Eran las diez de la mañana y Nicolas en cualquier momento iba a comenzar a caminar por las paredes de la ansiedad que tenía, sabía que para ver a Laura faltaban algunas horas, pero cuanto más se acercaba la hora de verla, más nervioso se ponía. Desde hacía algunos meses tenía el regalo que le iba a dar a Laura por su cumpleaños número dieciocho, le costó bastante conseguirlo, era un collar de protección le colocó magia en el dije para que nunca nada malo le pasara.
Nicolas sabía que Laura era fuerte, pero él siempre se preocupaba por ella, nunca nadie le había importado tanto.
Se propuso desayunar algo antes de prepararse para ir a el almuerzo familiar, puso la pava en el fuego y mientras esperaba que el agua se calentara se preparó una galletitas con picadillo, si fuera por él se hubiera comido unas facturas pero hoy el panadero no trabajaba, todo el pueblo estuvo en la fiesta anoche, mejor dicho casi todo y hoy se propusieron descansar.
Mientras desayunaba sus galletas con unos ricos mates, Nicolas no se dejaba de preguntar si le gustaría a Laura el regalo que le daría.
-mientras tomaba un mate susurraba- ¿y si no le gusta?, mejor le digo que no le pude comprar nada, ella seguro entiende- cada vez su mente se enredaba más- pero ya lo compre y le dije que le iba a dar algo especial- se refriega la cara- porque hice eso, ahora no le puedo decir que no tengo nada -piensa- puedo decirle que lo perdí, si, eso puedo hacer, pero no me gustaría ver su cara de decepción, mejor se lo doy, a lo mejor y le gusta, si si eso voy a hacer.
Cuando terminó su desayuno se fue a bañar al lago, a esa hora no había nadie despierto, nadie podía verlo.
Las cabañas donde vivían tenían pocas comodidades, no tenían luz, ni agua y mucho menos gas pero en época de bajas temperatura, que era la mayoría de los meses en ese lugar servían para resguardarse del frío. Los cambia formas lo tenían más fácil, poniéndose en su piel peluda el frío no lo sentían para nada, lástima que él no lo fuera, realmente la pasaba muy mal en el invierno.
Él tenía magia pero de nada le servía, no podía utilizarla si quería ser imperceptible para su familia, le seguía dando escalofrío cada vez que pensaba en ellos, era el primogénito de una de las familias más importantes en el mundo mágico, sus padres se unieron únicamente para procrear a un ser que fuera tan poderoso que pudiera gobernar a todo el mundo mágico, obviamente dirigido por ellos.
Planean matara a todo aquel que se interpusiera en sus planes, Nicolas no quería formar parte de eso, él no tenía ningún interés en deshacerse de nadie, desde pequeño lo tuvieron imposibilitado de comunicarse con otros seres mágicos, encerrándolo en la casa y enseñándole todos los hechizos que se puedan imaginar, por primera vez a los dieciséis lo dejaron salir de la casa, obviamente acompañado por sus padres, lo llevaron al bosque que estaba cerca de su casa y le obligaron a quitarle la vida a un conejo, él pensó que solo era un animal, no le gustó la idea pero no lo vio como algo grave, él era omnívoro, comía tanto carnes como vegetales, nunca había matado un animal, pero sus padres le insistieron muchísimo par que lo hicieras, cuando realizo el hechizo para matarlo todo parecía normal, hasta que el pequeño animal se convirtió en un niño que no habrá pasado de los seis años, trató de revertir lo que había hecho pero no lo logró. Aún los ojitos sin vida de ese niño lo persiguen en sus pesadillas, después de eso sus padres le contaron lo que planeaban hacer y como él los ayudaría.
Ese mismo día espero que se hiciera de noche y se escapó, no pensaba volver a lastimar a ningún ser mágico en lo que le quedaba de vida. Fue por mucho tiempo nómade, cada vez que se sentía seguro en algún lugar, lo encontraban y debía volver a escapar, por la misma razón trataba de no hacerse amigos, cuando tuviera que escapar no lo extrañarían.
Hasta que llegó a donde está hoy en día, cayó en ese lugar por milagro, todos fueron tan amables que cuando se quiso dar cuenta ya tenía muchos amigos y una familia que lo considero uno más de ellos. Realmente tuvo mucha suerte.
Mientras recordaba todo lo sucedido en su vida hasta el día de hoy, se comenzó a arreglar para ir a la casa de los Ramírez, a todo eso ya eran las dos del mediodía.
Caminando con su regalo en las manos se acercó a la casa de la familia, no escuchaba ningún ruido proveniente de ella aunque eso no lo sorprendió, él no tenía un super oído, esperaba que alguien estuviera despierto, apretaba tanto el regalo que tenía en las manos que se había arrugado todo el envoltorio, cuando llegó a la puerta le dio unos pequeño toquecitos.
Abrieron la puerta de golpe, lo cual lo asustó, ya que no había escuchado nada, del otro lado de la puerta se encontró con dos cabecitas, eran los mellizos de la familia Agustín y Tomas de 4 años.
¿Qué pasa hermanito?- preguntó uno de ellos- pusiste una cara de bobo - se ríen los hermanos-
Un día de estos me van a matar de un infarto ustedes dos- se toca el pecho con una mano-
-se ríen más fuerte-
-detrás de los mellizos sale Juan- déjenlo en paz chicos, ya les dije que no le hagan eso, él no tiene nuestro oído, un día de estos lo van a dejar frito en el suelo.- les guiña un ojo- ustedes van a tener que hacer el pozo- se ríe- pasa, pasa hijito.
-entra riendo a la casa- bueno, gracias- mira para todos lados-
Si estás buscando a Laura aún está durmiendo, estuvo hermosa la fiesta, lamentamos que no hayas podido estar, pero hoy vamos a disfrutar todos juntos- sonríe mostrando todos sus diente- acompáñame a fuera a buscar leña, Juli y Fede ya fueron a buscar algunas ramas, pero siempre ponen escusas para quedarse jugando, ya sabes como son.
Julián de ocho años y Federico de doce años eran los hermanos del medio.
-sale de la cocina Ana que estuvo escuchando toda la conversación- hola hijito- le da un beso en cada cachete- me alegra verte, voy a preparar un chimichurri para la carne que te vas a chuparlos dedos.