Esta es una noche tranquila en la que Andrew y Margaret quedan solos en la oficina, una situación bastante común en sus vidas de trabajo intenso. Las luces están tenues, y un silencio casi pesado llena el espacio. Ambos están agotados después de un largo día, y el estrés parece notarse en el rostro de Andrew más de lo habitual. Margaret, quien usualmente no puede dejar de hablar cuando está nerviosa, hoy también parece contenida. Hay algo en el aire, como si ambos estuvieran en la frontera de un descubrimiento. En un momento, Andrew, que siempre ha proyectado esta imagen de hombre fuerte, inquebrantable y calculador, suspira profundamente, como si estuviera dejando salir un peso que había estado cargando solo. Margaret, sorprendida y poco acostumbrada a estos momentos de fragilidad, levanta la vista de su escritorio y lo observa con detenimiento. Andrew evita su mirada al principio, su postura rígida parece tambalearse, y finalmente murmura algo acerca de lo difícil que es para él confiar en la gente y de cómo ha sido traicionado por personas cercanas en el pasado. Andrew Wade se muestra visiblemente aturdido, ella sabe que aun no está listo para hablar pero alguien muy cercano a él lo acaba de lastimar.
Margaret se queda sin palabras, apenas respirando, porque este no es el Andrew arrogante y distante que ella conoce. El Andrew que ella odiaba, en tan solo cuarenta días le ha mostrado un cariño y una lealtad invaluable, poco a poco le ha ido mostrando esa gema que tiene escondida en su corazón. Es un hombre que, por un instante, está bajando su guardia. Cuando él le cuenta cómo esas experiencias lo hicieron desconfiado y cómo teme mostrarse vulnerable, ella siente una mezcla de sorpresa y empatía, como si estuviera viendo un reflejo del lado más humano de él. Los ojos de Margaret se suavizan, y sin darse cuenta, ella da un paso más cerca de él. Aunque sabe que debe mantenerse en su papel profesional, no puede evitar que una sensación protectora crezca en su interior. En un gesto que ni ella misma se esperaba, pero que ha crecido con el avance de los días. Le toca suavemente el brazo, tratando de transmitirle apoyo sin palabras. Andrew parece momentáneamente desconcertado ante la calidez de su gesto, pero algo en sus ojos cambia; parece aliviado, como si ella pudiera verlo sin juzgarlo. En ese momento son interrumpidos por la nueva asistente de Raymond, quien toca la puerta y luego del —adelante— de Andrew, entra a la oficina.
En el vestíbulo iluminado suavemente por una combinación de luces doradas y tenues, Clara se acerca a Margaret con una sonrisa que mezcla confianza y un toque de picardía. Su atuendo es elegante pero desinhibido, contrastando con la discreta formalidad de Margaret, quien viste un sencillo vestido oscuro. Clara tiene unos documentos en sus manos que necesitan ser firmados por Andrew. Levanta la vista y, con una sonrisa amistosa, mira a Margaret. La observa un momento, inclinando ligeramente la cabeza antes de hablar:
—¿Te apuntas a unas copas después del trabajo? —pregunta Clara con tono casual, aunque hay un brillo de expectación en sus ojos.
Margaret, asombrada por su familiaridad, arquea una ceja.
Kelson se sorprende por la invitación. No es que tuviera algo en contra de Clara, simplemente no siente muchas ganas de salir. Lleva semanas exhausta, y la idea de su sillón y un libro parece mucho más atractiva que un bar ruidoso. La invitación le resulta inesperada, pues apenas la conoció unos días antes en aquella breve entrevista, donde Clara ya le había parecido alguien inusual. Su energía y espontaneidad no son comunes en su ambiente de trabajo, y aunque no termina de comprender por qué, hay algo en ella que la intriga. Abre la boca, lista para declinar con una excusa educada, cuando siente una presencia junto a ella. Andrew, quien está al lado de Margaret, ha seguido la breve interacción y, antes de que ella pueda decir algo más, asiente con entusiasmo.
Sonríe ligeramente y le da un leve toque en el hombro.
—Me parece una excelente idea. Vamos, Margaret, es una noche para celebrar y compartir —dice en voz baja, aunque con la suficiente calidez como para desarmarla.
Margaret lo mira de reojo, y su determinación comienza a tambalearse. El entusiasmo de Clara, junto con la sutil aprobación de Andrew, hacen que rehusarse pareciera casi mezquino. Margaret suspira, algo resignada, pero se da cuenta de que, después de todo, una velada con el equipo podría tener sus momentos interesantes.
—Claro, ¿por qué no? —responde Margaret, con una leve sonrisa, como si aún estuviera midiendo cada palabra de la conversación.
En ese preciso instante, nota la mirada de Raymond, quien se encuentra un par de metros detrás de Clara, casi vigilando. Desde que Clara llegó, a Raymond no le ha caído en gracia, y Margaret puede notar en sus ojos una mezcla de desdén y recelo. Sin embargo, él permanece atento a cada palabra entre las dos mujeres, como si tratara de descifrar la relación que se está formando. Esta interacción llena a Margaret de una sensación de satisfacción. Es como si estuvieran viendo el comienzo de algo único, una chispa que, aunque apenas comienza, promete volverse una llama intensa y complicada. La escena le evoca una mezcla de intriga y una pizca de diversión por la manera en que ambos se desafían mutuamente.
Cuando llegan al bar, Clara se muestra inicialmente tranquila, aunque algunos de sus compañeros ya saben que tiene una reputación de ser bastante ruda y directa. Al entrar, rápidamente capta la atención de todos. Mientras todos comienzan a relajarse, el ambiente cambia rápidamente cuando Clara no sólo acepta un trago, sino que empieza a beber a un ritmo mucho más rápido que todos los demás. Se la ve dominando la situación y demostrando que puede aguantar más alcohol que sus compañeros, quienes, sorprendidos y un poco asustados, tratan de seguirle el paso sin mucho éxito.
Se dirige hacia el centro de la pista de baile con una energía casi desafiante, sus movimientos son intensos y llenos de vida, rompiendo cualquier idea preconcebida de una abogada seria y reservada. Baila con una soltura que revela su carácter despreocupado y su capacidad de ser ella misma sin preocuparse por lo que los demás piensen. Sus movimientos son amplios, con pasos enérgicos y a ritmo, dejando en claro que tiene habilidades para bailar y una personalidad magnética.