Nuestro Lado Oscuro

Capítulo 16 La Vigilancia

Narra Dante

Cuando Dalisa mencionó las cartas, supe que las intenciones del maestro Sandro no eran nada buenas. Quería hacerle lo mismo que a Sara y lo mismo que le hará a Isabella.

Miró a Mateo para ver qué piensa él de todo esto. Noto a Lisa nerviosa, como si estuviera escondiendo algo más grande de lo que puede soportar.

—Vamos, que ya nos está esperando el carro —nos dice Mateo.

Caminamos y subimos al carro.

Durante el resto del camino, vi que Lisa miraba constantemente por la ventana; sin duda, algo le pasa.

_____

Llegamos a la casa de mi abuela. Ella nos recibe en la entrada con una sonrisa perfecta.

—Hola, hija —saluda a Dalisa—. Qué bien que hoy sí quisieras venir.

—Mucho gusto, señora Elisabeth —la saluda Lisa.

—Vayan al comedor que está en el patio, en un momento les llevo las galletas —dice antes de entrar a la casa y perderse en la cocina.

—¿Te ayudo? —le pregunta Mateo a Lisa, ofreciéndole el brazo para que se apoye en él.

—Sí, por favor —responde ella.

—Dame tu mochila, la voy a dejar en los sillones —le dice Mateo, tomándola.

Camino hasta el sillón blanco y dejo su mochila. Veo la mochila de Dalisa y me entra la duda de si debería abrirla.

—¡Dante, no se te olvide buscar! —escucho el grito de Mateo.

Rápido abro la mochila de Dalisa, saco sus libretas y busco entre ellas algo que me ayude a descifrar lo que sabe Lisa. Volteo una libreta y cae una hoja blanca doblada. La tomo y veo la figura del triángulo invertido. Un montón de dudas me atraviesan. La desdoblo y la leo:

“Lisa, ¿quieres saber el porqué de la travesura de Alice? Ve a la casa a la que fuiste a husmear con Alice y te explicaré todo lo que quieras saber, mi Dora la exploradora.

Con un amor inigualable,Sandro.”

Guardó la carta en el bolsillo de mi pantalón y acomodó la libreta nuevamente en la mochila. Tomó unas sandalias que estaban en la mesa de la cocina y caminó hacia los chicos.

—Te traje estas sandalias para que descanses el talón de los zapatos —le digo a Lisa cuando salgo al patio.

Ella asiente con la mirada, duda un poco, pero toma las sandalias. Se quita los zapatos y se las pone. Mateo me mira y yo asiento con la cabeza.

Cuando Lisa fue al baño y nosotros regresamos para traer sus cosas, vimos al maestro Sandro metiéndole algo en la mochila. Luego salió, solo nos sonrió y caminó serio.

Mateo me había contado que él y Lisa habían visto la escena innecesaria que estaba montando el maestro Sandro.

No le bastó con las demás; ahora quiere a Lisa. Y dudo que Mateo lo permita. Y si él no la protege, yo lo haré, porque ella es mi amiga y no pienso dejar que algo le pase.

Tal vez ya hay cosas que no le digo para protegerla, pero también sé que ella está empezando a descubrirlas. Las está descubriendo más temprano que tarde. Sé que no va a saber manejarlas, igual que no supo manejar lo sucedido con su papá.

—Las galletas están ricas —dice Lisa.

—Claro, y no lo digo porque es mi abuela —le respondo.

—Oye, Lisa, ¿Alice te había dicho algo? —le pregunta Mateo.

Yo lo miro y niego con la cabeza. Sin duda, él no sabe esperar. Le había dicho que ella debía sacar la conversación sobre por qué la maestra Irina le mintió acerca del paradero de Alice.

—Sí, me dijo muchas cosas, pero ¿Qué es exactamente lo que quieres saber? —le dice Lisa, tomando otra galleta.

—Bueno, lo digo por lo que nos contaste en la mañana —responde Mateo.

Ella nos mira indecisa, sin saber si hablarnos o no. Está claro que sí sabe algo. Lo pienso porque también estaba en el bosque; dudo que Alice le haya contado todo exactamente. Seguro escuchó algo.

—Bueno, pues no se los pienso decir. O al menos no a ti —le responde Lisa.

Mateo me mira, esperando que yo también le pregunte.

—¿Te dijo algo más Alice? —le pregunto.

Ella recorre el jardín con la mirada.

—Bueno, ella me comentó algo de unas cartas, y después me empezaron a llegar a mí también —hace una pausa—. Pero nunca me quiso decir quién las mandaba; solo decía que era una broma de mal gusto.

Espero que no le haya dicho realmente nada más a Lisa.

—¿Nos puedes mostrar esas cartas? —le dice Mateo.

—No, porque ya las tiré —responde ella.

Veo a Lisa acomodarse en la silla, baja la cabeza. Mateo y yo volteamos al ver entrar a Jack junto a Alessandro.

—Mira quién está aquí, Dalisa —dice Jack, caminando hasta la mesa y tomando una galleta.

Yo los observo y luego miro a Mateo. Él me hace una seña con la cabeza para que nos vayamos.

—¿Cómo sabes que fue en el bosque? ¿Acaso tú también estabas allí? —le responde Lisa a Alessandro.

Jack se ríe y le da un golpe en el hombro a Alessandro.

—Sí, Ale, ¿También estabas allí? —le dice burlón.

—Bueno, mejor nosotros nos vamos —dice Mateo poniéndose de pie, y nosotros lo seguimos.

Mateo ayuda a Lisa a caminar hasta llegar a la sala.

—Bueno, ya me voy. No quiero incomodar más —dice Lisa, tomando su mochila.

—No, espera, Lisa. Te queremos decir algo —digo, esperando que no sea lo que estoy pensando, porque no le va a gustar.

—Bueno, pues dime —responde ella, acomodando su mochila en el hombro. Nos mira, esperando.

—Pero vamos a mi habitación, allí está —dice Mateo.

Si es lo que estoy pensando, no entiendo su afán de darle más información a Lisa, si después terminamos protegiéndola para que no le pase nada.

Si es lo que estoy pensando, no entiendo su afán de darle más información a Lisa, si después terminamos protegiéndola para que no le pase nada.

—Vamos mejor a su habitación. No queremos que vean Alessandro ni mucho menos Jack —le digo, tomando su mochila.

—Entonces vamos, quiero ver eso que me van a mostrar —dice Lisa.

Mateo la ayuda a subir las escaleras hasta su habitación.

______

Entramos al cuarto de Mateo, donde el blanco y el negro nos dan la bienvenida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.