Nuestro jardín de gardenias

5. La debilidad de un Wade

En la lujosa y amplia bañera de mármol, Margaret y Andrew están sumergidos hasta los hombros, cubiertos por burbujas que suavemente suben y bajan con el movimiento del agua. La luz tenue de las velas ilumina la estancia, y el aroma a sándalo y lavanda envuelve el aire. Una bandeja de madera con dos copas de vino tinto descansa cerca de ellos, el calor del licor ya ha avivado los corazones de ambos, creando una atmósfera de intimidad palpable. La iluminación es suave, las paredes de la habitación se iluminan ligeramente por el reflejo de una película proyectada en la pared, añadiendo un ambiente relajado. El proyector está justo frente a ellos, mostrando un clásico Pretty Woman, mientras el sonido suave y de fondo llena la habitación.

A pesar de la desnudez, ambos están relajados, como si esa intimidad compartida no fuera motivo de incomodidad, sino de risa y alegría. Él sostiene una copa de vino en la mano derecha, relajado, mientras extiende la izquierda para suavemente tocar la superficie del agua con sus dedos. Ella está al otro lado de la tina, sosteniendo su copa con ambas manos, riendo suavemente mientras comenta sobre una escena divertida de la película proyectada. Casualmente cuando Vivian está en la tina y Edward Lewis le propone contratarla como empleada, ese instante comienzan a negociar el precio, y ella acepta por tres mil.

La risa de Margaret es contagiosa, y Andrew la mira de reojo, claramente distrutando de la naturalidad del momento, sabe que es su película favorita. Se lanzan miradas cómplices, esas miradas que dicen más que las palabras, pero ambos se mantienen en su propio espacio, respetando los límites sutilmente. Sus piernas podrían rozarse bajo el agua, pero no es un gesto intencionado, sino algo que ocurre sin darse cuenta.

A pesar de que comparten este momento tan íntimo, hay una tensión suave pero encantadora entre ellos, una mezcla de atracción y amistad que no se ha resuelto del todo. La conversación fluye entre bromas y observaciones sobre la película, con algún que otro comentario sarcástico que provoca carcajadas. Ella lanza una pequeña burbuja de espuma hacia él, riendo despreocupadamente, y él responde con una sonrisa amplia, lanzándole otra de vuelta. A pesar de la cercanía y el ambiente íntimo, ambos están cómodos y relajados, sin que la situación se sienta forzada.

Andrew la mira, no de manera lujuriosa, sino con una mezcla de curiosidad y afecto. Ella baja la mirada momentáneamente, antes de levantarla de nuevo y reírse de algo que aparece en la pantalla. Es un momento perfecto, donde las risas, el vino, y la espuma forman el fondo de una relación que comienza a evolucionar, todo mientras la película proyectada en la pared sigue girando. Andrew sabe que ella ha estado lidiando con muchas presiones últimamente, y su comportamiento de hoy solo confirma sus sospechas. Se acercan sus bodas de aluminio, el agobio por no quedar embarazada luego de intentarlo durante dos años...

Sin embargo, siente que es más que eso, algo más profundo.

—¿Estás lista para hablar? —le pregunta con voz suave pero firme, una vez acabada la película. Sabe que no es fácil abrirse, especialmente para alguien como Margaret, que siempre se ha mostrado fuerte y autosuficiente.

Ella lo mira brevemente, evitando el contacto visual por un momento antes de asentir de una manera leve, pero sin decir una palabra. No sabe cómo decirle, ni ella misma comprende lo que está sucediendo pero si Andrew conoce cosas que solo sabría alguien como su mamá o su mejor amiga, de alguna forma, es posible que esté en una realidad paralela de una de sus posibles vidas —alguien que vivía mejor que ella o tenía lo que ella deseaba—, viajó en el tiempo o la vida le está dando una segunda oportunidad.

—¿Cuántos tatuajes tengo? —Margaret pregunta sin mirarlo directamente a los ojos, este es un secreto suyo que ni siquiera su mamá conoce. Wade levanta su mano, ella siente como el agua a su alrededor comienza a ondear y mecerse por su movimiento. Y con un sobresalto y un gemido que se escapa de su boca, Margaret siente el dedo firme y largo, recorrer la diminuta paloma que tiene tatuada entre sus dos senos.

—Solo uno —responde con una voz enronquecida y retira su mano del pecho de su esposa antes de que la inminente erección lo delate.

—¿A qué le tengo miedo?

Kelson oculta su cabeza entre sus piernas y las abraza, sabe que está entrando en terreno pedregoso y que estas preguntas son muy personales pero necesita conocer las respuestas.

—A manejar de noche y que esté lloviendo.

—¿Cuándo y cómo fue mi primer beso? —Margaret levanta su cabeza y lo observa directamente a los ojos.

—Frente a un puesto de comida

Margaret se asombra y cubre sus labios con su mano, recordando ese momento y una mueca desagrado cruza su rostro. Fue la forma más ridícula y tonta de recibir un primer beso. Ella estaba corriendo por la calle, justo en ese instante salía, en aquel entonces, su mejor amigo, del puesto mientras comía un pan con pasta de ajo. Ambos chocan y ella cae encima suyo, sus labios se pegan y Kelson siente el sabor que tanto detesta. Luego le pega en el rostro con el puño cerrado y se quita de encima.

—¿A qué sabía su boca?

—A mayonesa

Andrew y Margaret hacen un gesto de asco mientras limpian sus labios como si los tuvieran sucios. Kelson se queda anonadada, quien único conoce esa historia es su mejor amiga.

—Esto... no tiene sentido.

—¿A qué te refieres?

—¿Cómo puede ser que tú seas mi esposo?

Andrew se siente incómodo por su mirada incrédula.

—Pero, así es...

—¿Qué hice ayer antes de acostarme a dormir? —Margaret lo interrumpe de nuevo intentando unir los cabos.

Andrew toma su rostro entre sus manos y le dice:

—Mi amor, hace un mes que no sabía nada de ti, me pediste tiempo para replantearte nuestra relación. Hace cinco días tuve que salir a un viaje de negocios, y cuando me llamaste, vine lo más rápido que pude.




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