Nuestro Lado Oscuro

Capítulo 21 El silencio de Bianchi

—¿Qué hacen? —pregunto caminando hacia ellos.

—Nada —responde Dante, sentándose en la cama.

Veo a Mateo intentando esconder una hoja.

Le arrebató la hoja de las manos.

Cuando veo el símbolo en la hoja, los miro sorprendida a los dos.

¿Cómo es posible? Realmente es su familia. Porque cuando creo que los Fox son los que manejan todo este circo, Dante y Mateo me demuestran que no.

Revisó la hoja, pero está en blanco.

—¿Por qué está en blanco? —exclamó, mirando a Mateo y luego a Dante.

Mateo mira a Dante, pero él niega con la cabeza. Lo señalo con el dedo.

—Realmente no es nada —dice Mateo, al ver que Dante se niega a hablar.

—Pues yo también recibí otra carta —les muestro la mía—. ¿Acaso nos están reclutando y este es su llamado?

—¿Dónde la encontraste? —Mateo intenta quitármela, pero esquivó su mano.

—No digas eso, pero dime, ¿dónde encontraste la carta? —pregunta Dante.

—Cuando fui al baño, la deslizaron por debajo de la puerta —respondí, cruzándome de brazos.

—¿Aquí? —exclama Dante, sorprendido.

Dante me pide la carta y se la entregó. La lee, y noto cierta duda en su mirada. Luego se la pasa a Mateo, y ambos se miran, como si se entendieran sin palabras.

—Esto se está saliendo de control —dice Mateo en voz baja.

—Está de más decir que mi mamá debe saber esto —digo, tratando de no sonar nerviosa.

—No, espera. Primero hay que decírselo a mi papá —responde Mateo, tomando mis manos.

—¿Para quién era esa hoja en blanco? —retiro mis manos y espero su respuesta.

—Yo la encontré —dice de repente Dante.

Lo miro confundida.

¿Cómo? ¿No se supone que fue por él que Alice está en la cabaña? ¿O acaso le pagó a Jack para que hiciera eso?

—No te creo —digo con una voz tan fría que hasta yo me sorprendo.

—Sí, ya llevo días encontrándolas —dice Mateo, aunque no le creo del todo.

—Ahora estoy más que segura de que es el director Caruso o el maestro Sandro. Acabo de ver al director en la casa. Estoy segura de que él fue quien dejó las cartas —camino hacia un cuadro donde aparecen dos niños y un hombre mayor.

Son Mateo y Dante, y el señor es el esposo de la señora Elisabeth.

—Yo también creo que el maestro Sandro está detrás de todo esto —dice Dante.

—Mañana voy a hablar con mi papá. Creo que la señora Lidia le comentó a mi abuela que estabas recibiendo cartas, pero no sabía su contenido —añade Mateo.

_______

El resto de la noche la pasamos juntos. Alessandro llegó con Jack y se disculparon, diciendo que estaban resolviendo unos asuntos.

Llegamos a mi casa de madrugada. Cuando me iba a dormir, escuché gritos y me acerqué a la ventana.

Al ver a la chica que estaba en la entrada del bosque, sentí nervios y unas enormes ganas de llorar.

—Alice —susurré.

Ella empezó a correr, pero cuando estaba por gritarle, vi a una persona vestida de negro detrás de ella.

—¡Lisa, ya saben! —gritó Alice.

La persona la alcanzó, le puso algo en la boca y Alice se desmayó.

Quise gritar, pero me tapé la boca para evitar que salieran los sollozos.

¿Qué sabían? Una avalancha de pensamientos me invadió: la carta de Joseph, el hecho de que Jack y Alessandro engañaron a Alice para llevarla a la cabaña, todo lo que sé del maestro Sandro, el celular de Alice.

Los nervios me consumen. ¿Qué va a pasar conmigo? ¿Podré descubrir todo este rompecabezas?

Busco el celular de Alice y entro al chat con Sandy. Tiene muchos mensajes.

El primero es de él, presentándose como administrador. Ella le pregunta de dónde es, y él responde que estudia en el pueblo vecino, en la universidad.

Alice le pregunta cómo consiguió su número, y él contesta que se lo pidió a un amigo de ella.

Después de eso, hay muchos mensajes. Ella le contaba todo: desde las cartas hasta el romance que tenía su mamá con el director. Lo que noto es que a Sandy le interesa especialmente ese tema.

También me sorprende saber que fue Alice quien le pidió verse en persona, aunque a mí me había dicho que fue él.

Ella propone encontrarse en la cafetería; él primero acepta, pero luego le dice que no podrá ir. Sandy le pregunta si todavía recibe las cartas y por la carta de Joseph. Ella responde que no sabe quién la tiene. Luego él insiste en saber quién podría enviarlas. Al principio, Alice se niega, pero él le dice que puede ayudarla.

Entonces, ella le confiesa que cree que es Dante.

—¿Dante? Pero ¿Por qué, si él también recibe las cartas? —murmuré, dudosa.

Sandy le pregunta cómo puede estar tan segura, y ella le cuenta sobre el romance que tuvo con el doctor Pietro, cómo confió en la persona equivocada.

Los últimos mensajes son escalofriantes. Él le dice a Alice que, si no iba a la cabaña, terminaría como Sara. Pero en ese momento, a Sara aún no le había pasado nada.

Ella se niega, pero ya le había contado sobre las fotos del triángulo invertido y sobre la identidad del líder de toda esa red.

Después, empiezan a llegarle fotos de ella, en la escuela, conmigo, en su casa, en la mía. Incluso hay fotos de la entrada de mi casa.

Él le escribe.

"Aunque estés con Lisa, ella no te protegerá como debería.”

Alice le pregunta cómo sabía que a Sara le pasaría algo, y él responde.

“Así como Alice sabía demasiado y empezó a fastidiar, igual que tú.”

El último mensaje es el peor.

Le dice que no quería que me llevara a mí a la cabaña, que todo lo que le pasaba era culpa de ella y de su madre. Y que la maestra Irina ya sabía lo que iba a ocurrirle a Alice.

“Tu celular sirve más que tú.”

Guardo el celular entre mis manos temblorosas. El reflejo de la pantalla ilumina mi rostro, pero no puedo dejar de pensar en el último mensaje.

“Tu celular sirve más que tú.”

Las palabras me taladran la cabeza una y otra vez. Miro hacia la ventana: el bosque está completamente oscuro. Ya no se escucha nada, ni pasos, ni gritos, ni el crujir de las hojas. Solo el silencio, denso y pesado, como si todo el bosque estuviera conteniendo la respiración.




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