miedo.

No recuerdo haber colgado. Solo recuerdo el temblor en mis manos y el sonido de mi respiración entrecortada. Salí de la oficina sin pensar, subí las escaleras casi corriendo. Zoe me interceptó en el pasillo.

—¿Anny? —su voz sonó alarmada—. ¿Qué pasó?

—Lo encontraron —susurré.

Las palabras no me salían. Solo lágrimas.

En menos de media hora ya el auto estaba listo. Fernando se quedó con Colyn; mi madre apenas logró alcanzarme para ponerme un abrigo sobre los hombros. El resto fue un silencio absoluto, un viaje que me pareció eterno.

Cuando llegamos al lugar del derrumbe, todo olía a tierra húmeda, a polvo, a metal quemado y a muerte. Los reflectores iluminaban las ruinas y el sonido de las máquinas removiendo escombros se mezclaba con las voces de los rescatistas.

Me bajé del auto sin esperar ayuda. Sentí cómo mis piernas flaqueaban, pero seguí caminando. Mis botas se hundían en el barro, el viento me cortaba la cara, y mi corazón golpeaba tan fuerte que me dolía respirar.

—Señora Montealva — uno de los hombres se acercó —. Por favor, no pase más allá de la línea amarilla.

—¿Dónde está? —pregunté, ignorándolo.

El hombre intercambió una mirada con Salomón que se estaba acercando a mi.

—Muéstrenme dónde lo encontraron —ordené.

Me guiaron hasta un punto donde una lona cubría algo. Había movimiento, murmullos, tensión. Una parte de mí quería correr, la otra quería gritar que no levantaran nada, que no me mostraran lo que había debajo.

—No podemos asegurar que sea él —me dijo uno de los rescatistas—, pero encontramos pertenencias…

Extendió una bolsa transparente. Dentro había una cadena, un anillo y una foto pequeña.

Era Mi foto.
Salía con el vestido de novia y colyn el brazos cody siempre la tenia en su cartera.

Sentí que me quedaba sin aire.

—¡Quítenlo! —grité, señalando la lona—. ¡Quítenlo!

—Señora, no es recomendable…

—¡Ahora!

El hombre asintió con pesar y levantó un extremo. La luz del reflector se reflejó en algo metálico, cubierto de barro y sangre seca. No era un cuerpo completo… solo pedazos de ropa, el fragmento de una chaqueta y unos zapatos negros.

Mis piernas cedieron. Salomón me sostuvo antes de que cayera.

—Todavía no hay confirmación —decía él, intentando mantener la calma—. Llevaremos todo al laboratorio… puede ser otra persona.

—Es Cody —susurré.

Mi voz apenas fue un hilo. Sentí cómo el dolor me atravesaba el cuerpo. Recuerdo cómo mi cuerpo cedió ante el peso de la noticia. Todo se descontroló dentro de mí: grité, pataleé, maldije, empujé. Recuerdo a Salomón intentando contenerme, mientras yo le exigía respuestas.
“¿Por qué Cody? ¿Por qué mi esposo? ¿Por qué?”, repetía una y otra vez.

La noche había caído oscura. Estaba acostada en mi cama, abrazada al pequeño cuerpo de Colyn. No había bajado, no había visto a nadie… y, sinceramente, no me interesaba. Solo quería quedarme allí, en ese cuarto donde tantas noches fuimos felices. Me habían colocado un calmante, y dormí casi toda la tarde y parte de la noche. Pero ahora, en la madrugada, solo podía mirar a nuestro hijo.
¿Cómo voy a seguir? ¿De dónde voy a sacar fuerzas para levantarme?

Tomé la foto que estaba en el buró. Era del día de nuestra boda.
Ambos sonreíamos, tan felices…
Una sonrisa triste se escapó de mis labios.

—No te lo perdonaré nunca, Cody —susurré, apretando la foto contra mi pecho—. Me prometiste estar siempre conmigo, y ahora…

—Ma… ma… —la vocecita de Colyn me sacó del trance.

—Hola, bebé. ¿No puedes dormir? —le pregunté con suavidad.

Negó con la cabeza.

—Ven, vamos por un poco de leche caliente, ¿sí?

Lo cargué con cuidado, procurando no lastimar su pierna que seguía enyesada. Bajamos las escaleras en silencio, pero justo cuando iba a entrar a la cocina, unas risas me pusieron en alerta.

¿Quién podía estar allí a las dos y media de la madrugada?

Le hice una seña a Colyn para que guardara silencio. Él asintió, imitando mi gesto. Nos asomamos… y no podía creer lo que vi.

Zoe estaba sentada sobre el mesón de la cocina, entre sus piernas Fernando la devoraba a besos, con una pasión desesperada. Las manos de Zoe luchaban por desabotonar la camisa de él.

Y entonces, la voz inocente de mi hijo rompió el silencio.

—Esooo, síii —gritó Colyn, aplaudiendo.

Zoe empujó tan fuerte a Fernando que este casi cae, aunque logró estabilizarse.

—¡Anny! —gritó Zoe, bajándose de la encimera con la agilidad de un ninja.

—Señora Montealva… —dijo Fernando al mismo tiempo, intentando acomodarse la ropa con torpeza.

Yo iba a decir algo, pero Salomón entró apresurado. Al verme, se acercó rápidamente.

—Señora Montealva, llegaron los resultados del laboratorio —dijo con voz entrecortada—. Tiene que ir al hospital de inmediato… el señor Montealva está vivo.

Por un instante, sentí que el corazón iba a estallarme. No sabía si mi cuerpo podía soportar otra noticia así.

Zoe tomó a Colyn en brazos y me hizo una seña para que me fuera.

Tomé un abrigo y salí junto a Salomón. Durante el camino al hospital no dejaba de temblar. Él me ayudó a bajar del auto y me acompañó hasta la entrada.

Subimos al segundo piso, y apenas salimos del ascensor, un doctor se acercó a mí.

—Buenas noches, señora Montealva —dijo con tono serio pero amable—. Su esposo se encuentra en terapia intensiva. Está vivo, pero gravemente herido.
El derrumbe le causó varios daños internos que estamos tratando. Además, el tiempo que permaneció bajo los escombros afectó severamente sus pulmones; inhaló mucho polvo y su cuerpo está muy débil.
Voy a ser completamente sincero: haremos todo lo humanamente posible para salvarlo, pero el estado de su esposo es crítico.

No encontraba palabras. Solo asentí con la cabeza, sintiendo que el suelo se me movía bajo los pies.



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En el texto hay: humor, romance, adultos

Editado: 15.10.2025

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