Nuestro Lado Oscuro

Capítulo 6 Todo apunta a ellos

—Sí, de seguro andaba drogado —responde Dante.

Empezaron a llegar más alumnos al salón, y todos hablaban en voz baja sobre lo que había dicho Joseph. Yo, sin que los chicos me vieran, guardé la hoja de papel en mi mochila, entre una libreta.

—Hace como tres días nos lo encontramos durmiendo en el bosque. Seguro estaba drogado —dijo Mateo.

—¿Ustedes no creen nada de lo que dijo? La verdad, no creo que estuviera drogado hasta estaba llorando —les dije.

—Lisa, tú ni siquiera sabes cómo se ve una persona drogada —me dice Mateo.

El maestro entró al salón, y todos, en automático, nos callamos. Comenzó su clase como si nada hubiera pasado.

____

Entramos los cuatro en el comedor de la cafetería, y todos seguían hablando de lo sucedido en la mañana. Me parecía extraño que en las dos clases que ya habíamos tenido, nadie nos dijera qué pensaba la institución sobre eso.

—Chicos, yo vi a alguien observando todo desde lejos ¿Y si era esa persona a la que se refería Joseph? —les dije, y luego le di una mordida a mi sándwich.

—Ya no pienses en eso —me dice Dante.

—Por cierto, ¿ustedes vieron dónde quedó la carta que traía él? —pregunta Mateo, mirando a Dante y luego a mí.

Me puse nerviosa y traté de disimularlo dándole otra mordida a mi sándwich.

—Salió volando cuando él iba cayendo —responde Dante.

—Cierto, la carta. Tal vez se la llevó el viento —dije, cuando sentí que podía hablar sin trabarme.

—Yo escuché que no la han encontrado —dice Alice.

—Sí, esa es una evidencia —añade Mateo.

Me pregunto si debería tirar la carta o quedarme la.

____

En las últimas clases, el maestro nos dijo que mañana nos esperaban en el auditorio porque el director iba a hablar con nosotros.

—Nos vemos mañana, Lisa —se despide Alice.

—Nos vemos, Alice —le respondo.

—Oye, Lisa, vamos al bosque a caminar con Mateo —me dice Dante una vez que Alice se aleja.

—Claro. Oye ¿Por qué no me dijiste que Mateo y tú son primos? —lo cuestioné.

—Se me pasó —responde él.

—Claro, a cualquiera se le pasa. El viernes, cuando fui a cenar con doña Elisabeth, me enteré —le reproché.

Mateo llega hasta donde estábamos los dos y empezamos a caminar rumbo a mi casa.

Mateo iba adelante de Dante y de mi, pateaba algunas ramas secas que caían de los árboles.

—Lisa, ¿Porque no te metiste al concurso para ser la reina de la feria? —me pregunta Dante.

—Por qué no me quiero humillar en frente a todo el pueblo —le respondí.

—Sara se encargó de espantar a todas las cantidades y por eso nadie se inscribió —nos dice Mateo volteandose para vernos.

—Si, eso me había dicho Alice, ella se quería inscribir pero tampoco lo hizo por Sara. —les dije.

Ya me adelanto cuando nos acercamos a la puerta de mi casa.

—Bueno al final no va a ser ella —escuchó decir en voz baja a Mateo y Dante se rió.

—¿Qué dicen? —le pregunto cuando abrí la puerta.

—Nada Lisa —me dice Dante entrando a mi casa.

Dejó pasar a Mateo y cierro la puerta, veo a Mateo escaneando toda la sala y busco a Dante con la mirada y él viene con mi abuelita platicando.

—Hola Mateo—saluda mi abuelita.

—Hola señor Lidia, mucho gusto —le responde a su saludó Mateo.

—Hola, abuelita, ya llegué —le doy un beso en la mejilla—. Vamos a ir a caminar al bosque.

—Voy a mi habitación y bajo, no tardo —les digo.

Llego a mi habitación, pongo la mochila sobre la cama y cierro la puerta. Me cambio y, al ver la mochila, siento un poco de miedo. Saco la libreta donde guardé la carta, la abro con nerviosismo y, al encontrarla, noto cómo me tiembla la mano. Estoy a punto de desdoblarla cuando escucho que tocan la puerta, y brinco del susto. Rápidamente escondo la carta en una esquina del clóset.

—¿Lisa, puedo pasar? —escucho la voz de Dante.

Trato de controlar mis nervios y camino hasta la puerta.

—Te espanté, Lisa —me dice apenas abro.

—Claro, tonto. Yo estaba bien tranquila cuando tú vas y hablas de la nada —le digo, saliendo y cerrando mi habitación.

Ambos bajamos. Mateo y mi abuelita están sentados en los sillones hablando, pero cuando llegamos, se callan y nos voltean a ver.

—Chicos, dejen sus mochilas aquí y nada más no lleguen tarde, porque al parecer ahora el bosque se traga a la gente —dice, riéndose, al igual que Mateo y Dante.

—Claro, señora Lidia, no llegaremos tarde —le dice Mateo.

Los tres vamos hacia la salida, y detrás de nosotros viene mi abuelita.

Caminamos rumbo al bosque. Los árboles nos dieron la bienvenida junto con un aire más fresco que me puso la piel de gallina. Me puse a observar todos los árboles para ver si tenían la figura. Por donde entramos, los tres primeros árboles la tenían en el mismo lugar: justo donde se llevaron a la chica de primero. Y hasta ahora, no he visto más figuras.

Mateo y Dante iban delante de mí, hablando sobre una chica que está viendo a Alessandro y lo tonta que es, lo fácil que se deja manipular por él. Llegamos al mismo lugar donde habíamos visto al hombre vestido de negro, y volví a ver la figura en el árbol. Me acerqué a él.

—Esta es la misma figura que está en los cuadros de sus antepasados, ¿verdad? —les dije, apuntando a la figura.

Los volteo a ver, y se quedan mirándose entre ellos. En sus ojos hay sorpresa y confusión, como si hubiera descubierto algo que nadie debía saber.

—No —me dice Mateo con voz seria.

—Sí es la misma —insisto.

—No, Lisa. En los cuadros, el triángulo no está invertido —me dice Dante, acercándose a mí.

De hecho, eso es lo que no logro entender. ¿Por qué está invertido el triángulo? La carta de Alice también lo tiene así, y todo apunta a la familia Fox. Porque es la misma figura que aparece en los cuadros, esté o no invertido el triángulo, el resultado es el mismo: la familia Fox.

—¿Y eso qué? Es lo mismo. De hecho, hay uno que otro árbol que tiene la misma figura, como si te llevara a algún lugar —les dije.




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