—Ya te había dicho que iba al baño, pero me encontré a Alice y nos pusimos a platicar —le dije.
—¿Y tú qué haces aquí? ¿Me estabas siguiendo?
—No, solo me preocupé porque no llegabas. Hay que regresar, Dante nos está esperando —me tomó de la mano y me jaló.
—Luego nos vemos, Alice —le grité.
Ella solo se quedó viéndome.
Veo a Dante en un puesto de comida; ya estaba esperando su pedido.
—Me tomé el atrevimiento de pedir por ustedes —nos dice cuando llegamos hasta él.
—Está bien —le dice Mateo, ayudando a Dante con el pedido.
Pidió una pizza con champiñones y otra de pepperoni, junto con unas sodas.
—La de pepperoni es para ti, Lisa —me dice Dante, mirándome—. Para que veas que sí me acuerdo de ti.
—Oye, Mateo, ¿tu hermano Alessandro vive aquí? —le pregunto—. Lo digo porque no lo he visto en la feria.
Ambos se tensan, y Dante deja a medio camino su rebanada de pizza. Mateo me mira, como si estuviera buscando qué responder.
—Porque tu interés por él —me dice con una voz tan fría que hasta él mismo parece sorprenderse.
Muerdo mi pedazo de pizza y miró a Dante, también sorprendida.
—Bueno, no es que esté interesada en él. Solo que no lo he visto hoy en la feria —le digo, y el ambiente se vuelve tenso e incómodo.
—Y espero que sigas así, que nunca te intereses en él —me dice, y luego muerde su rebanada de pizza. Pero se nota que está molesto.
Le molestó que preguntara por su hermano.
—Bueno, ¿por qué tardaste tanto? —dice Dante, cambiando de tema.
—Estaba con Alice —responde Mateo antes de que yo pudiera hacerlo. Al parecer también le molesta que le hable a Alice.
—Sí, me la topé —miro a Mateo y luego a Dante para seguir hablando—. Y cuando ya nos íbamos a despedir —les digo, observando sus expresiones—, vimos al maestro Sandro con una maleta y al hombre del tatuaje. Ese que trabaja para su familia.
Ellos se miran. Se miran así, a veces, cuando les hablo. Es como si escondieran algo y yo estuviera empezando a descubrir su secreto.
—Lisa, ya te dijimos que esa figura no tiene nada que ver con nuestra familia —dice Dante, y luego le da un trago a su soda.
—¿Por qué se miran cuando les hablo? ¿Se gustan o qué? —ambos se vuelven a mirar y ponen cara de disgusto.
—Yo no quiero a Dante —me dice Mateo, mirándome.
—La verdad, Mateo no es tan guapo, y por eso yo te gusto a ti —dice Dante, guiñándome un ojo.
Mateo le da un golpe en el hombro, y Dante se empieza a reír.Yo también me río. De hecho, cuando apenas empezábamos a hablar, sí sentía algo por Dante, pero él, en cada oportunidad que tenía, se encargaba de dejar claro que solo éramos amigos. Después, mis sentimientos cambiaron.
—¿Te gusta Dante? —me dice Mateo en voz baja.
—No. ¿Y a ti? ¿Te gusta alguien? —le pregunto.
Él se queda callado, dudando si responder o no.
—Claro que le gusta una chica, pero esa chica ni le habla gracias a mí —dice Dante, al ver que ambos estábamos esperando la respuesta de Mateo.
—Es Alice —le digo a Dante.
Las expresiones de ambos cambian. Dante se ve molesto y Mateo, asqueado. ¿Qué tiene de malo Alice?
—Cambiemos de tema —dice Mateo, dándole un trago a su soda.
—¿Por qué creen que Sara no se presentó? —digo después de pasar mi bocado de pizza.
—¿Y nosotros por qué deberíamos saberlo? —me dice Mateo.
—Bueno, como su mamá trabaja en tu casa, supongo que deben saber —le respondo.
Aunque deben saberlo, dudo que quieran decirme algo.
—A mí no me importa la vida de los empleados de la mansión —me dice Mateo.
—Sí, Lisa. Aparte, todos sabemos que ella se inscribió porque el maestro Sandro le iba a ayudar —dice Dante, mirando a la mesa de al lado, y luego vuelve la mirada hacia nosotros.
—Pero Isabella, ¿Qué hacía en el lugar de Sara? Si para ella ser la reina de la feria iba a ser uno de sus pocos logros —también volteo a ver la mesa de al lado.
En esa mesa está Isabella y las otras marionetas de Sara, pero ahora se ve que son marionetas de Isabella.
—¡Chicas, miren lo que me regaló mi novio! —grita Isabella, llamando la atención de todos en el puesto—. ¡Es un anillo de promesa!.
Ella sonríe y me mira. Si creí que Sara era una presumida insoportable, estaba equivocada. Isabella me mira como si quisiera quitarme lo más valioso que tengo. Antes me caía mejor, con su disfraz de oveja.
Mi mirada se dirige a Dante, y él me sonríe.
—Dalisa, mira mi anillo —camina hasta donde estoy y me acerca la mano para que lo vea mejor—. Es hermoso, ¿verdad?
—¿Quién es tu novio? —pregunta Mateo con voz fría.
—Es secreto —sonríe, y se lleva una mano al cabello para acariciarlo.
—Te quedaste sin palabras, Lisa —me dice, mirándome con superioridad—. Me lo dio como promesa, para tener un futuro juntos.
—Y eso que— le dije.
—Estas celosa, porque a ti nadie te quiere por ser una rara— sus amigas que están sentadas en la mesa de alado se ríen del comentario que hizo.
—Tu anillo de promesa es porque ya está divorciado o apenas se va a divorciar— le dice Mateo.
Se para de la silla, Dante y yo también nos paramos.
Caminamos de regreso a los juegos.
—Creo que ya es hora de irnos, ya es tardé— les dije.
_____
Bajé a desayunar. Al ser sábado y no tener tareas, era lo mejor que podía hacer.
—Buenos días, abuelita —saludé. Mi abuelita ya estaba sentada tomando su café.
—Buenos días, Dali —me respondió—. ¿Cómo estuvo tu noche ayer con los chicos?
Tomé la caja de cereal y un plato. Me senté a su lado y agarré la leche para preparar mi desayuno.
—Bien, nos subimos a algunos juegos y cenamos juntos —dije, mientras metía una cucharada de cereal en la boca.
Noté una sonrisa de orgullo en el rostro de mi abuelita.
—Al fin se va a cumplir la promesa de tu abuelo, que en paz descanse —se llevó la mano al corazón y sonrió.
#348 en Thriller
#167 en Misterio
misterios suspenso secretos, pasado dolor mentiras secretos, desaparicion e injusticia
Editado: 16.09.2025