El resto de las clases transcurrió con normalidad; nadie mencionó nada sobre el asunto del teléfono. A la salida, Mateo y Dante se fueron juntos en el carro que viene por Mateo. Alice me invitó a su casa.
—¿Sí le avisaste a doña Lidia? —me dice Alice.
—Le mandé un mensaje y me dijo que no anduviera tan tarde en la calle, porque ya está empezando a hacer más frío en la noche y hay neblina —le respondí.
Ella vive en una de las calles con más casas, pero está retirada de mi casa y cerca de la escuela.
—¿Sabías que Mateo tiene un hermano mayor? —le pregunté a Alice.
—No, de hecho, no he visto a nadie en esa casa —me dijo Alice.
—Su hermano se llama Alessandro. Tal vez sea él quien te envía los mensajes —le dije.
—No creo. El chico me dijo que estudia en la misma escuela que yo —respondió, mientras abría la puerta de su casa y entramos las dos.
Ya había estado aquí muchas veces, pero nunca había detallado bien su casa. Tenían muchos cuadros sobre una mesa, aunque había uno reciente que no había visto antes. En la foto estaban los papás de Alice con otro señor, junto al papá de Dante. Tomé el cuadro para ver bien la imagen.
—Esa foto la tomaron hace algunos meses, fue en un evento en el pueblo vecino. Ahí conocí al doctor Pietro en persona —me dijo, y sus ojos se iluminaron mientras sostenía la fotografía—. Vamos a mi habitación.
La seguí hasta el piso de arriba. Su casa era muy moderna, decorada en tonos grises y blancos, todo perfectamente acomodado. Cada objeto parecía estar en su lugar, como parte de una misma idea.
Al llegar a su habitación, nos envolvió un suave tono rosa que teñía las paredes. Los muebles de madera aportaban una calidez serena al ambiente.
Nos sentamos en su cama y, después de un momento, ella se acostó.
—El chico misterioso me invitó hoy a la cabaña que está en el bosque, pero en todo el tiempo que hemos ido, no hemos encontrado ninguna cabaña —me dijo Alice.
—Creo que no deberías verlo en el bosque —le respondí, mirándola con preocupación.
—No —dijo, soltando una risa nerviosa—. Además, me dio cosa. ¿Y si era un loco?
Me levanté y me acerqué a la ventana, la que daba a la parte trasera de la casa, hacia otra casa muy grande. Ahí vivían los más ricos del pueblo. De hecho, por ese lado vivía Dante.
—¿Mateo es tu vecino? ¿Entonces la señora de enfrente vendió su casa? —le pregunté, observando la casa frente a mí.
—No, ellos viven en esa casa. La más grande y lujosa —respondió.
—Entonces viven en esta casa —dije, volteando me hacia ella mientras señalaba la casa frente a la ventana—. ¿Pero no era de los señores que fundaron el pueblo?
—Claro. Su papá es familia. Por eso su apellido es Fox. Lisa, ¿cómo se te puede pasar algo así? Por eso todos quieren acercarse a Mateo —me dijo mientras se levantaba de la cama y entraba al baño.Me quedé mirando esa casa. Era demasiado grande para ser solo una casa.
Escuché que a Alice le llegó una notificación, pero no le prestó atención. Fui a donde estaba mi mochila, saqué mi celular y, al poner la mochila sobre su escritorio, noté un sobre cerrado con un símbolo: un triángulo invertido con una “F” en el centro. Me acordé que algunos árboles también tenían esa figura.
—Oye, Alice ¿Quién te dio este sobre? —pregunté al escuchar sus pasos.
Ella salió del baño con ropa diferente.
—No sé. No es la primera vez que me llegan esos sobres. Tal vez me quieren hacer una broma —dijo, tomando el sobre y observándolo fijamente. Algo en su mirada cambió, como si le temiera a lo que ese sobre pudiera contener.
—¿Desde cuándo te los envían? —pregunté.
—No mucho, hace como tres semanas. Pero siempre aparecen en el mismo lugar cuando llego —respondió con cierto temor.
—¿Por qué no les dices a tus papás?
—Porque es algo tonto. No tiene importancia —dijo mientras se sentaba nuevamente en la cama.
—Ayer, cuando fui al bosque con Dante y Mateo, vi que algunos árboles tienen la misma figura. Es como una señal para no perderte —le dije, sentándome a su lado.
La verdad, quiero mucho a Alice. Ella me ha ayudado mucho, como yo a ella, aunque también sé que no nos contamos todo… hay cosas que es mejor guardar en secreto.
—La primera carta traía una foto mía con otra persona en una escena muy comprometedora —dijo, mirando sus manos.
—Ten cuidado, Alice. Si alguna vez te sientes en peligro, díselo a tus papás. No importa lo que sea —le dije con firmeza.
Ella agarró su celular para revisar la notificación.
—Te sabes mi contraseña, Lisa —dijo de pronto.
—No, no me fijo en tu contraseña —respondí.
—Bueno, yo sí sé la tuya y creo que Dante también —dijo con una sonrisa—. Tu contraseña es “sopa”. Bien ingeniosa, mi querida Lisa. La mía es “stayed”, para que estemos iguales.
____
La niebla cubría el bosque desde temprano. El ambiente se sentía más pesado que de costumbre, como si algo invisible apretará el aire. Hoy mi abuelita está más rara que de costumbre y me recordó la dichosa cena que vamos a ir a la casa de su amiga.
Cuando llegué a la escuela, vi a una señora frente a la entrada. Lloraba desconsolada, sostenida por otra mujer que intentaba calmarla.
—¿Qué pasa? —le pregunté a Alice apenas me alcanzó.
—Dicen que su hija no llegó a casa—susurró. —Era de primer año, creo.
Y sin poder evitarlo, una imagen de la chica que había visto la otra vez, la chica del uniforme, corriendo en la oscuridad, siendo atrapada por esa figura con pasamontañas.
Sentí un escalofrío en la espalda.
—¿Cómo era la chica? —pregunté con la voz más baja de lo normal.
Alice me miró.
—No se, no la había visto pero la señora trae una foto de su hija — apunta disimuladamente a la señora.
Y mas miendo me dió al ver a la chica; pelo corto, color negro, piel blanca y ojos color miel.
Nunca había visto a esa chica.
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Editado: 27.10.2025