El camino del bosque era sereno. El aire fresco agitaba las hojas de los árboles, mientras los cantos de los pájaros se mezclaban con la escasa luz del sol que se filtraba entre las ramas. Cada paso que dábamos quebraba alguna ramita bajo nuestros pies, rompiendo el silencio con su crujido seco.
Yo iba delante de Dante y Mateo, atenta a los árboles, buscando aquellos que tuvieran la figura. Era la única manera de orientarnos. Seguir las marcas talladas en la corteza.
—Chicos, por aquí no —les dije al notar que el siguiente árbol no tenía la figura.
—Lisa, ya decídete. Esta es la cuarta vez que volvemos atrás solo porque no quieres seguir por un camino —protestó Dante con fastidio.
—Deberíamos tomar el mismo sendero de siempre. Al final, nos vamos a perder —añadió Mateo, suspirando.
Me adelanté unos pasos más con la esperanza de que el árbol siguiente tuviera la figura, pero tampoco la tenía. Caminé hacia el siguiente árbol, y tampoco la encontré. Continué hasta el siguiente, y sonreí al ver que sí la tenía.
—Por aquí. Y no nos vamos a perder, conozco el bosque como la palma de mi mano —les dije, caminando y mirando a los lados.
Noté que, a partir del árbol que tardé en encontrar con la figura, esta aparecía en cada tercer árbol.
—Sí, claro —escuché que decía Mateo en voz baja.
Seguí caminando.
—Lisa, ¿Estás segura de que sabes por dónde vamos? —me preguntó Dante.
—No, pero está bien buscar nuevos caminos —me volteé para verlos, y ellos se miraron entre sí.
Cuando me reí, ambos se rieron de mí. Seguí caminando. El resto del camino nadie comentó nada, solo escuchábamos el aire golpeando las hojas.
—Espera, Lisa, ya hay que regresar —dijo Mateo. Sentí que me agarraba de la mano, pero al notar el contacto, aparté rápidamente la mía.
—Sí, Lisa, ya es tarde, y además vamos a ir a la feria. Se nos va a hacer tarde —añadió Dante.Yo seguí mi camino, levanté la vista y vi que había humo en el aire. Seguí la dirección del humo.
—¿Por qué hay humo? ¿Se estará quemando algo? —les pregunté.
—Mejor hay que regresar —insistió Dante.
A lo lejos se veía una cabaña. La cabaña de la que hablaba Joseph.
—Espera —Mateo me agarró del brazo cuando intenté acercarme a la cabaña.
Nos escondimos detrás de un árbol. Entonces, vimos salir de la casa al maestro Sandro. Abrí los ojos con asombro. Él es quien está detrás de todo esto. Fue él quien secuestró a la chica de primero. Recordé la pelea que tuvo con Sara la noche anterior. Ambos se habían metido por el mismo camino, y la cabaña estaba cerca de mi casa.
Entonces, sí es él quien está detrás de los mensajes de Alice. Pero, ¿Qué quiere hacerle?
¿Por qué Joseph dice en la carta que la cabaña es de los Fox?
—Mejor vámonos ya, antes de que nos vean —nos dijo Dante.
El maestro Sandro subió a un carro y se fue. Hasta tenía un camión en el que cabía el vehículo.
—Hay que entrar a la cabaña —dije, pero Mateo me apretó el brazo con más fuerza.
—No. Nos vamos ya —me respondió con la mirada oscurecida y un tono frío.
—Ni una palabra de esto a nadie. ¿Entendido, Lisa? —me dijo Dante mientras caminábamos de regreso a mi casa—. No sabemos qué está tramando el maestro Sandro.
Asentí con la cabeza.
—Ni siquiera a Alice —añadió, mirándome confundido, como si se preguntara por qué no podía decírselo a ella.
En lo que restó del camino, nadie dijo nada. Pero yo tenía muchas dudas. ¿Por qué Joseph dice que la cabaña es de los Fox? ¿Habrá otra cabaña? ¿Por qué parte del bosque entran los carros?
Cuando salimos del bosque, noté que Mateo aún me tenía agarrada del brazo.
Entramos a mi casa, y mi abuelita salió a recibirnos.
—Ya llegaron. Tardaron mucho, ¿A dónde fueron? —nos preguntó—. Chicos, ¿se van a quedar a comer?
—Claro, señora Lidia —respondió Mateo.
—Bueno, vayan a lavarse las manos. Yo pondré la mesa —dijo mi abuelita, caminando hacia la cocina.
Intenté ir a mi habitación, pero Dante me detuvo.
—En serio, Dalisa, no le cuentes esto a nadie. Ni siquiera a Alice. No queremos poner en peligro la vida de nadie —asentí con la cabeza y le sonreí con los labios cerrados.
Subí a mi habitación, busqué la carta de Joseph y la volví a leer. Algo no encajaba. La chica de primero sí estaba relacionada con el maestro Sandro. Y Sara le había dicho a Isabella que debía deshacerse de su error. Tal vez hablaba del bebé que iba a tener la chica. Pero Sara no apareció ayer en la feria… entonces ¿Era ella la chica que estaba en la maleta que metieron al carro?
El maestro Sandro también se deshizo de ella por estar embarazada.
Volví a esconder la carta y bajé con los demás para comer.
____
Mi abuelita estaba platicando con Dante y Mateo. Cuando entré, se callaron y me miraron.
—Dali, me habló tu mamá. Me dijo que no le has respondido los mensajes. Quiere saber si ya mandaste la solicitud a la universidad —me dijo mi abuelita.
—Apenas las voy a mandar. Aún tengo tiempo —respondí, sentándome en el comedor, frente a Dante y al lado de Mateo.
Durante el resto de la comida, mi abuelita entrevistó a Dante y Mateo, preguntándoles a qué universidad iban a ir y si pensaban seguir los pasos de sus padres.
¿Cuál es la necesidad de seguir los pasos de alguien, si puedes crear tus propios caminos?
También le emocionó saber que podríamos quedar en la misma universidad.
—Bueno, me voy a cambiar. Hoy me quedé de ver con Elisabeth en la feria —nos dijo mi abuelita, poniéndose de pie.
—Nosotros recogemos la mesa —le dijo Dante. Yo rodé los ojos: ni en su casa recoge la basura que deja.
—Gracias, Dante —respondió ella, y se fue a su habitación.
Levantamos todo y lo dejamos bien acomodado. Los chicos se fueron a alistar, y me dijeron que regresarían por mí.
____
El cielo comenzaba a oscurecerse y, con él, la feria se transformaba. Las luces de colores titilaban como estrellas artificiales, cada juego emitía una música diferente, y los gritos de emoción se mezclaban con el olor a algodón de azúcar, frituras y humo.
#348 en Thriller
#167 en Misterio
misterios suspenso secretos, pasado dolor mentiras secretos, desaparicion e injusticia
Editado: 16.09.2025