La feria llegó más rápido de lo que imaginé. Todo ya estaba listo para la coronación de Sara.
Después de ese día con Alice, ella me contó que Sandy no le quiere hacer nada malo. Pero, ¿cómo vas a pensar eso sí todo apunta a que la quiere llevar directo a la boca del lobo?
En fin, ella quiere ir a su encuentro, y yo la voy a acompañar porque, según ella, se siente segura conmigo. En cuanto a Dante y Mateo, traté de ignorarlos estos días, porque si es cierto lo que dice la carta, la verdad me da miedo pensar que ellos saben todo lo malo que pasa.
Dante me preguntó qué me pasaba, que me notaba distante, y que si aún seguía en pie lo de ir los tres juntos a la feria.
Estoy en mi cuarto alistándome para ir con ellos. Yo ya no quería ir, pero Alice me dijo que si empiezo a alejarme de ellos, se van a volver en mi contra. Y que, si es cierto lo que supone Joseph, es mejor tenerlos como amigos.
Además, mi abuelita estaba muy feliz de que fuera con ellos a la feria, porque eso daba una buena imagen de mí, ser amiga de la familia Fox.
Revisé toda mi casa para asegurarme de que todo estuviera en orden y no dejar ninguna puerta abierta. Escuché un auto y, después, el timbre. Me apuré a salir.
Afuera, el cielo estaba anaranjado. El atardecer se tragaba lentamente la luz. En la puerta estaba Dante, y en el carro, como conductor, iba Mateo.
—Vamos, Lisa —me dijo Dante, caminando hacia el carro.
—Hola, Dante. Hola, Mateo —los saludé.
Me senté atrás, ya que Dante iba de copiloto.
—Oye, Lisa, ¿estás molesta por la carta? —me preguntó Mateo, sin apartar la vista del frente.
—No, ¿Por qué lo dices? Si tú dices que no fuiste tú, yo te creo —le respondí con sarcasmo.
—En serio, no fui yo —me dijo. Pero en su voz se percibía una desesperación por convencerme.
—Entonces fue Dante —le dije, mirando a Dante.
Dante volteó a ver a Mateo, y luego me miró a mí.
—Tampoco fui yo —dijo él.
—Bueno, ya no importa. Ninguno fue —les dije, viendo por la ventana.
Al pasar por el bosque, vi un auto estacionado entre los árboles, apenas visible desde la carretera. Reconocí el símbolo en un pequeño cartel: un triángulo invertido, el mismo de las cartas. No dije nada. Solo me aferré al borde del asiento.
____
Llegamos a la plaza. Mateo estacionó el carro en un lote improvisado que usaron como estacionamiento para la feria. Bajamos del auto y caminamos hacia la entrada.
En la entrada había un cartel en forma de arco que decía: “Bienvenidos a Valle Vigezzo”.
Al entrar, todo era una mezcla de luces brillantes, música chillona, personas platicando y risas que se mezclaban con gritos de emoción. Había gente de todo el pueblo, así como de los pueblos vecinos.
Mientras caminábamos entre los juegos y la multitud, noté un grupo de adultos cerca del escenario central. Entre ellos, distinguí al maestro Sandro. Vestía un traje oscuro, parecía que gritaba, y a su lado estaba el papá de Mateo, con una expresión completamente neutral.
En un instante, Sandro me miró directamente. No apartó la vista.
Me sentí incómoda con su mirada fija en mí. Luego, desvió la vista hacia alguien a mi lado y sonrió. El ambiente se volvió más denso. O tal vez solo era mi imaginación.
Volteé y vi que Mateo estaba junto a mí.
—¿Qué pasa, Lisa? —me preguntó, sin apartar la mirada del maestro Sandro.—Nada —le dije, mirando a Dante, que también observaba al maestro.
—Vamos a subirnos a los juegos —dijo Mateo, mirándome como si tratara de leer mis pensamientos.
—Sí, hay que subirnos a la rueda de la fortuna —les dije, caminando hacia la fila.
Empecé a buscar a Alice con la mirada, pero había mucha gente. Desde donde estábamos se veía bien el escenario. Vi que alguien salía de debajo del escenario y en su brazo llevaba un tatuaje grande: el triángulo invertido con una F en el centro.
Sentí escalofríos.
Saqué mi celular y comencé a grabar todo el lugar hasta enfocar a esa persona y hacerle zoom. Él miraba a los lados mientras caminaba. Cuando posó su vista en mí, dejé de grabar y fingí tomarle una foto a uno de los juegos.
Me volteé y casi tropecé con Mateo.
—¿Qué haces? — pregunto.
—Viendo cómo estás acosando a ese hombre —dijo, más serio de lo normal.
—No lo estoy acosando —le dije.
—Ya decía yo que tú no tienes malos gustos —y me sonrió. Desde que me empezó a hablar, era la primera vez que lo veía sonreír. Fruncí el ceño.
—¿Qué dicen? —preguntó Dante, acercándose más, ya que por el ruido no se escuchaba bien.
—Que Lisa anda de acosadora —dijo Mateo, riéndose.
—¿Con quién? —preguntó Dante. Mateo señaló con la mirada al hombre del tatuaje —Ay no, Lisa.
—Solo estaba viendo que tiene el tatuaje del triángulo invertido con la F. Capaz y trabaja para ustedes —dije, fingiendo burla en mi voz.
—Ya te dijimos que no es de nuestra familia —dijo Dante.
—¡Dejen de mentirme! —grité, y luego bajé la voz al darme cuenta de lo alto que hablé. Mateo y Dante me miraron fijamente, con los ojos bien abiertos.
—No somos tus enemigos. Deja de pensar eso —me dijo Mateo.
Nos subimos al juego. Desde lo alto se alcanzaba a ver toda la feria y a las personas que iban y venían. Era una vista hermosa: las luces, los juegos, las risas, todo.
____
Dante y Mateo insistieron en que querían ver el inicio oficial de la feria y la coronación de Sara. Ya había mucha gente sentada, lista para la inauguración.
Una persona en el escenario animaba al público, llamándolos a acercarse para presenciar la coronación de la reina de la feria.
—Ya tardaron —les dije, observando al hombre que hacía preguntas al público sobre cómo se sentían.
—Al parecer hay problemas —me dijo Mateo con una sonrisa.
—Sí, la reina del baile no está —añadió Dante, sonriendo con la boca cerrada.
—¿Tú cómo sabes que no está? —le pregunté, mirándolo.—Conociéndola, lo presumida que es, ya estaría aquí —respondió Dante.
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Editado: 16.09.2025